Jorge Luis Borges, ¿Ya no es mágico el mundo?

Virgilio López Azuán.

No hay cosa donde haya más magia que en la poesía. Esta vive y palpita, subyace y aflora, regenera y transmuta.

Me he asombrado tanto que ya no tengo párpados para asombrarme más. Estas palabras me surgieron ante un hecho inusitado que no quiero describir. Desde entonces, cada vez que me asombro por algo, pienso que esta frase fue dicha en un momento culminante, donde el pasmo sobrepasó los límites de mis órbitas, como si de ahí en adelante nada me asombraría, nada ensancharía un músculo de mi cuerpo que pueda helar mi respiración. Pero me equivocaba —y cuando me pasa algo así—, evoco estos versos de Rafael Alberti: “Se equivocó la paloma / se equivocaba”.

Sí, me equivoqué. Siempre habrá motivos para el asombro, si no fuera así, habría que decirle adiós a la poesía y a la filosofía. Tampoco dejo de recordar a Borges, el inmenso Jorge Luis Borges, cuando escribe en un verso de su poema “1964”: “Ya no es mágico el mundo…”. Quizá mi pensamiento algorítmico asoció el asombro con el hecho de magia, porque pocas cosas asombran al individuo humano como la magia. Tanto así, que ese tipo de asombro va desde la sensación más horrenda hasta la más hilarante.

Jorge Luis Borges.

Las primeras manifestaciones para la comprensión del mundo en los humanos fueron mágicas y míticas o ambas a la vez; el misterio era entonces el ropaje, el supremo manto por develar. Para ello estuvo y está presente el asombro, lo que llevó al deslumbramiento, a la fascinación por el conocimiento, a preguntarse sobre el porqué de las cosas, a que Platón penetrara al mito y mostrara al conocimiento de forma figurada.

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