General Ramiro Matos, un hombre trascendente
Rafael Guillermo Guzmán Fermín
El pasado 31 de octubre, mientras me encontraba en la funeraria para manifestar mis condolencias y darle el último adiós al fallecido Mayor General ® Ramiro Matos González, ERD, hombre prominente que ejerció las funciones de Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, Secretario de Estado de Interior y Policía, Jefe del Ejército, Jefe de la Policía Nacional, y director de Migración, además de múltiples aportes a la nación dominicana como instructor militar a tiempo completo, escritor, escultor e inventor y miembro de la Academia Dominicana de Historia, entre otras cualidades, me sumergí en una profunda reflexión.
No puedo negar, que reflexionaba en silencio sobre las injusticias que a veces se cometen en el Estado al momento de honrar a sus figuras nacionales. Cavilación, que vino a mi mente al comparar estas honras fúnebres con las que se realizaron en diciembre del 2015 al entonces alcalde Juan de los Santos -Juancito Sport-, destacado dueño de bancas de apuestas y exlegislador, que incluyeron declaración, por decreto presidencial, de tres (3) días de duelo nacional y banderas a media asta.
Debo dejar claro, que no es mi intención desmeritar la reconocida figura pública que fue Juan de los Santos, ni sus talentos empresariales, pero sí advertir que el legado institucional y cultural del general Ramiro Matos mereció ser destacado como un ejemplo a imitar por las futuras generaciones.
El reconocimiento de personajes sobresalientes de una nación debería ser sobre la base de un equilibrio entre los aportes históricos y la relevancia contemporánea, evitando que las pasiones políticas del momento opaquen los méritos y logros de quienes han servido con honor y dedicación al país.
Al no reconocer, como debió ser, a una figura como Ramiro Matos González, el Estado envía un equivocado mensaje de que los aportes más duraderos y profundos a la sociedad pueden ser menospreciados frente a los logros más recientes o mediáticos, contribuyendo a una desconexión generacional con el pasado, dificultando que las futuras generaciones entiendan y valoren el impacto de aquellos que trabajaron por el país en contextos históricos complejos, sin pasar facturas.
Al cometer este error o quizás indeseada omisión, este tipo de decisiones pueden ser percibidas como subjetivos actos políticos que priorizan el interés partidista sobre el criterio objetivo de méritos, lo que genera malestar en sectores que ven estas decisiones como injustas.
El Estado tiene la responsabilidad de establecer criterios claros y objetivos para el reconocimiento póstumo de figuras nacionales. Criterios, que deberían considerar no solo la cercanía temporal o política, sino también la profundidad y trascendencia de los aportes de cada personaje al desarrollo de la nación. Hacerlo contribuirá a un mayor sentido de justicia histórica, fortalecerá el respeto por las instituciones y permitirá honrar debidamente a quienes realmente han trabajado por el bienestar general del país.
El general Ramiro Matos González merece ser recordado y encomiado por sus grandes contribuciones, aunque el Estado no haya reconocido su legado en vida ni en muerte de la manera que merecía, su ejemplo seguirá siendo un recordatorio de la importancia del sacrificio e indiscutible trascendencia pública, y el servicio desinteresado, valores que trascienden más allá de cualquier homenaje oficial.
iLoor a nuestros grandes hombres!