La gramática parda del golpismo

Guillermo Piña-Contreras

Con ese título publicó Life en español (New York, 11/nov./1963, pp.14-17) un artículo firmado por Juan Bosch, a menos de dos meses después de que la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas dominicanas depusiera su gobierno, obtenido con el 59% de los sufragios en las elecciones generales del 20 de diciembre de 1962. Un acto irresponsable que ni sus patrocinadores y mucho menos sus ejecutores se detuvieron a medir las consecuencias, como se vería dos años más tarde, en los primeros días de la primavera de 1965.

Sin pretensiones literarias, «La gramática parda del golpismo» es por supuesto el testimonio del protagonista de los eventos de aquella madrugada de septiembre de 1963: Juan Bosch.

Respetando naturalmente las reglas que el propio escritor y político había establecido como necesarias para lograr un buen relato en la conferencia que dictara en la Universidad Central de Caracas en noviembre de 1958, «La técnica del cuento». El depuesto presidente respeta en ese testimonio las normas que él mismo había establecido para conseguir un buen cuento que fuera, además de la «intensidad», el relato de un hecho único, utilizando palabras estrechamente relacionadas con la acción del acontecimiento narrado para no perderlo de vista, para no desviarse e ir directamente al centro de la acción.

Siguiendo estas normas se inicia un pormenorizado relato de aquella madrugada cuando esa caterva de insensatos decidió alterar el curso de la historia dominicana. Olvidó que luego de 31 años de dictadura, el país había comenzado a encarrilarse por la vía democrática cuando Bosch se juramentó el 27 de febrero de 1963.

«Aunque toda persona capaz de enjuiciar con frialdad los hechos políticos de la República Dominicana», escribe Bosch, «sabía que un golpe de Estado era inminente, lo cierto es que vino a concretarse el 24 de septiembre,» pasada la medianoche. Lanzada pues la carnada, quedamos en vilo esperando saber cómo se desarrollaron los acontecimientos que sucedieron en la naciente madrugada del 25 de septiembre.

Para que su testimonio fuera más atractivo, Bosch da vuelta hacia el mediodía de la víspera cuando el conjurado ministro de las Fuerzas Armadas (FA), Viñas Román, le aconsejó que esa noche no durmiera en su casa. Extraña advertencia que puso en alerta al presidente. Además, al asistir esa tarde al cóctel en honor a un Almirante de los Estados Unidos en el Club de oficiales, observó que, a pesar de su presencia, sólo estaban allí Viñas Román, el jefe del Ejército y el de la Marina. Ante esta evidente descortesía, Bosch les convocó a una reunión en su residencia esa misma noche.

Viñas Román llegó con el subjefe del Ejército que «no dijo una palabra en los veinte minutos que duró la entrevista». El silencio del oficial le hizo pensar «que había alguna esperanza de evitar el golpe, aunque sabía que en el último momento ellos decidirían unirse a los alzados», relata Bosch.

Error de apreciación, pues en la medida en que el relato avanza vemos la mano del escritor detrás del episodio que narra al servirse de un recurso propio de novelistas: la analepsis o flashback, tan del gusto de los cineastas.

Recuerda también que los conjurados contaban con el Centro de Enseñanza (CEFA), que tenía bajo su mando los blindados y con la Aviación, pero agrega que era poco probable que el general Atila Luna, jefe de la aviación, y el coronel Wessin, del CEFA, volvieran a la «legalidad: ambos eran traidores por naturaleza y hombres sin carácter, a pesar de lo cual yo no podía sustituirlos porque precisamente por ser así, los demás jefes militares los respaldaban».

Ante la inminente trama militar, el presidente cita a los altos oficiales a su despacho en Palacio a las 11 de la noche. Bosch llegó media hora antes. Luego de varias llamadas se enteró de que se rumoraba que había sido hecho preso. «Yo sabía que la resistencia hubiera costado algunos cientos de vidas y que iba a desatar el terror sobre un pueblo indefenso». A partir de ese momento los acontecimientos se precipitan. Comprende que la «alta clase media, encabezada por los líderes de algunos pequeños partidos, por los líderes de los industriales y de los comerciantes, era precisamente la instigadora y la directora política del golpe».

El general Viñas Román llegó a medianoche y como si se excusara dijo que altos jefes militares recorrían los cuarteles y llegarían más tarde. La información era más inquietante que alentadora: «sabía lo que eso quería decir:», escribe Bosch, «los militares estaban unidos en su propósito de derrocar al gobierno […] A la 1:30 (ya era día 25, miércoles), comenzaron a entrar los altos oficiales. No llegaron ni Wessin y Wessin ni Atila Luna. Ninguno de los dos tenía entereza suficiente para encararse conmigo».

El desenlace de los acontecimientos lo da el coronel Rivera Cuesta: «Señores, hay que decirle la verdad al presidente, la verdad la sabemos todos». El gobierno constitucional de Juan Boschhabía sido depuesto por un grupo de militares irresponsables instigados por civiles, como señala Bosch, en su extraordinario relato de la aciaga madrugada del 25 de septiembre: «Desde el mes de abril, los golpistas civiles, encabezados por el Dr. Viriato A. Fiallo, comenzaron a presentar el peligro comunista como justificación para el golpe. El Dr. Fiallo cargará toda su vida con la mayor responsabilidad de este golpe; él fue el organizador de una maquinaria de propaganda verdaderamente infame, de la cual salían sin cesar las mentiras más patentes».

Ante la inminente trama militar, el presidente cita a los altos oficiales a su despacho en Palacio a las 11 de la noche. Bosch llegó media hora antes. Luego de varias llamadas se enteró de que se rumoraba que había sido hecho preso. «Yo sabía que la resistencia hubiera costado algunos cientos de vidas y que iba a desatar el terror sobre un pueblo indefenso». A partir de ese momento los acontecimientos se precipitan. Comprende que la «alta clase media, encabezada por los líderes de algunos pequeños partidos, por los líderes de los industriales y de los comerciantes, era precisamente la instigadora y la directora política del golpe».

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