No hay cosa donde haya más magia que en la poesía. Esta vive y palpita, subyace y aflora, regenera y transmuta.
Me he asombrado tanto que ya no tengo párpados para asombrarme más. Estas palabras me surgieron ante un hecho inusitado que no quiero describir. Desde entonces, cada vez que me asombro por algo, pienso que esta frase fue dicha en un momento culminante, donde el pasmo sobrepasó los límites de mis órbitas, como si de ahí en adelante nada me asombraría, nada ensancharía un músculo de mi cuerpo que pueda helar mi respiración. Pero me equivocaba —y cuando me pasa algo así—, evoco estos versos de Rafael Alberti: “Se equivocó la paloma / se equivocaba”.
Sí, me equivoqué. Siempre habrá motivos para el asombro, si no fuera así, habría que decirle adiós a la poesía y a la filosofía. Tampoco dejo de recordar a Borges, el inmenso Jorge Luis Borges, cuando escribe en un verso de su poema “1964”: “Ya no es mágico el mundo…”. Quizá mi pensamiento algorítmico asoció el asombro con el hecho de magia, porque pocas cosas asombran al individuo humano como la magia. Tanto así, que ese tipo de asombro va desde la sensación más horrenda hasta la más hilarante.
Las primeras manifestaciones para la comprensión del mundo en los humanos fueron mágicas y míticas o ambas a la vez; el misterio era entonces el ropaje, el supremo manto por develar. Para ello estuvo y está presente el asombro, lo que llevó al deslumbramiento, a la fascinación por el conocimiento, a preguntarse sobre el porqué de las cosas, a que Platón penetrara al mito y mostrara al conocimiento de forma figurada.
La magia asombra y pasma, pero a la vez ciega y alumbra. Todas estas cosas nos las enseñaron y las captamos del contexto vivido. Entonces, cultivamos los asombros, la ceguera y el relumbrón a lo largo de toda nuestra historia antropológica. Pero ¿Qué tal si ya no es mágico el mundo, como versificaba Borges, aplicándole a su expresión poética un sentido distinto como el que tratamos en esta exposición?
Ese mundo borgiano del poema “1964” solo fue un motivo para que saltara desde el confín este tema de la posible pérdida de la magia del mundo. Nada tiene que ver con el texto y quizá con sus motivaciones poéticas. Bueno, ese es el beneficio de la lectura, que de un verso usted puede abrir muchos caminos de expresión e interpretación —incluso—, alejándose del propósito del autor.
Una poesía que no produce magia, sencillamente puede ser cualquier cosa, menos poesía.
Esta vez no me interesó lo que quería decir Borges con su poema, ni tampoco seguir un método analítico para entrar en sus hondones. Me paré ahí mismo, en el primer verso; es más, en la mitad del verso, para titular este artículo: “¿Ya no es mágico el mundo?” Pero pasma toda la estrofa, veamos: “Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. / Ya no compartirás la clara luna / ni los lentos jardines. / Ya no hay una luna que no sea espejo del pasado / cristal de soledad, sol de agonías”. Y me hago las preguntas ¿Ya no es mágico el mundo? O ¿El mundo tendría que inventar otras magias?
Sin darme cuenta caí en el laberinto borgiano, con la ilusión de encontrar una salida. Porque a decir del mismo Borges, él prefería los laberintos ante el caos. En ellos existe la esperanza; en cambio, ante el caos, la incertidumbre suele ser terriblemente desoladora.
Todo esto es para decir que el país científico y más, fuimos testigos del pedido de cientos de expertos para que se detengan las pruebas de inteligencia artificial (IA). Que se haga pausa en el desarrollo de sistemas “más potentes” que el nuevo GPT-4 de OpenAI, respaldado por Microsoft.
Con Elon Musk a la cabeza, el pedido fue por seis meses debido al “riesgo para la sociedad y para la humanidad” por los posibles escenarios apocalípticos imaginados. Enseguida, vinieron las opiniones de otros expertos en total desacuerdo con la petición. Obviamente, entre estas empresas hay muchos intereses que se encuentran en pugnas. Hay que acotar que en las últimas décadas la velocidad con que se desarrollan los programas de IA en el mundo da pie para que conocimientos, actos de magia y misterios ancestrales sean develados; los ilusionistas y magos sean desprestigiados —o por lo menos— estén buscando rutas alternas para sostenerse como parte de la construcción de las sociedades humanas.
Muchos misterios de religiones, sectas y cofradías —los cuales eran sostenidos por creencias —ya no lo son tantos. La ciencia y las inteligencias artificiales han derrumbado postulados que antes eran sostenidos por conocimientos metafísicos, principalmente aquellos que están asociados a los temas de la energía: humana, natural y cósmica. Aquellos que permitían simular actos de magia.
Desde mediados del siglo XX el aura metafísica puede ser vista por medio de una cámara, si nos remontamos a Semyon Kirlian en el 1939. Un avance en este campo ha sido la tecnología de imagenología aura-energética de hoy en día con respecto al invento de Kirlian.
Muchos de los inventos científicos realizados anteriormente, las nuevas inteligencias, incluyendo el metaverso y el lenguaje producido por los robots, son realidades o virtualidades desmitificadoras. Si es así, el mundo está siendo menos mágico.
Pero qué tal si decimos que no es así. Todas las disrupciones multiplican los saberes, y es por eso que a cada ruptura de un acto de magia o misterio, surgirán más. Las capacidades creativas humanas, las posibilidades cósmicas de accionar y penetrar suelen ser sencillamente insondables.
Confieso en realidad que algunos principios aprendidos en mis estudios de pregrado, como los encontramos en la geometría euclidiana —que una línea recta tiene un número infinito de puntos y que sobre un punto pasan infinitas rectas—, sencillamente sorprende todo lo que esto puede significar en la búsqueda de respuestas en la vastedad de un plano o del universo. Si hacemos una analogía con lo anteriormente dicho, sobre cada acto o expresión mágica en el contexto humano y cósmico, pasan infinitas formas de hacer magia. Sobre cada creación poética, donde exista la verdadera consumación de la poesía, más poesía se puede encontrar y tendrán que ensancharse las órbitas de nuestros ojos para seguirnos asombrando más.
No hay cosa donde haya más magia que en la poesía. Esta vive y palpita, subyace y aflora, regenera y transmuta. Una poesía que no produce magia, sencillamente puede ser cualquier cosa, menos poesía. No importa que sea en las dimensiones llamadas reales o imaginarias, en los universos posibles o en el mundo virtual.
¡Borges, el mundo sigue siendo mágico! La magia, como la imaginación y la poesía, se multiplican y se expanden a planos inconmensurables.