El cordón umbilical que no deja a Occidente cortar los lazos con China
Samuel Cortés Hamdan
Computadoras, chips, naves, automóviles y hasta misiles tienen un rasgo en común: la tecnología de semiconductores. Su rol en la economía contemporánea es central y otro terreno de disputa entre los dos grandes gigantes económicos del planeta: China y Estados Unidos.
«Actualmente, se utilizan para todo». Radios, relojes, lámparas, tabletas, teléfonos, automóviles y refrigeradores. Así lo especifica el profesor de economía Raúl Ignacio Morales, académico de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, de la UNAM, en entrevista con Sputnik.
Ante esa premisa del actual panorama tecnológico, China figura como una potencia productora solo rebasada por Corea del Sur y en un escenario donde la isla de Taiwán es el foco principal de esta fabricación especializada a nivel planetario, asevera el universitario.
Pero el escenario es más complicado aún porque si bien los actores asiáticos dominan la producción, Estados Unidos planteó las reglas del juego de distribución para estas tecnologías, y ahora, además, busca contener a China en su crecimiento industrial, con miras a evitar perder la primacía del mercado.
Además, subraya Morales, la industria estadounidense sigue reservándose el ámbito del diseño de estos semiconductores, que engloban a chips y transistores, en un escenario donde China todavía no alberga esa capacidad.
Es decir, el proceso de existencia de estas tecnologías reparte sus concepciones y producciones entre las dos economías más grandes del mundo, según datos del Banco Mundial.
«Estados Unidos tiene el monopolio de ser el productor avanzado de diseño de semiconductores y de chips», asienta el académico consultado, además de dominar la distribución de materiales necesarios para la fabricación de estas tecnologías especializadas.
Otro punto que define el escenario de la competencia es que la cadena de producción de semiconductores requiere de una gran cantidad de empresas, desarrolladores donde, en contrasentido, los participantes asiáticos son los protagonistas.
Aunque el desarrollo de software no agarra desprevenido al panorama tecnológico norteamericano, pues, sí le exige fomentar empresas que fabriquen estos chips y le permitan plantar cara a China, considera el profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En el caso de Europa, apunta el profesor de economía, a pesar de funcionar geopolíticamente como aliado de Estados Unidos, sentido en el que podría sumarse al país norteamericano en el esfuerzo por contener la industria china, es en realidad el actor más rezagado del panorama global, porque no cuenta ni con potencia de fabricación de semiconductores ni de desarrollo de software.
Aunque el continente ha implementado ya un plan de millones de euros en busca de duplicar su oferta de chips en el mercado interno, una de las consecuencias de esta estrategia de contención de China podría, en sentido contrario, generar competencia entre las ofertas norteamericana y la europea.
A esto se suma que, según el Observatorio de Complejidad Económica (OEC), los chips no figuran entre las principales exportaciones e importaciones de la principal economía europea, la alemana, por ejemplo. Es decir que todo en este objetivo europeo de competencia tecnológica contra China será cuesta arriba.
Europa «realmente depende en su totalidad de la importación de China. Estados Unidos también depende de la importación de China de estos productos», explica Morales.
Ante un aumento de gastos en este proceso es que el mercado norteamericano está buscando ahora generar sus propias fabricaciones de esta tecnología especializada.
«En su territorio o en algún territorio cercano», como podría ser México, distingue el maestro.
¿Podrá Occidente romper el cordón umbilical chino?
Sin embargo, arrebatar el mercado de fabricación de semiconductores a China no será una tarea sencilla para Estados Unidos y mucho menos un resultado de horizonte inmediato, apunta el profesor de la FES Aragón.
«Biden planteó un plan de reindustrialización y de impulso, por ejemplo, a los semiconductores, y tiene planteado como meta el 2030, para esto tiene recursos que le autorizó el Congreso para impulsar la creación de fábricas de semiconductores», describe.
«Pero también de inteligencia artificial, también empresas de producción de autos autónomos, del impulso al desarrollo del internet de las cosas y un poco el desarrollo de la energía cuántica, pero eso va a llevar hasta el 2030», insiste.
Esto, abunda Morales, explica las políticas de contención contra el gigante asiático. «A China la tienen encadenada porque le han acotado la producción de semiconductores de alta tecnología», apunta. Mientras Estados Unidos navega con su objetivo de largo plazo, pues, tiene que perseguir el freno de su rival comercial mediante sanciones.
«China necesita para su desarrollo de la inteligencia artificial y hasta para la guerra, sus misiles, sus armas de alta tecnología, necesitan chips», un flujo frenado por las sanciones económicas con las que Estados Unidos ha buscado contenerla en los últimos años.
Las políticas económicas norteamericanas de hostilidad contra China, apunta Morales, iniciaron en la Administración del presidente Barack Obama, a cargo de la Casa Blanca desde 2009, continuaron con su sucesor Donald Trump y se han recrudecido en la era de Joe Biden.
Estas contenciones estratégicas provocan incluso que el país asiático se encuentre en déficit: si bien es un productor central, también compra muchos semiconductores al exterior.
De acuerdo con el OEC, China exportaunos 120.000 millones de dólares anuales de circuitos integrados. Sin embargo, compra al mercado externo 144.000 millones del mismo bien tecnológico.
Pese al déficit, no obstante, se perfila una clara superioridad asiática sobre Estados Unidos, pues el país norteamericano vende al exterior unos 44.200 millones de dólaresde chips al año, superado casi tres veces por China.
Con miras a solucionar su posición en el mercado de semiconducotres, China ha buscado comprar empresas de generación de software y de conocimiento especializado para el aprovechamiento de estas tecnologías. Sin embargo, las hostilidades de mercado del llamado Occidente colectivo, apunta Morales, contienen sus intenciones en distintos episodios.
«Le rechazaron una compra en Alemania, le rechazaron una compra en Suecia», ilustra el economista y agrega: «Biden ha seguido la misma política de parar el avance de China a través de esta guerra tecnológica»