Encrucijada electoral venezolana

Nelson Encarnación

Las elecciones de este domingo 28 de julio en Venezuela representan, sin lugar a dudas, la prueba más difícil que enfrenta el chavismo desde su instalación en el Gobierno en 1999, si bien el trance crucial lo vivió durante los tres días posteriores al derrocamiento del presidente Hugo Chávez en abril del año 2002.

Después de 25 años en el poder, es natural que un Gobierno ingrese en una fase de desgaste, sobre todo cuando, al menos en los últimos ocho, ha estado sometido a un asedio inhumano, para el que se han utilizado todas las armas, en especial las más innobles.

Durante este tramo del chavismo, los venezolanos han sufrido privaciones muy duras producto de sanciones coercitivas y unilaterales prohijadas por la administración estadounidense, a las que se han sumado otros países y bloques de países, como es el caso de la Unión Europea.

El Gobierno que preside Nicolás Madura ha sorteado esa persecución implacable para poder sobrevivir y proveer a los ciudadanos de lo más elemental, mientras varios millones se han visto forzados a emigrar a cualquier parte, y enfrentarse con la duda realidad de que en muchos lugares son tratados como escorias.

Esa administración ha debido hacer frente a múltiples intentos de derrocamiento de su presidente, tentativas de magnicidio, sabotajes de sus medios de producción, incautación de activos en el extranjero, en fin, algo brutal.

Podemos afirmar que, luego del fugaz derrocamiento del comandante, el mayor desafío del chavismo se verificó el 22 de febrero de 2019, cuando en Colombia fue montado un “concierto pro Venezuela”, un abierto plan subversivo auspiciado por Washington con el apoyo de varios gobiernos y el secretario general de la OEA, Luis Almagro, un canalla que, afortunadamente, ya se va.

Esa urdimbre no tuvo éxito, gracias a la determinación de los venezolanos de repeler la intentona, pero profundizó la crisis generalizada que ha golpeado a los más necesitados.

Luego de aquellos acontecimientos, las elecciones representan una prueba determinante que el chavismo deberá rebasar, y logrará hacerlo con éxito sólo, si ha podido—como es previsible—endurecer la fidelidad de los millones de pobres a quienes Chávez reivindicó.

Si el liderazgo del chavismo no lo consigue, eventualmente en la noche del domingo Venezuela pudiera entrar en un peligroso túnel de agravamiento de la situación.

Ojalá no suceda, pues si se produce un mayor resquebrajamiento de las condiciones políticas y sociales producto de la confrontación electoral, es previsible que Venezuela entre en una situación irreversible que pudiera conducir a cualquier desenlace trágico.

Sabemos que la oposición venezolana no responde a los intereses de la población del país bolivariano, sino a factores externos que juegan duro contra el chavismo, poniendo en serio riesgo la subsistencia misma de la gente de a pie.

A fin de cuentas, a esos sectores poco les importa lo que suceda con los pobres, pues sus intereses caminan en otra dirección que no es precisamente humana.

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