El “Euro global” de Christine Lagarde es una fantasía
Thomas Fazi.
Foto: La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde. / EFE
Pero lo que Europa necesita no es “más Europa”, sino una Europa completamente diferente.
En un reciente artículo de opiniónpublicado en el Financial Times, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, argumentaba que el “papel dominante del dólar” “ya no es seguro”, sugiriendo que el euro podría alcanzar “prominencia mundial”. Esto es, en el mejor de los casos, una ilusión.
Desde su creación, la huella global del euro apenas ha superado el uso agregado de las monedas nacionales a las que sustituyó, aproximadamente el 20 % de las reservas mundiales de divisas.
Mientras tanto, la cuota del dólar ha disminuido, pasando de más del 70 % a menos del 60 %, pero el euro no se ha beneficiado de ello.
En cambio, monedas como el franco suizo, la libra esterlina y el yen japonés han tomado el relevo. Hay pocos motivos para creer que la situación del euro vaya a mejorar ahora.
El euro sigue plagado de defectos estructurales: fragmentación financiera crónica, crecimiento lento e instituciones opacas. A pesar de años de integración, la UE se ha quedado rezagada con respecto a otras economías avanzadas, especialmente en materia de innovación y productividad.
Esto se debe en gran medida a la falta de inversión en I+D, al débil consumo, al sesgo contra la política industrial y a un modelo de gobernanza laberíntico que frena la agilidad y la rendición de cuentas.
Estos problemas no han hecho más que agravarse en los últimos años. El aumento de los costes energéticos, impulsado por la decisión de la UE de desvincularse del gas ruso, ha empujado a gran parte de Europa occidental a la recesión e incluso a la desindustrialización, con Alemania especialmente afectada.
Esta crisis energética autoinfligida ha ampliado aún más la brecha entre Europa y economías más dinámicas como la de Estados Unidos.
A esto se suma la postura geopolítica cada vez más volátil de la UE, lo que hace que el atractivo del euro como moneda de reserva segura se desvanezca aún más. Los inversores no acuden en masa a jurisdicciones políticamente inestables o estratégicamente erráticas.
También existe una contradicción económica fundamental que Lagarde ignora. Una moneda de reserva dominante debe satisfacer la demanda mundial, lo que normalmente requiere mantener grandes déficits por cuenta corriente para satisfacer la demanda mundial de la moneda.
Estados Unidos lleva mucho tiempo haciéndolo, de forma deliberada, aunque Trump ahora está tratando de invertir el rumbo. La UE, por su parte, ha construido su modelo económico en torno a los superávits comerciales.
No hay indicios de que los líderes de la UE estén dispuestos a dar un giro radical a ese modelo. Lagarde reconoce algunos de estos retos, pero insiste en que pueden resolverse con una mayor integración: completando el mercado único, reduciendo la regulación y construyendo una unión de los mercados de capitales.
Pero este llamamiento reflexivo a «más Europa» no es nada nuevo. Durante décadas, la élite de la UE ha presentado una mayor centralización como la panacea para los problemas de Europa.
Sin embargo, tras años de mayor integración, los resultados solo han empeorado.
El verdadero problema no es la falta de integración, sino la integración en sí misma. El euro ha despojado a los Estados miembros de la capacidad de responder con flexibilidad a las crisis en función de sus necesidades internas.
Ha reducido el control democrático nacional, al tiempo que ha centralizado el poder en instituciones opacas y que no rinden cuentas, como la Comisión Europea y el BCE, es decir, la propia oficina de Lagarde.
Estas instituciones han defendido repetidamente políticas que benefician a una élite reducida: austeridad en el ámbito nacional, alineamiento con la OTAN en el extranjero y sanciones agresivas que han tenido un efecto boomerang en la economía europea. Dar más poder a este aparato, como propone Lagarde, solo serviría para afianzar el fracaso.
Pero el defecto más evidente del argumento de Lagarde es su malentendido de las fuerzas que impulsan la desdolarización. Señala que la preocupación por el dominio del dólar no ha provocado un cambio total hacia alternativas, pero no entiende por qué se está produciendo la desdolarización en primer lugar.
El principal motor es la instrumentalización del dólar por parte del Gobierno estadounidense, mediante sanciones, confiscación de activos y coacción financiera. Los países buscan protegerse contra este riesgo. Pero eso no significa que vayan a ceder el mismo poder a otro bloque occidental.
La UE se ha mostrado aún más dispuesta que Estados Unidos a utilizar las herramientas económicas con fines geopolíticos.
¿Por qué iban a pasar los países de un sistema punitivo a otro?
Por eso tampoco el yuan chino sustituirá al dólar. El futuro no es otra moneda hegemónica, sino un sistema más descentralizado en el que las naciones liquiden las transacciones en sus propias monedas, exactamente la dirección que persigue el bloque BRICS. Como dijorecientemente el gobernador del banco central chino, Pan Gongsheng, el sistema monetario mundial está evolucionando hacia un modelo multipolar de “coexistencia, competencia y controles y contrapesos mutuos”.
Lo que plantea la pregunta final y más fundamental: ¿por qué querría la UE que el euro se convirtiera en una moneda de reserva importante?
Si bien ese estatus conlleva ciertos “privilegios exorbitantes”, como pagar efectivamente las importaciones con dinero impreso, también implica déficits comerciales crónicos, como se ha señalado, que vacían la industria nacional. La experiencia de Estados Unidos lo deja claro.
Europa, que ya lucha contra el declive industrial, debería ser cautelosa a la hora de seguir ese camino.
Al final, la propuesta de Lagarde tiene menos que ver con la estrategia global y más con justificar una mayor centralización de la UE.
Pero lo que Europa necesita no es “más Europa”, sino una Europa completamente diferente.
Artículo publicado originalmente en UnHerd.
Traducción nuestra
*Thomas Fazi es escritor y traductor anglo-italiano. Principalmente ha escrito sobre economía, teoría política y asuntos europeos. Ha publicado los libros La batalla por Europa: cómo una élite secuestró un continente y cómo podemos recuperarlo (Pluto Press, 2014) y Reclamando el Estado: una visión progresiva de la soberanía para un mundo posneoliberal (co -escrito con Bill Mitchell; Pluto Press, 2017). Su sitio web es thomasfazi.net.
Fuente original: Thomas Fazi