Juan Bosch llegó con un mensaje de amor
Por Matías Bosch Carcuro
Las historias de esos niños y de esas niñas, las historias de sus propios hermanos, la historia de su hermano Francisco y de su primera hermana Ana, que murieron por disentería. ¿Y por qué murieron? por el agua contaminada.
Todavía mueren en este país personas por enfermedades que ya no deberían matar a nadie. Porque estamos en el 2022; esa era la historia de vida de Juan Bosch; no era otra.
Un amor muy profundo, una capacidad de ternura muy grande que le permitió volver a este país después de 23 años de destierro: separarse de sus padres, de sus hermanas, saber que sus familiares morían; separarse de sus hijos, separarse de su esposa, y sobre todo mucho odio y mucha sangre. Ser familiar de Juan Bosch no se permitía; lo sé por mi tío, por mis tías, por mi papá, era peor que ser el hijo o la hija de un narcotraficante famoso; era ser hijo de lo peor.
¿Qué tendría que aportarnos Trujillo hoy?
Prácticamente no salían de la casa. No se relacionaban con nadie; imagínense que a su propio padre lo acusó el régimen de Trujillo de proxeneta, es decir, de explotar a mujeres en la prostitución, a su padre.
A su hermano, que era mecánico, también le hicieron un expediente judicial. A él vivían inventándole expedientes para descalificarlo; usaban el Foro Público, que se publicaba en la prensa, inventando todas las cosas más horripilantes para que la gente lo odiara.
La familia vivía aquí. Sufría eso; niñas y niños sufrían ese calvario, y así hay todavía personas que publican en las redes «Trujillo, ven a ver».
¿Ven a ver qué? ¿Qué tendría que aportarnos Trujillo hoy?
«No venimos a gobernar con amigos contra enemigos»
Vivir en el miedo, en el odio, en el sometimiento, en el pánico de que a lo mejor quieren violar a mi hermana o a mi hermano porque dijo algo con lo que no estaban de acuerdo. Lo van a desaparecer; lo van a torturar; lo van a matar.
Volvió, pero no volvió con un mensaje de revancha. Llegó con un mensaje de amor: de que era posible la convivencia pacífica, y aquella idea fabulosa que dijo el 16 de agosto, que se cumplían los cien años del Grito de Capotillo: «Darle a la libertad la parte que le falta. A la libertad nacional, darle la justicia social.»
Cuando dijo en su discurso de juramentación: «No venimos a gobernar con amigos contra enemigos». Imagínense lo que es decir eso después de 31 años cuando un clan era el dueño del país.