José Martí: el arte de conspirar (1 de 3)
Raúl Rodríguez La O
«(…) Pero hay que quitar todo pretexto al enemigo, vigilante en
estos días difíciles. Déjeme velar, y cortarles los caminos. (…)»
José Martí
Los historiadores, investigadores y especialistas en la obra martiana aún no han abordado con la suficiente profundidad, amplitud y sistematicidad la importancia que nuestro Héroe Nacional les concedió siempre a las actividades de espionaje y contraespionaje en nuestras luchas independentistas, fundamentalmente durante la Guerra Chiquita, y en particular durante los preparativos de la gesta de 1895, de manera especial a partir de la fundación del periódico Patria, el 14 de marzo de 1892, y de la creación del Partido Revolucionario Cubano, el 10 de abril de ese mismo año.
Los seudónimos de los independentistas cubanos
Cuando José Martí cayó en el combate de Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, llevaba en una cartuchera de cuero un pequeño librito donde aparece impresa una lista de nombres masculinos y al lado de muchos de esos nombres escribió en letra cursiva los de patriotas y personas que lo auxiliaron en sus actividades revolucionarias y sin lugar a dudas para nombrarlos en su correspondencia sin que pudieran ser identificados o descubiertos. Así por ejemplo en dicho listado podemos comprobar que Martí era Abel; y Antonio Maceo, Alfred; Flor Crombet, Ford; Guillemón Moncada, Luke; y Calixto García, Julián; Serafín Sánchez, Green y Salvador Cisneros Betancourt, Hughes.
Igualmente el Apóstol en sus claves y enmascaramientos para impedir las actividades de los espías enemigos utilizaba distintas formas. Así por ejemplo se valía también de los números. En uno de sus apuntes podemos apreciar que Antonio era identificado por el Siete; y Leonor, por el Veintitrés; María, por el Doce; y Carmen, por el Veintiuno.
Hablar lo necesario
Pero realmente sus inquietudes y preocupaciones por la actividad de los agentes enemigos de la independencia y la forma de enfrentarlos la podemos ya apreciar en fecha tan temprana como el 19 de enero de 1869, cuando en el periódico satírico El Diablo Cojuelo, al criticar y denunciar al gobierno español y la denominada libertad de imprenta, alertaba ya de no hablar mucho, sino lo necesario y con sumo cuidado, al afirmar: ‘’que las lenguas andan sueltas y las cosas muy revueltas’’.
El 10 de noviembre de ese mismo año, y ahora desde la cárcel, le escribe una carta a su madre, en la cual también se puede observar su preocupación y medidas para evitar que le intercepten su correspondencia. Aquí le dice: ‘’Anteayer también escribí a V.; pero no he tenido con quien mandar las cartas y no quiero que pasen en la cantina por la puerta. Como escribo a V. hoy rompo la carta de antier’’.