Girón, una lección que debe permanecer viva en todas las generaciones
Por: Claudia Fonseca Sosa, Marcelino Vázquez Hernández.
En la madrugada del 17 de abril de 1961, se produjo la invasión mercenaria a Playa Girón. Un contingente de 1 500 hombres había partido desde Puerto Cabezas, Nicaragua, a bordo de cinco buques de guerra estadounidenses, escoltados por unidades navales adicionales. La operación tenía como objetivo desembarcar en dos puntos estratégicos de la Bahía de Cochinos: Playa Girón y Playa Larga. Desde allí, los invasores buscaban establecer una cabeza de playa y formar un gobierno provisional contrarrevolucionario, que solicitaría de inmediato la intervención militar de los Estados Unidos.
El lugar elegido para la invasión fue la Ciénaga de Zapata, una región de difícil acceso, conectada únicamente por tres terraplenes. Los mercenarios asumieron que estas condiciones facilitarían el bloqueo de las fuerzas revolucionarias cubanas.
Ante la agresión, el pueblo cubano, organizado en milicias obreras, campesinas y estudiantiles, junto al Ejército Rebelde, se movilizó rápidamente para defender la Revolución Socialista. Fidel Castro lideró personalmente la batalla desde el escenario de los enfrentamientos, demostrando una vez más su experiencia y liderazgo, forjados desde los años de insurrección en la Sierra Maestra.
Las fuerzas revolucionarias lograron capturar a más de mil mercenarios y confiscar cinco tanques medianos M-41, así como una gran cantidad de armamento de todo tipo. Además, hundieron dos buques, tres barcazas y derribaron diez bombarderos B-26. Sin embargo, la defensa costó un alto precio: 176 combatientes cubanos perdieron la vida y más de 300 resultaron heridos, entre ellos cincuenta quedaron incapacitados de por vida.
En menos de 66 horas, el 19 de abril de 1961, las fuerzas revolucionarias derrotaron a las tropas mercenarias. Con ello, los invasores no lograron su propósito de restaurar el neocolonialismo en Cuba, eliminar la primera experiencia socialista en América y destruir el ejemplo inspirador de la Revolución Cubana para los pueblos latinoamericanos.
Sobre esta victoria histórica, Fidel Castroexpresó:
“[…] Esta fecha tendrá siempre gran trascendencia en la historia de nuestra Revolución. Fue para nuestra Patria y para nuestra Revolución una batalla decisiva […] Si las batallas de la lucha contra la tiranía hicieron posible la conquista del poder revolucionario y cambiaron el curso de la historia en nuestro país, la batalla de Playa Girón impidió que la historia de nuestro país diese marcha atrás y salvó la Revolución.”
El coronel retirado Armando V. Martínez Álvarez tenía apenas 17 años cuando tuvieron lugar los sucesos de Playa Girón. Era miembro de las unidades de artillería, elemento fundamental en la victoria de aquel 19 de abril, cuando al imperialismo sufrió su primera gran derrota militar en América Latina.
¿Cómo llega a las unidades de artillería?
—Soy de origen campesino. Mi infancia transcurrió en una finca llamada Las Delicias, ubicada cerca del barrio Nazareno, en el municipio de Placetas, perteneciente a la antigua provincia de Las Villas. Desde pequeño ayudaba a mi padre en las labores agrícolas, especialmente en el ordeño de vacas. Allí concluí mi educación primaria y comencé los estudios secundarios en Placetas.
Fue en Nazareno donde me integré al movimiento clandestino del Directorio Revolucionario, bajo la guía de Gladys Méndez. Participé activamente en tareas propias de la lucha clandestina, como la venta de bonos, la distribución de propaganda y la mensajería, entre otras.
Con el triunfo de la Revolución en 1959, me trasladé a La Habana, donde ya residía mi hermano, integrante del Ejército Rebelde. Comencé a trabajar en una farmacia ubicada en la calle 42, entre 27 y 29, en el municipio Playa.
En octubre de 1960, atendiendo al llamado de Fidel para formar parte de las unidades de artillería que recibíamos de los países socialistas, me incorporé a la defensa de la patria. El 2 de octubre ingresé en la Base Granma para realizar un curso acelerado de artillería, con una duración aproximada de dos meses.
El 31 de diciembre de 1960, durante la movilización nacional ante una posible agresión estadounidense, debido al cambio de presidente (Kennedy reemplazando a Eisenhower), fui trasladado a Pinar del Río. Allí tuve la responsabilidad de proteger los cañones de 85 mm y, posteriormente, participar en la defensa de los cañaverales contra los aviones piratas que intentaban incendiar las plantaciones.
¿Y cómo recuerda esos días de Girón?
—El 15 de abril de 1961, ocho aviones piratas, pintados con insignias cubanas y procedentes de Nicaragua, realizaron un ataque sorpresa contra tres aeropuertos: Santiago de Cuba, San Antonio de los Baños y Ciudad Libertad. Nuestra artillería antiaérea logró derribar un avión cerca del Hotel Comodoro y dañar varios más. Sin embargo, sufrimos 53 heridos y 7 muertos, la mayoría en Ciudad Libertad.
El 16 de abril, escuchamos el histórico discurso de Fidel, en el que declaró el carácter socialista de la Revolución y alertó sobre la inminente invasión.
Al día siguiente, 17 de abril, partimos hacia Playa Girón con la Batería 13. La Habana estaba conmocionada, pero la población nos alentaba con gritos de “¡Denle duro!” mientras avanzábamos. Había que vencer al enemigo.
Llegamos al Central Australia al anochecer, donde fuimos recibidos por el propio Fidel. Desde allí, marchamos hacia La Carbonera, ubicada a 4 kilómetros de Playa Larga. A pesar de las dificultades del terreno, con formaciones de diente de perro, emplazamos nuestras piezas y nos preparamos bajo el liderazgo dinámico del capitán Mario Acosta, a quien llamábamos “Caballo Loco”. A la luz del amanecer, cantamos el himno del artillero y el himno nacional, mientras nos alistábamos para enfrentar el combate. Fue un momento muy emocionante.
A las 6:10 de la mañana, avistamos el primer avión mercenario, un B-26 pintado con nuestras insignias. Abrimos fuego masivo con nuestras ametralladoras, nublando el cielo con un aguacero de estrellas. El avión realizó una brusca maniobra y se alejó rápidamente, marcando nuestro bautismo de fuego.
Aunque hasta ese momento la aviación enemiga había actuado con impunidad, el Comandante en Jefe adoptó una estrategia decisiva: concentrar nuestra aviación en atacar los convoyes enemigos para cortar la conexión entre los suministros y los que desembarcaban. Desde entonces, nuestra artillería antiaérea se convirtió en un factor crucial en el desarrollo del combate.
Desde nuestra posición en La Carbonera, observamos una columna que se acercaba desde Playa Larga. Para nuestra sorpresa, eran trabajadores que habían sido prisioneros de los mercenarios y acababan de ser liberados. Allí me encontré con un compañero de infancia, “el Gallego” Bonifacio. Conversamos brevemente hasta que una alarma aérea lo alejó y lo perdí de vista. Más tarde, supe que fue él quien llevó la noticia a mi barrio de que yo estaba combatiendo.
El 18 de abril, avanzamos hacia Playa Larga. En el camino, derribamos otro avión mercenario. Su estrategia había cambiado: evitaban nuestras posiciones defensivas.
En Playa Larga, enfrentamos momentos conmovedores, como el de un carbonero que nos pidió herramientas para desenterrar a su esposa fallecida por un ataque aéreo. Esa misma tarde, por error, atacamos uno de nuestros aviones debido a la falta de señales claras de identificación, aunque afortunadamente el piloto escapó ileso.
Luego, aviones estadounidenses supersónicos sobrevolaron Playa Larga, pero huyeron rápidamente tras nuestro contraataque. Al parecer, esos pilotos habían dado información para atacar una columna de guaguas que se trasladaba de Playa Larga a Playa Girón. Desgraciadamente, esa columna no llevaba artillería antiaérea, y los mercenarios se aprovecharon. Hubo varios muertos y heridos.
En la madrugada del 19 de abril, un B-26 enemigo nos atacó en Mercedes. Aunque disparó con intensidad, logramos rechazarlo. Más tarde, supimos que fue derribado cerca del Central Australia, en una acción destacada que marcó la primera vez que un avión enemigo caía en tierra durante la batalla. De todos los aviones derribados en Girón (por la aviación y por la artillería), este fue el único que cayó en tierra.
La estrategia de los mercenarios solía basarse en atacar y huir, pero el piloto de este avión decidió enfrentarse directamente, probablemente consciente de que el puesto de mando cubano se encontraba en esa posición. Tras ser alcanzado, el avión fue destruido, y los tres tripulantes lograron sobrevivir al impacto. Intentaron escapar, pero desde el puesto de mando se organizó un grupo de combatientes para darles persecución. Aunque los mercenarios ofrecieron resistencia, finalmente fueron neutralizados. El único sobreviviente fue el artillero, un cubano mercenario que fue capturado. Por su parte, el piloto y el copiloto, ambos estadounidenses, fallecieron en el enfrentamiento.
Esa tarde, otro avión mercenario fue derribado en Punta Perdiz.
Al mediodía, recibimos alimento por primera vez en días: una lata de carne rusa, que devoré antes de recibir órdenes de avanzar hacia Playa Girón. Una innovación táctica marcó este avance, pues montamos nuestras ametralladoras en camiones, acompañando a la infantería y disparando hacia la playa.
Finalmente, a las 5:30 de la tarde, entramos en Playa Girón junto a la Policía Nacional Revolucionaria y otras fuerzas, logrando la primera gran derrota del imperialismo en nuestra patria. Los mercenarios, desorganizados, se rindieron masivamente.
Los resultados de la batalla fueron contundentes: nuestra artillería derribó cinco aviones (dos en Girón y tres en Ciudad Libertad), aunque lamentablemente perdimos a jóvenes combatientes, cuyas edades oscilaban entre 14 y 25 años.
Las edades de los caídos las tengo acá anotadas:
- Nelson Fernández: 14 años
- Rolando Valdivia: 15 años
- Juan Domingo Cardona: 17 años
- Hugo Rivero Aloy: 20 años
- Eduardo García Delgado: 25 años (el mayor, caído en Ciudad Libertad).
¿Qué edad tenía usted?
—También tenía 17 en ese entonces.
¿Qué sintió al vencer al enemigo?
—Una emoción tremenda, no solo por la victoria, sino por la forma en la que el enemigo huyó cobardemente. Además, fue clave la participación directa de Fidel, dirigiendo el combate desde el principio. Eso nos transmitía confianza.
Tengo acá unos datos sobre los resultados de la epopeya:
- Por parte de los mercenarios: 1 182 prisioneros y 7 muertos (de estos, 5 eran de nacionalidad norteamericana).
- Por nuestra parte, tuvimos 176 muertos, 300 heridos y 50 incapacitados.
¿Qué pasó después de Girón?
— Tras la victoria, regresamos a la Base Granma y luego fuimos reubicados en otros lugares del país. Continué mi vida en la Revolución; pero eso ya es otra historia…
Pasó a ocupar importantes responsabilidades en las Fuerzas Armadas…
—Después de los acontecimientos en Playa Girón, continué sirviendo en las Fuerzas Armadas, inicialmente en la artillería antiaérea. Con el tiempo, asumí responsabilidades políticas cuando se formaron las primeras unidades organizativas. Fui asignado al Batallón 1 de la 270, donde comencé como instructor revolucionario en una batería.
Posteriormente, me capacité en la Escuela “Osvaldo Sánchez” en Camagüey, y fui seleccionado para contribuir a la construcción del Partido dentro de las Fuerzas Armadas. Este importante rol comenzó oficialmente el 2 de diciembre de 1963, cuando inicié mi labor en la 56.ª División del Ejército Oriental, un honor que recuerdo con profundo orgullo. También contribuí a la formación de la Juventud en el seno del ejército.
En 1967, participé en la fundación del Cuerpo del Ejército de Holguín, bajo el liderazgo del Comandante Colomé Ibarra, quien fungía como jefe del Cuerpo, y el Coronel Fernández, jefe de Estado Mayor. Allí desempeñé el cargo de jefe de la Sección Política, posición que ocupé hasta 1974. Durante ese período, también serví como segundo jefe de la Sección Política del Ejército y, en ocasiones, asumí el rol de jefe interino.
En 1974, fui seleccionado para realizar estudios en la Academia Lenin, en la Unión Soviética, donde completé un riguroso curso de cuatro años. Al finalizar, obtuve dos títulos: “Enseñanza Político-Militar Superior” y “Máster en Ciencias Históricas.”
De regreso en Cuba, asumí responsabilidades como jefe de la Sección Política de la Academia de las Fuerzas Armadas y posteriormente como jefe de la Sección Política del Ejército Oriental. Además, trabajé en la Secretaría del Ministro y en la Dirección de Cuadros, llegando a ocupar el cargo de segundo jefe de la Dirección Política de las FAR.
También tiene en su hoja de vida una misión internacionalista…
—El 27 de octubre de 1987, coincidiendo con el día de mi cumpleaños, fui enviado como internacionalista a Nicaragua. Permanecí allí durante dos años y tres meses, cumpliendo con el deber que nos había encomendado la Revolución.
Al regresar a Cuba, fui designado jefe político de la Logística, cargo que desempeñé con responsabilidad y compromiso. Posteriormente, asumí el honor de presidir la Asociación de Combatientes de La Habana, un rol que me permitió seguir sirviendo a mi país y a quienes dieron tanto por su defensa.
En 1997 me jubilé. Concluí mi trayectoria en las Fuerzas Armadas con el grado de Coronel, cerrando una etapa llena de aprendizajes, sacrificios y satisfacciones.
En 2008 publicó el libro Tal como lo recuerdo, donde narra sus memorias como combatiente de las FAR…
—El libro fue publicado por la editorial Verde Olivo.
Abarca toda mi vida, desde la batalla de Girón, la fundación del Partido dentro del ejército, mi experiencia en la URSS, la misión internacionalista en Nicaragua y mis vivencias en las Fuerzas Armadas. Narro hechos en los que participé directamente en cada uno de esos momentos.
¿Por qué cree que sea relevante que los jóvenes de la Cuba de hoy conozcan la historia de Girón?
—¿Por qué la historia de Girón es importante para los jóvenes y las futuras generaciones? Su relevancia es indiscutible. A lo largo de nuestra historia, los jóvenes han demostrado ser la primera línea de combate, siempre dispuestos a asumir los retos, incluso cuando algunos puedan dudar de su compromiso. Estoy convencido de que seguirán liderando con valentía y determinación.
No podemos permitir que el pasado caiga en el olvido. Es fundamental que las nuevas generaciones conozcan cómo sus antepasados defendieron la independencia y, posteriormente, el socialismo. Hoy enfrentamos constantes agresiones y un bloqueo injusto, pero el espíritu de resistencia de nuestro pueblo permanece intacto.
Recientemente, revisité el artículo de José Martí, “Vindicación de Cuba”. Este texto es esencial para que los jóvenes comprendan cómo, desde hace mucho tiempo, nuestro enemigo ha intentado menospreciar y marginar a nuestro pueblo. Sin embargo, la historia también nos enseña que la juventud cubana siempre ha sabido mantener su firmeza, y estoy seguro de que continuará demostrando esa disposición a luchar por sus ideales y por su país.
En medio de las dificultades que enfrenta nuestro país, bajo el constante asedio de un enemigo poderoso, Girón representa la valentía, la unidad y la capacidad de superar cualquier desafío. Esa lección debe permanecer viva en las nuevas generaciones, como guía para enfrentar los retos del presente y del futuro
¡Gracias por la charla!
—¿Un café?
¡Claro! Y mucha salud.