El juego es medicina para el alma de las niñas y los niños

Por Matías Bosch Carcuro

Uno se siente muy honrado cuando uno alcanza a ver el título [nota: la exposición anterior fue titulada de Juan Pablo Duarte a Bosch]. Se traza un vínculo entre una persona, que en este caso me conecto con esa figura icónica como nieto (como le podría pasar a otra persona con su abuelo o con su abuela); los niños en el salón, y esa belleza de los niños y las niñas después de dos años de un encierro que dejará varias huellas imborrables en nuestras vidas.

Hubo personas que se fueron. No solamente aquí, en tierra dominicana, muchos de nosotros conocen personas que ya no veremos nunca más; en Estados Unidos y en otros países también.

La vida alrededor de una pantalla

Tenemos hijos, hijas y nietos que les tocó estar prácticamente dos años encerrados. Nosotros no tenemos la menor noción de lo que es eso, y el efecto en su vida que se produce ver a niños tapándose la mitad de sus caras; conociendo si cambiaron de cursos; conociendo a sus compañeras y a sus compañeros y a sus maestras a través de una pantalla volviendo a conocer a sus amigos y a sus amigas dos años después viéndoles la mitad de la cara, y con toda la presión para que nuestros niños y niñas organizaran su vida alrededor de la pantalla.

Yo tengo hijos relativamente pequeños que cuando juegan en línea con un pariente, con un amigo o con una amiga uno los escucha reírse. Salvo esas contadas ocasiones uno no escucha a los niños reírse mientras juegan en la pantalla porque la risa es un hecho social; yo me río con otro ser humano, eventualmente puedo reírme solo al acordarme de una anécdota simpática, pero la risa, sobre todo de niños, la algarabía, el hablar es común de los seres humanos. Eso es lo que está ocurriendo en el patio [niños jugando en la cancha de la Escuela Primaria Mauricio Báez].

Un programa en torno al juego

Eso que está ocurriendo ahora y que tiene que ver con el trabajo de Tomás [Pérez Vargas] de tantos años de preservar el juego como la posibilidad del goce, pero el juego también como un encuentro concreto y real, como una tradición. En estos momentos es medicina pura para el alma y el desarrollo de las niñas y de los niños.

¡Ojalá que todas las escuelas dominicanas tuviesen ahora mismo un programa pensado, intencionado, dirigido alrededor del juego! Hacerles posible a las niñas y a los niños de encontrarse con la diversión y con lo lúdico; con el contacto, con el hablar, con el reírse, con el calificar. Eso no lo pueden hacer con una pantalla.

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