La batalla entre el “Gran Israel” y el “Neo-otomanismo” en Siria
Mohamad Hasan Sweidan.
Ilustración: The Cradle
A medida que Israel intensifica sus advertencias sobre las ambiciones hegemónicas y la influencia militar de Turquía en Siria, una asociación que en su día fue estratégica se está convirtiendo en una profunda rivalidad que podría remodelar la región.
En enero, el Comité de Examen del Presupuesto de Seguridad y Creación de Fuerzas de Israel, conocido como el Comité Nagel, por su presidente Yaakov Nagel, publicó un informe en el que se destacaba la amenaza potencial para la seguridad que suponía una alianza sirio-turca.
El comité advirtió de que este eje emergente podría convertirse en un desafío aún mayor que Irán, y concluyó que Israel debería prepararse para una confrontación directa con Turquía, citando las ambiciones de Ankara de restaurar la influencia de la era otomana.
Menos de dos meses después de la publicación del informe, el ejército israelí lanzó nuevas cuentas en turco en las plataformas de redes sociales X y Telegram, ampliando su alcance a siete idiomas: hebreo, inglés, árabe, francés, español, persa y ahora turco. La medida plantea una pregunta crítica: ¿se ha convertido Turquía, un socio comercial clave, en una amenaza directa para Israel?
De socios a rivales
En geopolítica, las alianzas suelen ser temporales, dictadas por intereses mutuos más que por alineación ideológica. Israel y Turquía compartieron en su día una cooperación estratégica en los años noventa y principios de los 2000, con amplios vínculos militares y de inteligencia.
En aquel momento, ambos Estados veían a Irán y Siria bajo el gobierno de la familia Assad como adversarios comunes. Sin embargo, a medida que la dinámica regional cambiaba, surgió una competencia latente entre ambos. Hoy en día, Ankara y Tel Aviv se encuentran en lados opuestos de la reestructuración de la posguerra de Siria, y cada uno ve al otro como un rival directo.
En otras palabras, dos países pueden ser aliados oficiales, o al menos no enemigos, y sin embargo competir por la hegemonía regional.
Esta realidad conduce a posibles tensiones y conflictos, porque cada parte busca consolidar su propia influencia y es vista como una amenaza para la otra.
La relación entre Turquía e Israel ejemplifica este solapamiento entre intereses compartidos, como contener a Irán, y ambiciones conflictivas, creando un delicado equilibrio entre cooperación y competencia.
Las alianzas no son entidades estáticas, sino que evolucionan a medida que cambian los cálculos estratégicos, especialmente cuando un vacío político, como en la Siria posterior al expresidente Bashar al-Assad, atrae a potencias que aspiran a la hegemonía regional.
Asli Aydintasbas, investigadora visitante de la Institución Brookings, señala que, aunque Turquía e Israel compartimentaron anteriormente su cooperación en materia de seguridad y sus diferencias políticas, ahora están trabajando activamente para socavarse mutuamente:
Siria se ha convertido en un escenario de guerra indirecta entre Turquía e Israel, que se ven claramente como competidores regionales… Esta es una dinámica muy peligrosa porque en todos los diferentes aspectos de la transición de Siria, hay un choque de posiciones turcas e israelíes.
Tras las guerras de Gaza y Líbano, la búsqueda de Israel del dominio regional, reforzada por el apoyo incondicional de Estados Unidos, ha alarmado a los aliados de Washington, incluida Turquía.
Los analistas turcos advierten de que este camino podría desencadenar una resistencia regional más amplia, lo que aumentaría las tensiones en Asia occidental.
La perspectiva de Israel: la amenaza turca en Siria
Israel percibe la creciente influencia de Turquía en Siria como una amenaza directa en su frente norte. A los funcionarios israelíes les preocupa que la Siria post-Assad, alineada con Ankara, pueda eventualmente fomentar un gobierno extremadamente dominado por “islamistas suníes” hostil a Tel Aviv.
Esta preocupación es particularmente sorprendente dado el pasado apoyo de Israel a las facciones de la oposición siria, incluidos los militantes de Hayat Tahrir al-Sham (HTS) que ahora gobiernan Damasco. Inicialmente, Israel vio a estos grupos como un contrapeso a la influencia iraní. Sin embargo, con la expulsión de Assad, la incertidumbre se cierne sobre las implicaciones a largo plazo de su gobierno.
A principios de 2025, un comité de seguridad israelí advirtió que una Siria extremista de orientación suní-islamista afiliada al eje turco podría suponer una amenaza mayor que el gobierno de Assad, aliado de Irán.
Israel puede enfrentarse a una nueva amenaza de una fuerza suní extremista que se niega a reconocer la existencia de Israel en primer lugar”, decía el informe del comité, señalando que esta amenaza “puede no ser menos grave” que la que representa el eje Irán-Hezbolá.
A las preocupaciones israelíes se suma la posibilidad de que el norte de Siria se convierta en un santuario para grupos armados hostiles a Israel.
Los vínculos de Ankara con Hamás han hecho saltar las alarmas en Tel Aviv, y la inteligencia israelí teme que el territorio sirio controlado por Turquía pueda servir de base para futuros ataques.
En consecuencia, Israel ha presionado a Washington para que mantenga las sanciones a Siria, argumentando que la protección turca al nuevo gobierno sirio podría envalentonar a las facciones antiisraelíes.
Los logros de Turquía y los cálculos estratégicos de Israel
Más allá de Siria, Israel considera a Turquía como un adversario regional emergente con aspiraciones expansionistas. Bajo el mandato del presidente Recep Tayyip Erdogan, Turquía ha proyectado su poder militar en Irak, Libia y el Mediterráneo oriental.
Ahora, su creciente presencia en Siria alarma aún más a los funcionarios del Ministerio de Defensa israelí, que ven las acciones de Ankara como parte de una agenda neo otomana más amplia.
Turquía también se menciona 15 veces en el informe de la Comisión Nagel, que advierte que convertir al ejército sirio en un “representante turco” podría conducir a “un cambio radical” en la naturaleza de las relaciones entre Tel Aviv y Ankara, e incluso podría presagiar una confrontación directa entre los dos estados.
Al apoyar a las facciones armadas que están subiendo al poder en Damasco, los israelíes creen que Turquía está convirtiendo a Siria en un estado vasallo, reemplazando a Irán como potencia dominante, lo que es profundamente preocupante para los dirigentes de Tel Aviv.
Según un informe de Israel Hayom, el ascenso al poder en Damasco de las facciones respaldadas por Turquía ha causado «noches de insomnio» a los dirigentes israelíes, que ahora están convirtiendo las actividades turcas en Siria en una de sus principales prioridades de seguridad.
Israel también observa, con creciente preocupación, la expansión militar de Turquía en Siria y las avanzadas capacidades de armamento de Ankara.
Un análisis realizado en febrero por el Centro Alma de Investigación de Israel advirtió que Turquía podría algún día apoyar a un representante extremista suní contra Israel o proporcionar apoyo directo al nuevo ejército sirio en cualquier posible enfrentamiento con Israel.
El creciente arsenal de misiles y drones de Turquía representa una amenaza directa, que obliga a Israel a reevaluar sus cálculos militares, especialmente con el segundo ejército más grande de la OTAN cerca de sus fronteras.
Israel busca la hegemonía regional, sin competencia
Aunque Israel enmarca sus preocupaciones en torno a la influencia de Turquía, sus acciones en Siria reflejan una estrategia más amplia dirigida a la dominación regional.
Históricamente, los responsables políticos israelíes han tratado de debilitar a los estados árabes vecinos, creando un Asia Occidental fragmentada que garantiza la seguridad y las ambiciones estratégicas de Israel.
El concepto de “Gran Israel”, a menudo desestimado como retórica marginal, ha influido, no obstante, en el pensamiento estratégico israelí. Como argumentó el erudito israelí Yitzhak Shahak, la ideología sionista prevé un Estado israelí ampliado con fronteras moldeadas por narrativas bíblicas.
Esta visión se alinea con el infame Plan Yinon de 1982, que abogaba por la partición de los países vecinos siguiendo líneas sectarias para facilitar el control israelí.
La prisa de Tel Aviv por el expansionismo es evidente en sus acciones sobre el terreno dentro de Siria. Tras la caída del gobierno de Assad, Israel amplió rápidamente su zona de amortiguación en el sur, sorteando las fronteras de los Altos del Golán ocupados.
Aunque los funcionarios israelíes han justificado la medida como necesaria para “garantizar la seguridad”, la infraestructura permanente que se está construyendo —desde emplazamientos militares, carreteras e incluso asentamientos— revela una agenda más ambiciosa.
Israel siempre ha aprovechado las oportunidades creadas por las vulnerabilidades de sus enemigos y nunca ha abandonado el sueño de expandir sus fronteras cuando y donde tenga la oportunidad.
Las tensiones de Israel con Turquía sobre Siria solo pueden entenderse plenamente en el contexto más amplio de sus aspiraciones regionales. Ya sea enfrentándose a Irán, Turquía o los estados árabes, el objetivo principal de Israel sigue siendo el mismo: mantener el dominio regional aprovechando la inestabilidad en su beneficio.
A medida que Ankara afirma su influencia en Siria, Tel Aviv percibe una doble amenaza: una inmediata, con facciones armadas que podrían atacar Israel, y otra a largo plazo, con Turquía emergiendo como un poderoso competidor regional. La respuesta estratégica de Israel, desde presionar a Washington hasta mantener las sanciones a Siria y ampliar la presencia militar en el norte, refleja un esfuerzo calculado para contrarrestar ambas amenazas.
En última instancia, la contienda entre Israel y Turquía en Siria no se trata solo de acuerdos de posguerra; es un microcosmos de una lucha más amplia por la supremacía regional.
Mientras ambos estados maniobran para dar forma al futuro de Asia Occidental, su rivalidad está a punto de redefinir la región en los años venideros.