Aquí es donde entra la escuela de cuidados: preparar a las personas para que sean capaces no solo de brindar un trato humano, sino también de ofrecer primeros auxilios, cuidado de ancianos y certificarse para tales fines. Se trata de una tarea para la salud pública. Una persona certificada para cuidar ancianos tendrá empleo seguro, un salario decente y ayudará a las familias que no queremos separarnos de nuestros progenitores, lo cual tiene un alto costo.

Recuerdo a doña Gracita Barinas, quien a sus 104 años me llamó por teléfono para decirme que debíamos propiciar “una ley para la ancianidad”. También tengo a mi querida suegra, que ya supera los 101 años y sigue contando, y que pregunta por todos sus allegados y lamenta el tiempo que dejamos de visitarla. Ella está en su casa, acompañada por una cuidadora y su hija, quien nunca la abandona.