El asesinato un día como hoy, Jose Luis Perozo a los 13 años.

La familia Perozo no escapó a la saña de Trujillo. Los hermanos Faustino y Andrés Perozo intentaron matar al dictador el 24 de mayo de 1932, en San José de las Matas.

Su hermano César Perozo también estaba implicado en la trama. El plan fracasó porque Trujillo llegó retrasado y todo parece indicar que hubo alguna delación, pues en la llamada Era de Trujillo eso era común. Los Perozo y la familia Martínez Reyna, también opositora a Trujillo, estaban estrechamente vinculadas, a tal punto que muchos conocidos no se atreverían siquiera a saludarlos, por temor a perder la vida por decisión de aquella tiranía inconcebible.

El mismo día 24 se produjeron dos enfrentamientos entre los conspiradores y un grupo de guardias.

Uno de ellos tuvo lugar en el sitio llamado Jaramillo, donde lo soldados los rodearon. El otro encuentro se produjo en Pedregal, municipio de San José de Ocoa donde murieron los hermanos Perozo, aunque otras versiones dan cuenta de que fue en el paraje Corralito, sección de Carrizal, a 25 kilómetros al sur de San José de las Matas.

Sobrevivieron a la acción armada siete compañeros, entre ellos Virgilio Mainardi Reyna y Lorenzo Álvarez Perelló (a) Puchulo, porque lograron separarse del grupo y escaparon hacia las estribaciones de la Cordillera Central.

Cientos de guardias los perseguían. Perdieron los mulos y tuvieron que separarse. Mainardi Reyna comentaría años más tarde que solamente supo que Álvarez Perelló logró llegar a la frontera, para entrar subrepticiamente hacia Haití, con lo cual salvó la vida.

Campesinos de la zona de los combates fueron apresados y fusilados por no haber reportado a las autoridades militares la presencia de los alzados, estos los convertía en «sospechosos de cooperar con el enemigo», según se decía entonces.

Errante, cansado y casi muerto por el hambre, Mainardi Reyna logró sin embargo que algunos campesinos le proporcionaran comida. Según datos del historiador Bernardo Vega, en la confluencia de los ríos Bao y Yaque del Norte, municipio de Jánico, encontró la protección de Mongo Adames, un tío de Monseñor Roque Adames, quien fuera Obispo de Santiago. Don Mongo le asignó un peón para que lo sacara del monte que desconocía, pero el hombre se le desapareció, parece que por miedo.

En la sierra, en horas de la noche, Mainardi Reyna encontró un bohío, donde el dueño-ajeno a lo que había acontecido-conocía a la familia Mainardi, la cual tenía una finca en el sitio llamado La Otra Banda. Mainardi Reyna le pidió que le llevara hasta la finca, pero ocurrió que el general José Estrella-matón de Trujillo en el Cibao-se enteró de la presencia de Mainardi Reyna en la finca y envió un nutrido grupo de guardias para capturarlo.

Un peón avisó a Mainardi Reyna del peligro que corría si se quedaba allí, razón por la cual esperó la noche para tratar de llegar a la ciudad de Santiago, como en efecto ocurrió al día siguiente.

Sin embargo, fue poco lo que duró en la casa paterna, pues por razones de seguridad tuvo que trasladarse a la residencia de Augusto Lora, quien con el tiempo sería vicepresidente de la República (1966-1970). Pero también de allí se marchó, trasladándose a una casa donde nadie podía sospechar que estaría un enemigo de Trujillo. Esa vivienda estaba cercana a la fortaleza San Luís. En ella vivía una anciana que se dedicaba a colar café para su venta. Era una amiga de la familia.

Mainardi Reyna vivió allí dos meses, mirando por las rendijas de los setos las patrullas que entraban y salían del recinto militar.

Rafael Mainardi, padre de Virgilio, logró entrevistarse con su amigo Trujillo en San José de las Matas. Trujillo, simulando que lo ignoraba todo, le preguntó qué buscaba en el lugar, a lo que su interlocutor le dijo que tenía un hijo «medio loco». Trujillo, volvió a preguntarle quién era ese hijo.

Entonces don Fello le explicó todo el asunto, pidiéndole que concediera permiso para que su hijo pudiera salir del país. Cosa muy rara, Trujillo inmediatamente tomó lápiz y papel, con membrete de la Presidencia de la República y, tras poner la fecha San José de las Matas, 29 de julio de 1932, le concedió «amplias garantías al joven Virgilio Mainardi para que pueda hacer su presentación, y pueda, si lo desea, embarcarse para Puerto Rico».

Igualmente recomendó a las autoridades civiles y militares prestarle toda clase de protección y ayuda». Los padres de Virgilio lo buscaron y de inmediato lo embarcaron en el vapor Borinquen.

Virgilio Mainardi Reyna permaneció en el exilio hasta que Trujillo fue muerto a tiros la noche del 30 de mayo de 1961. Cuando retornó al país, ya decapitada la tiranía, fue designado Gobernador de Santiago. El autor tuvo el grato placer de entrevistarle varias veces en su residencia campestre de Santiago.

En una entrevista publicada por el desaparecido periódico El Día, Mainardi Reyna dijo: «Éramos una juventud rebelde y adolorida por los excesos cometidos abiertamente por la dictadura: por eso resolvimos jugarnos el todo por el todo para irnos a juntar a los invasores que, según decían los Perozo, estaba organizando (Rafael) Estrella Ureña en Haití o, en último caso, acelerar su llegada».

Andrés Perozo, compañero de afanes de Mainardi Reyna, era abogado y llegó a ser juez de la Corte de Apelación de Santo Domingo en el gobierno de Horacio Vásquez.

Trujillo no podía soportar que un enemigo suyo estuviera en un cargo público, razón por la cual le pidió la renuncia. El licenciado Perozo, hombre firme y de ideas liberales, se negó. Trujillo ordenó encerrarlo en la Torre del Homenaje, donde se le hizo firmar la renuncia a la fuerza. Tiempo después fue puesto en libertad. El desprecio del licenciado Perozo y sus hijos hacia el dictador explica por qué querían darle muerte.

El investigador histórico José Abigail Cruz, en un relato sobre algunos de los crímenes de Trujillo dice que «la familia Perozo tuvo que pagar un precio de sangre muy alto por su oposición radical al régimen de Trujillo desde sus inicios; fue una lucha desigual, una lucha de exterminio que no conoció fronteras.

Esta valerosa y digna familia vio perder en cadena trágica a todos sus miembros varones, que uno a uno cayó abatido por los sicarios de la dictadura.

Murieron en todos los frentes, como valientes que eran, con las armas en las manos y sufriendo horrores por la persecución y desaparición. Era una familia sinónimo de heroísmo y estoicidad. Hombres y mujeres que enfrentaron al cruel tirano sin detenerse a pensar en el riesgo para cada miembro».

José Luis Perozo, adolescente, tierno e indefenso encontró la muerte a manos de un criminal despiadado en el parque de San Francisco de Macorís, donde residía con su madre y hermana, después de salir despavoridos de Santiago de los Caballeros a causa de la persecución desatada en su contra por los esbirros de la dictadura.

La noche del 13 de junio de 1945 ( un día como hoy) , al regresar de estudiar con sus compañeros que preparaban el final de curso para los exámenes, un individuo se le acercó y le hirió con un cuchillo en el vientre. José Luís fue llevado al cuartel de la policía, donde se le desangraba, hasta que un médico llamado Federico Lavandier arriesgó su vida al tratar de auxiliarle, hasta que se permitió llevarle al hospital, distante a unos dos kilómetros, pero era demasiado tarde.

El jovencito tenía entonces trece años «Hoy día aquel gesto ético y valiente del profesional nadie lo recuerda», comenta el ingeniero Leandro Guzmán, quien a partir de ahí sufrió un cambio en su vida, pues se dedicó a conspirar contra Trujillo hasta ser uno de los fundadores del Movimiento Clandestino 14 de Junio. Hoy día tiene 78 años y recuerda los hechos perfectamente.

Tras el crimen, el fiscal del municipio «invitó» a los compañeros de José Luis a que fueran a la cárcel, donde supuestamente se encontraba el asesino. Se les presentó un escenario terrible: colgando de una fina soga de mosquitero oscilaba un sujeto con un saco amarillo y pantalón del mismo color. Era un simple ladronzuelo que fue usado como chivo expiatorio.

En esos días, en la escuela donde estudiaba José Luís había aparecido un letrero en la pizarra que decía «Trujillo comemierda». El profesor, Ángel Severo Cabral, reunió a los muchachos para advertirle que si eso se sabía, la dictadura podría cerrar la escuela y meter presos a quienes considerara sospechosos.

Pero se supo, y los sicarios del régimen pensaron inmediatamente que el responsable era José Luís Perozo Fermín. Por eso lo mataron, porque todos los Perozo y miembros de la familia Mainardi Reyna figuraban «en una lista negra» que era necesario eliminar.

La hermana de José Luís, Alfonsina, narra así aquellos dolorosos momentos para la familia mártir: «Han herido a José Luis», fue el primer aviso de la tragedia anunciada por un amigo. «Cuando llegamos allá y vimos aquel niño tirado en el piso del cuartel, todo lleno de sangre, aquellos policías, como fieras acordonaron el recinto. Ni mi madre, ni yo, ni nadie podía dar un paso hacia adentro».

El pueblo aglomerado asistía impotente a una desgarradora escena, de una madre clamando auxilio para un jovencito cruelmente apuñalado, dejado desangrar ante las miradas de todos. De modo que la víctima no era el niño asesinado, sino la madre misma y la propia multitud espectadora. La maquinaria trujillista que sesgaba vidas no respetaba a nadie. Caían dominicanos como también extranjeros si sus «faltas» eran contra el Jefe.»

Fuentes consultadas:

«Vivencias» de Carolina Mainardi viuda Cuello. Editora Manatí, Santo Domingo 2000. Bernardo Vega. Trujillo y Haití. Editora Taller, Santo Domingo, 1995. De espigas y de fuegos. Leandro Guzmán Rodríguez, Editora de Colores, S.A., Santo Domingo, 1998. J. Armando Lora. La confabulación de los Perozo. El Día, Santiago, 29 de junio de 1981. Abigail Cruz Infante. Cosas que ocurrieron en la Era de Trujillo: algunos crímenes. Listín Diario, 27 junio de 1981.

Foto: José Luis Perozo, asesinado el 13 de junio de 1945, a la edad de 13 años.

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