Esto hace que estas centrales se mantuvieran en parada fría. Pero es una temeridad, porque así no tienen capacidad de responder [ante un apagón]», explica a Sputnik el físico Antonio Turiel, investigador del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (ICM-CSIC) y especialista en cuestiones energéticas y de hidrocarburos, que recuerda que el modelo energético español adolece de integración, lo cual crea problemas de «inestabilidad».
«La producción fotovoltaica es inherentemente inestable por el modelo de integración en la red existente. El problema es que cuando se integra energía renovable a la red, necesitas poner sistemas de estabilización. Y no se han puesto, seguramente porque son caros», sentencia.
En una explicación más detallada, Turiel recuerda que los sistemas de generación eléctrica clásicos, «que son rotatorios y llevan turbinas de decenas de toneladas de peso», mantienen la inercia y se adaptan con facilidad a los cambios de demanda en la red.
Pero en el caso de los sistemas de generación de energía fotovoltaica y, en menor medida, los de generación eólica, la característica es su poca flexibilidad. «No son capaces de adaptarse a los cambios que se producen en la demanda de la red. Y eso causa fluctuaciones, y la inestabilidad crece con el tiempo», resume.
Turiel asegura que media hora antes del apagón «ya se detectaba inestabilidad en frecuencia» dentro del sistema.
«Eso tendría que haber servido para activar rápidamente la respuesta de centrales de gas, de ciclo combinado e hidroeléctricas y, al mismo tiempo, ir apagando las centrales fotovoltaicas para evitar que la inestabilidad fuera creciendo», argumenta. Pero las centrales de gas de ciclo combinado y
cinco de las siete centrales nucleares estaban apagadas, lo cual significó privarse de una solución.
«Si los sistemas de respaldo hubieran estado preparados, particularmente las centrales de gas de ciclo combinado en parada caliente, se habrían podido encender rápidamente», afirma este científico, seguro de que la media hora transcurrida entre la detección de inestabilidad hasta el apagón, «era un tiempo suficiente para poder reaccionar».
«Lo más probable es que se haya estado operando de manera incorrecta la red eléctrica por un modelo mal pensado de integración de las energías renovables. Porque cuando éstas solo representaban un porcentaje pequeño, el resto de sistemas daban estabilidad a la red. Pero en el momento actual, es una barbaridad tener una producción del 60% al 80% de toda la electricidad basándote en sistemas renovables sin estabilización. Esto tenía que pasar tarde o temprano», lamenta.
Por eso se necesitan unos dispositivos que aseguren la estabilidad del sistema, para establecer una referencia de la tensión y la frecuencia, especialmente cuando el aporte de la energía verde domina la generación eléctrica y hay que integrarla en el sistema.
«Cuando tú instalas energía fotovoltaica para una red de alta tensión, tienes necesariamente que ponerle sistemas de estabilización. Y si no lo haces, pues estás haciendo mal el trabajo. Es como si alguien te vendiera un coche sin frenos», ejemplifica Turiel.
La normativa vigente al respecto data de 2022, pero no se termina de cumplir. Tal vez quepa interpretar en este sentido el señalamiento de Sánchez a las compañías eléctricas privadas. «Creo que las va a obligar a que se adapten a la normativa actual», estima.
Un problema también europeo
Pese a la elevada contribución de la energía renovable en el sistema, España cubre hasta el 40% de sus necesidades de consumo eléctrico mediante las plantas de gas de ciclo combinado. Con matices, es una situación análoga a la que se da en la UE.
Aunque el predominio en la UE de la energía eólica hace que esa inestabilidad no sea tan grande como en España, no obstante también experimenta
problemas de estabilidad en sus sistemas y necesitan del gas. Tanto es así que Turiel
avisó hace unos años en su blog personal de la posibilidad de un «gran apagón» en la UE. Y en enero, anticipó el de España.
En esta situación, es paradójica la desconexión de la red eléctrica rusa y bielorrusa,
tras años de preparación, completada en febrero por los países bálticos en aras de «mayor fiabilidad» e «independencia energética». Aparte de un
mayor precio, ahora afrontarán el problema de la estabilidad del sistema.
«Es un tema diferente», indica Turiel. El modelo energético de la UE se caracteriza también por la inestabilidad, tras su gran apuesta por la energía fotovoltaica y eólica sin una regulación que atienda los sistemas de estabilización. Y el gas como factor de estabilización es caro.
Las voces en favor de la energía nuclear en estas circunstancias quedaron atenuadas, también bajo la crítica del propio Pedro Sánchez, al referirse a ella como «parte del problema y no de la solución». Durante la recuperación del fluido eléctrico, una parte importante tuvo que derivarse a las centrales para mantener la estabilidad de sus núcleos atómicos y evitar un desastre nuclear.
«La energía nuclear es inflexible», afirma Turiel. «Cuando empieza a caer todo el flujo de energía fotovoltaica, cae también la nuclear, porque no se adapta. De hecho, tenemos todos los reactores nucleares en parada de emergencia y no están pudiendo volver a la red. Ahora mismo no se está generando nada de energía nuclear», concluye.