Escuela para cuidadores: oportunidad para el trabajo decente
Por Altagracia Paulino
Hace 30 años, la población dominicana era mayormente joven; en ese entonces, los mayores de edad tenían entre 30 y 40 años. Hoy, esa misma población supera los 70 años y se dirige hacia los 80, ya que hemos alcanzado el rango meta de la esperanza de vida, la cual se incrementa gracias a la gran cantidad de información disponible para mejorar la calidad de vida y disminuir la mortalidad infantil.
La esperanza de vida varía de un país a otro; en el nuestro se estima en 77,54 años para las mujeres y 74,47 años para los hombres, según datos de 2022. Además, se discute que el ser humano podría atravesar la barrera de los cien años con lucidez, y que la esperanza de vida tiene un límite de entre 120 y 150 años, según la revista Nature, lo que ha generado controversia y debate entre la comunidad científica.
El caso es que hemos pasado de una población joven hace 30 años a una población de envejecientes que, a partir de los 80 y 90 años, requerirán cuidados especiales. En 2021, el Ministerio de Economía y Planificación lanzó un plan piloto en este sentido, enfocado en garantizar el cuidado de las personas y promover la autonomía económica de las mujeres.
El objetivo es brindar servicios de cuidado a hogares en situación de desventaja social, facilitar la generación de empleo formal y digno, y garantizar el cuidado como un derecho, entre otras especificaciones. Esa propuesta se inició como respuesta a la pandemia, pero no existe un informe sobre su implementación, a pesar de haber sido debatida en varias instancias del Estado entre 2021 y 2022.
El periodo de transición de una sociedad joven a una de envejecientes ha coincidido con un desarrollo económico sostenido en el país, que ha pasado de una renta baja a una renta media, lo cual se suma a una mejor calidad de vida para una buena parte de la población; sin embargo, seguimos formando parte de una de las regiones más desiguales del mundo.
Otra franja de la población corresponde a los ancianos de 90 a 100 años. Contamos con una buena cantidad de personas en ese rango, pero nuestra cultura no contempla la existencia de hogares para ancianos; aquí se dice que “somos malos hijos si llevamos a nuestros padres a un asilo”. Aunque existen asilos privados de calidad, la preferencia es cuidar a nuestros mayores en casa.
Aquí es donde entra la escuela de cuidados: preparar a las personas para que sean capaces no solo de brindar un trato humano, sino también de ofrecer primeros auxilios, cuidado de ancianos y certificarse para tales fines. Se trata de una tarea para la salud pública. Una persona certificada para cuidar ancianos tendrá empleo seguro, un salario decente y ayudará a las familias que no queremos separarnos de nuestros progenitores, lo cual tiene un alto costo.
Recuerdo a doña Gracita Barinas, quien a sus 104 años me llamó por teléfono para decirme que debíamos propiciar “una ley para la ancianidad”. También tengo a mi querida suegra, que ya supera los 101 años y sigue contando, y que pregunta por todos sus allegados y lamenta el tiempo que dejamos de visitarla. Ella está en su casa, acompañada por una cuidadora y su hija, quien nunca la abandona.