EL PESO DE LA DEUDA Y EL FUTURO DE RD
OSVALDO SANTANA
La deuda pública dominicana, una constante con tendencia creciente en lo queva de siglo, aceptada como consustancial alEstado moderno, se aproxima a niveles que al menos debían provocar la mirada del liderazgo político. Sin embargo, la racionaliza como la respuesta obligada paraencarar los efectos de la pandemia que impacta a la humanidad.
Al peso de la deuda del Sector Público No Financiero (SPNF), que a mediados de diciembre pasado representaba el 52.0% del Producto Interno Bruto (PIB) y totalizaba alrededor de US$47,618.7 millones, se le agrega ahora el cúmulo de la inflación que terminó en diciembre en 8.5%, con un impacto dramático en la capacidad de compra de alimentos y la calidad de vida de los dominicanos.
El endeudamiento igual se proyecta para el año que recién inicia como una espada sobre las finanzas públicas y la capacidad de pagos del país. Según lo proyectado en el Presupuesto Nacional, el 24.6 por ciento, una cuarta parte de los ingresos, se originarán en financiamiento, equivalentes a RD$284,079.4 millones, mientras que el monto destinado al servicio de la deuda representa el 22.4%, por un monto de RD$234,833.1 millones. Esos dos renglones representan un 47.0% del Presupuesto.
La tendencia, como se advierte desde 2018, es de un rápido crecimiento. La deuda del SPNF terminó ese año en 32,158.2 millones de dólares; en 2019, ascendió a US$35,942.5 millones; en 2020, en medio de la pandemia y una campaña feroz por la lucha por el poder, se disparó a US$44,622-3 millones, y acaba de finalizar como vimos en US$47,618.7 millones. Pero no bien entraba el 2022, el Congreso Nacional inició la rumba de financiamientos. Aprobó mediante dos instrumentos 500 millones de dólares, para el combate del COVID-19. El año pasado ese órgano validó financiamientos por un monto US$1,669 millones.
A todo ello habría que agregar la inflación importada por los altos precios del petróleo y las materias primas, que no es única de República Dominicana.
Estados Unidos, país del cual tenemos una dependencia económica muy marcada, vivió el año pasado una inflación que bordeó el 7% y según Jeome Powell, presidente de la Reserva Federal, esa tendencia podría durar hasta mediados de 2022. También entra en juego la escasez de materias primarias y ralentización de la cadena de suministros. Ahora mismo se verifican escaseces, incluso, de pollos, cereales y vegetales, fenómeno raramente visto en esa nación. Y como todo el mundo reconoce, lo que ocurre en Estados Unidos, repercute en República Dominicana.
Todo para señalar que de acuerdo con los expertos hay una relación directa entre inflación y encarecimiento de la deuda, porque la primera arrastra la depreciación monetaria, y la segunda demanda eleva su costo. La deuda es un serio problema que amenaza la estabilidad macroeconómica, y obliga a pensar en el pasado, toda vez que su encarecimiento dificulta la capacidad de pago, la calidad del gasto, la calidad de vida y hasta el ejercicio de gobernanza.
LA DEUDA EN LA HISTORIA
Si bien los países ricos ahora no recurren a las cañoneras para reclamar deudas, en el pasado se constituyó en un instrumento recurrente, incluso para justificar intervenciones militares. La República Dominicana lo sufrió dolorosamente desde 1904, cuando debió suspender el pago de ladeuda y el presidente norteamericano Theodore Roosevelt obligó a la Nación a aceptar la supervisión de los ingresos aduaneros para pagar a sus acreedores extranjeros. Fue el preludio de la intervención de 1916.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, recuerda en su obra “Cómo hacer que funcione la globalización”, primera edición de 2006, cómo Gran Bretaña, Alemania e Italia, a finales del 1800 enviaron una expedición conjunta a la costa venezolana y bloquearon y bombardearon sus puertos con el consentimiento expreso de Estados Unidos, para obligar a Venezuela a pagar a sus acreedores extranjeros. Igual, Francia invadió a México en 1862, con la excusa del impago de la deuda. “En 1876, Francia y Gran Bretaña se hicieron cargo conjuntamente de las finanzas de Egipto, y seis años después, Gran Bretaña ocupó ese país.”
Más recientemente, el endeudamiento externo de nuevo devino en un problema político. En la década de los 80 del siglo pasado, el líder cubano Fidel Castro, fundamentó todo su discurso antiimperialista en la denuncia del endeudamiento externo y llegó a formular la tesis de que los gobiernos nacionales debían coaligarse para no sólo denunciar una deuda insostenible, sino simplemente no pagarla.
Stiglitz, que el año pasado visitó República Dominicana, decía en 2006 que “en todo el mundo, desde Argentina a Moldavia y de África a Indonesia, la deuda externa plantea un enorme problemaa los países en vías de desarrollo. Ocasionalmente, las consecuencias de la deuda son dramáticas, pero lo normal es que la carga que supone muestre su verdadero rostro cuando los países luchan por evitar la suspensión de pagos. Con frecuencia, pagar su deuda exige de los países el sacrificio de sus programas de educación y de sanidad, de su crecimiento económico y del bienestar de sus ciudadanos. El dinero debería fluir de los países ricos a las naciones pobres, pero, en parte a causa de que el costo de la devolución de la deuda haya llegado a ser tan enorme, en los últimos años fluye en dirección opuesta. Evidentemente, si el dinero sale a borbotones de los países en vías de desarrollo, resulta muy difícil para ellos crecer y reducir su pobreza”.
EL CRECIMIENTO DE LA DEUDA Y LOS POLÍTICOS
En la República Dominicana sin embargo se viene observando un extraño proceso de “crecimiento económico”, acicateado en la política de endeudamiento con alto componente externo. Sin embargo, no se observa que los expertos, economistas o líderes políticos, hayan abordado decididamente la sostenibilidad de tal modelo. Y es inevitable preguntarse si ese modelo resultará sostenible en el tiempo, si se piensa en la capacidad de pago del país.
Podría sostenerse que no habría que preocuparse por situaciones tan odiosas como las del pasado, porque el mundo ha cambiado, pero el capital sigue teniendo el mismo origen y los organismos internacionales igual obedecen las directrices de las naciones más poderosas que controlan sus órganos decisorios.
PREOCUPACIÓN DEL GOBIERNO
De todas formas, el gobierno del presidente Abinader, quizás con la mente puesta en su discurso opositor de campaña, insistirá en buscar cómo reducir el servicio de la deuda. En efecto, el julio pasado, a través del Ministerio de Hacienda realizó una transacción de Manejo de Pasivos en el mercado local que le permitirá una reducción en el servicio de la deuda de RD$74,908 millones para el período 2022-2027, “con el propósito de darle sostenibilidad a la deuda pública”.
Pero se trata de un mero alivio. El temor, la preocupación es que el país se endeude tanto que no pueda pagar, que las futuras generaciones tengan que cargar un peso tan enorme.
Stiglitz sostiene que cuando “los países no pueden pagar lo que deben, hay tres alternativas: condonación de la deuda, renegociación de la misma- la deuda no se amortiza, pero el pago se pospone con la esperanza de que las cosas vayan mejor en el futuro- y suspensión de pagos- el deudor, sencillamente, deja de pagar-.” Y recuerda que fue lo que hizo Argentina desde 2005, lo que condujo a un tortuoso proceso de negociación con dramáticas repercusiones para ese país.
Obviamente, nadie desea ni piensa que la República Dominicana tenga que llegar tan lejos. El flujode inversiones en divisas extranjeras, los aportes de la diáspora, el dinamismo de la economía, su sostenida estabilidad y la determinación de quienes gobiernan, podrían estimular la confianza, pero seguirá siendo inquietante cómo crece la deuda sin que se perciba un discurso de quienes deberían asumirlo.