La gran transición

Diálogo con Manolo Monereo. Moderadores: Gejo, Omar; Martinelli, Martín; Keegan, Gustavo; Rebottaro, Alan y Chanique, Luciano.

Pintura: León Zernitsky. Nació en Rusia en 1949. Artista plástico e ilustrador.

 

Diálogos Ucrania, ciclo de debates.

Manolo Monereo- La gran transición.

Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales CLACSO

Universidad Nacional de Luján, 22 de agosto de 2022.

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Manolo Monereo

La presente charla- debate se desarrolló en el marco de una transmisión virtual con el auspicio y participación del Observatorio Geohistórico de la Universidad Nacional de Luján y del Grupo Palestina y América Latina de CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales). En su desarrollo Manuel Monereo, analista político español y ex miembro del Congreso de los Diputados de España, comentó el actual conflicto en la zona de Ucrania al tiempo que insertó el suceso en un proceso más amplio, global, que él denominó «gran transición».


Manolo Monereo «La gran transición» Universidad Nacional de Luján y CLACSO. Moderadores: Gejo, Martinelli, Keegan, Rebottaro y Chanique

Fuente: https://www.youtube.com/c/CoordenadasCanal COORDENADAS


A continuación, su intervención. 

Manolo Monereo: La dificultad que tenemos los seres humanos hoy radica en no tener una visión omnicomprensiva de lo que está pasando y de las tendencias básicas que lo expliquen. La geopolítica tiene siempre una doble cara: una descriptiva, analítica con pretensiones de cientificidad y, por otro lado, una cara más compleja, estratégica, de saberes o conjunto de saberes relacionados con las estrategias político-militares y geopolíticas de los Estados. Eso nos va a perseguir siempre a aquellos que nos dedicamos a este saber extraño y un tanto satánico como es la geopolítica.

Desde ese satanismo que siempre hay que tener en este mundo, intento plantear que vivimos una situación de gran transición geopolítica y, en ese marco, hay que situar lo que está pasando en Ucrania teniendo en cuenta que no es más que una parte de un conflicto global cuyo objetivo es el Mar de China meridional. Esto es una guerra que inicia un conflicto más serio y profundo entre Estados Unidos y la OTAN con China.

Igualmente, el conflicto en Ucrania es una guerra por delegación porque el conflicto real es entre la OTAN y Rusia. Por eso hablo del conflicto en Ucrania y no de la guerra entre Rusia y Ucrania. Es el espacio donde se dirime una batalla político-militar, ideológica y cultural entre Estados Unidos, dirigiendo la OTAN, y Rusia. Lo que hace Ucrania es poner los muertos dentro de un aprovechamiento de una clase política especial ucraniana en torno a Zelenski.

La gran transición tiene cuatro puntos fundamentales. El primero es el declive relativo del poder de Estados Unidos que ya se discutió mucho pero hay que destacar que esto no significa el fin o colapso de un poder sino que, desde el punto de vista relativo, tiene menos poder o ya no tiene el que tenía. Esto no es, necesariamente, una buena noticia porque un poder en cuestión es mucho más agresivo y donde Estados Unidos tiene su poder intacto es en el ámbito político-militar. No hay ninguna potencia en el mundo que sea equiparable a Estados Unidos: sus 800 bases militares en todo el mundo, su control en torno de la OTAN con más del 60% del gasto mundial y, sobre todo, su capacidad y disposición de fuerza para montar una expedición de cien mil o doscientos mil efectivos para mandarlos a cualquier lugar del mundo, solo lo puede hacer Estados Unidos. A esto hay que agregar su estrategia marítima y su fortaleza en los portaaviones que garantiza el control de los mares. Por lo tanto, ese sería el primer dato.

Un segundo dato que ayudaría a entender lo que está pasando es la emergencia de China como gran potencia. Aquí hay que decir, porque siempre tenemos una visión demasiado eurocéntrica del mundo, que habría que hablar de reemergencia, de renacimiento, porque China era la primera potencia mundial a principio del siglo XIX. Para decirlo claro, en 1820 la primera potencia económica era China y, como decía Giovanni Arrighi, era la primera economía de mercado mundial. Queda por ver por qué no fue más lejos, pero eso es otra historia. Lo que sí se puede decir es que, en dos siglos, lo que los chinos llaman “la gran humillación” (1849-1949), lo han superado y en torno a 2030 serán la potencia económica en términos de Producto Bruto Interno (PIB), aunque ya lo es desde el punto de vista de paridad de compras. Sin embargo, esto va acompañado de la reconstrucción del poder de Rusia, tanto económica como tecnológica y militarmente.

Hay un tercer elemento que se tiende a olvidar y que los latinoamericanos recuerdan bien. Estamos viviendo la decadencia de Occidente, no sólo la emergencia de China. Aníbal Quijano decía que el día que los españoles llegaron a América, descubrieron tres cosas: el capitalismo, la modernidad y el racismo. Ese pensamiento decolonial, lo que él pensador peruano llamaba la colonialidad del poder, ha marcado la ciencia social latinoamericana y también las relaciones de los europeos con América Latina. Desde esa perspectiva lo que ocurre es que ese poder, después de 500 años, vuelve a Asia, pasa de Occidente a Oriente.

No solo emerge China, la India también que, no tardando mucho, será la primera potencia demográfica mundial y con un crecimiento económico enorme. También incluyo a  Indonesia en torno a los 170 millones de habitantes, principal país musulmán del mundo. Los antiguos países que están en la Península de Indochina también deben ser tenidos en cuenta: Vietnam, Camboya, Laos, así como a dos países que son, junto con Europa, protectorados militares de Estados Unidos, son Japón, donde hay casi 100 instalaciones bases norteamericanas con 50.000 efectivos, y el otro es Corea del Sur que es la undécima potencia económica mundial.

A ese mundo hay que incorporar al AUKUS, el acuerdo entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos, según sus iniciales en inglés. No metieron en ese grupo a los europeos y no cayó bien a los franceses que tienen viejos intereses estratégicos en la zona que ahora se llama “Indo-pacífico”. Ahí es donde van a intervenir fuerzas que están preparándose para, en términos de George Kennan, la contención de China. Esas fuerzas se unen en torno al AUKUS y son Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur pero también surgen países que rápidamente se volverán no alineados como la India e Indonesia porque buscarán sacar partido propio.

En este contexto se da la decadencia de Occidente y por primera vez está emergiendo un mundo no controlado por su cultura y tradición. Desde América Latina deben interrogarse su occidentalidad, qué Occidente son.

Hay un cuarto punto que es el agravamiento de la crisis ecológico-social que es verdadera y si lo metemos en los análisis geopolíticos, significa que toda la problemática de los recursos son objetivos estratégicos militares y se convierten en un problema muy serio para estos países, sobre todo para la OTAN, en migraciones por el miedo que hay a este fenómeno más aún cuando se trata de migrantes africanos. Aquí radica la importancia de saber, por ejemplo, que dentro de 30 o 40 años en un solo país como Nigeria tendrá en torno a los 400 millones de habitantes que es la misma cantidad de habitantes que tiene la Europa actual. Debemos asumir la dimensión de los problemas que estamos viviendo.

Como conclusión, si estamos en una gran transición geopolítica, en términos de poder de un mundo unipolar a uno multipolar, significa una redistribución de poder a nivel mundial. Acá aparece lo que Allison llama “la trampa de Tucídides” y viene la gran pregunta ¿Estados Unidos va a aceptar pacíficamente la pérdida de poder mundial que va a implicar la transición o usará todo su poder para impedirlo? Estamos ante una tijera epistémica entre el invierno nuclear y el infierno climático que, de alguna forma se entrecruzan, se realimentan y agravan todos los problemas que terminan siendo resueltos en términos político-militares, de guerra.

Entendiendo este escenario, se puede observar que Ucrania refleja las contradicciones básicas de la geopolítica europea y mundial. Sobre esto, al leer con atención “El gran tablero mundial” de Brzezinki se ve que su autor, que escribió en 1997, hace un mapa donde dice que el eje de la seguridad del poder europeo es Francia, Alemania, Polonia y Ucrania pero en esta última se solventaba, para bien o para mal, un conflicto con Rusia. Su anticipación fue extraordinaria por eso quienes lo leímos con seguimiento, nos dimos cuenta que Ucrania iba a ser el gran problema.

Martín Martinelli: ¿Cómo observás la intención de Argentina e Irán de incorporarse al BRICS así como también el visto bueno de China? ¿Cómo influirían estas incorporaciones en el marco de esta gran transición?

Monereo: La clave no es tanto el ingreso de Argentina, aunque es magnífico, sino que Lula gane las próximas elecciones. De todos modos, hay que matizar el papel de Bolsonaro en relación a Rusia y China pero sí desde que se fue la izquierda a través del golpe de Estado a Dilma Rousseff, los BRICS perdieron peso porque la balanza la equilibraba siempre Brasil. Hoy, que se habla de una segunda vuelta de la izquierda en América Latina, se considera el problema económico de Argentina y su relación con el FMI, la presencia de Boric en Chile y todo el escenario deja al descubierto un mundo que necesita un punto de inflexión que es Brasil.

No hay dudas de que en el momento que Lula gane, en su centro se formará una alianza estratégica con China y con Rusia. Esto tiene tanto interés para Brasil que ni siquiera Bolsonaro se ha enfrentado claramente a eso. Hay una tendencia casi inevitable a protagonizar como sujeto político internacional que reforzará a los BRICS y, por otro lado, va a ayudar a clarificar las cosas en América Latina.

Decía Brzezinki que el peligro real que tenía Estados Unidos era una alianza entre China, Rusia e Irán. Creo que es lo que viene. Irán ha tenido un gran mérito conteniendo a Israel, subsistiendo durante 20 años y lo ha conseguido con la ayuda económica y financiera de Rusia y China. Va cambiando mucho ese mundo y es tan fuerte que se puede ver en el papel de Turquía, que es clave y se está moviendo en todos los territorios a la vez: se pone crítico con Estados Unidos, dice sí a la entrada de Finlandia y Suecia pero pone condiciones muy onerosas, por otro lado, restablece relaciones con Israel y así está en todos los sitios intentando sacar provecho para ganar influencia. Esto ocurre porque se está cristalizando un nuevo polo de poder mundial en torno al órgano de cooperación de Shanghái y a la alianza estratégica que fue favorecida por Pelosi.

Luciano Chanique: Este cambio de política que está haciendo Estados Unidos, que hace las guerras por delegación sin entrometerse directamente, ¿se debe a algo que se está reservando para confrontar directamente en algún lugar en especial o es una nueva tendencia dentro de esta transición?

Monereo: Siempre he matizado mucho la diferencia entre Trump y Biden pero no son lo mismo. Creo que hay una relación entre la crisis de Estados Unidos como país y su política internacional. Lo que está ocurriendo de perseguir a un ex presidente como Donald Trump, que nunca se hizo con nadie, tiene que ver con impedir que vuelva al poder. Se produjo una división en las clases dirigentes a través de estos dos políticos que expresan intereses contradictorios y que tienen que ver con la política externa pero también con la interna. Lo que dicen muchos norteamericanos, y adhiero, es que Estados Unidos está viviendo  una crisis de guerra civil armada y que es su sistema político el que está en crisis. Eso explica cosas como lo que vimos en el Capitolio, pero es más profundo porque cuando dicen que 1/3 de los norteamericanos está dispuesto a agarrar las armas contra su gobierno, pero si lo dice un español o un argentino, no es grave pero lo dicen ellos que están todos armados. Es decir, la posibilidad de un conflicto civil-militar es algo más que una admonición de las clases dirigentes o del periodismo norteamericano.

Por otro lado, está la relación con la política internacional. Hago referencia a la victoria nula de Biden y, sobre todo, del grupo que tiene que ver con Hillary Clinton y el lobby israelí que es muy poderoso. Teniendo en cuenta esto, observamos esta idea de que ellos viven la situación del mundo dramáticamente y hay algo que no siempre se estudia bien que es el factor “tiempo”. La CIA hace decenas de informes y detrás de estos informes hay universitarios, no son solo de servicios secretos. Al leer los informes de la CIA se ve cómo desde hace años se viene anunciando esto que estamos discutiendo. Los norteamericanos siempre, tarde o temprano, dicen lo que piensan y plantean que están en una situación en la que, si se sigue por ese camino, perderán la hegemonía mundial y ello implica que pierden su modo de vida, su forma de enfocar las relaciones internacionales, el sistema económico montado sobre el dólar y el sistema financiero. Sin esto, Estados Unidos es una potencia débil que ya no podrá ser la única superpotencia global.

El destino manifiesto de una potencia indispensable se basa en esos elementos de poder. ¿Cómo lo ve un miembro de la élite? Con preocupación. Aparece, entonces, el mencionado factor “tiempo” que es: si dentro de 7 u 8 años no se invierte la situación, se pierde la hegemonía. Saben que deben adelantarse y pasar a la ofensiva así que se relanzaron a una reconquista de la hegemonía, y a aplastar, liquidar a los países que le pueden hacer sombra, especialmente China y derivadamente a Rusia.

Rusia es el arca de Noé: todo lo que a ellos les sobra, lo que tienen en grandes cantidades, entre ellos la biodiversidad, falta en el resto del mundo. Esto se ve con claridad en el conflicto con Ucrania: la dependencia de Occidente de Rusia es más grande que la de Rusia a Occidente. El mundo le muestra a Biden que ya no es como antes porque la estrategia y alianza entre Rusia, China e Irán es muy poderosa ya que el mundo está cambiando de base. Está apareciendo un mundo en el que muchos países son futuros no alineados pero que serán decisivos.

En este contexto lo que estamos viviendo es la respuesta feroz de una gran potencia que se ve cuestionada y en peligro y que está dispuesto a jugar al límite bajo un presupuesto muy peligroso: los demás no tendrán el coraje de usar el armamento nuclear mientras ellos pueden usar el predominio militar sin temer a una repuesta nuclear de los demás. Es un juego muy difícil

Gustavo Keegan: Cuando se habla de la guerra en Ucrania, China aparece de manera secundaria o no aparece. Usted menciona que se trata de una estrategia mucho más organizada de Estados Unidos de ir en contra de China dentro de lo que Ucrania sería un intermedio.

Monereo: El 4 de febrero de este año hubo una reunión muy importante entre China y Rusia de donde salió un documento, en el que estaba puesto negro sobre blanco, el tipo de mundo futuro que une a estos dos países. No sé si se discutió o no lo que pasaría 20 días después en Ucrania, pero es evidente que algo se debió hablar. Las fuerzas que están preparando un nuevo orden internacional, lo hacen sabiendo quién va a ser el enemigo y a quién hay que ganar.

Creo que Estados Unidos, lo vemos a través de sus propios documentos, basa toda su estrategia por derrotar a China en un doble sentido: provocar un cambio de régimen mientras contiene y provoca. No es casualidad que en Taiwán se sigan las mismas directrices que en Ucrania: acorralan, van metiendo a los demás en el problema de Taiwán y obligan a dar una respuesta.

Hay que distinguir entre el agresor estratégico y agresor operativo; yo creo que Estados Unidos es el primero y ya lo cumplió con Japón en Pearl Harbor: es provocar a tu enemigo de tal manera que obligue a una respuesta pero si se provoca es que la correlación de fuerzas lo favorece. Estados Unidos tiene la fuerza suficiente para asediar y luego convertir el conflicto en una guerra defensiva en pos de la supuesta paz mundial frente al agresor enemigo. Esta estrategia fue decisiva en la década del 40 y ahora también, pero mucho más fuerte porque los medios de comunicación están en las cabezas de la sociedad.

La estrategia es que China no llegue a ser un actor decisivo en el control del Pacífico porque ahí se define el poder norteamericano. En este sentido, las guerras que está organizando Biden tienen por objetivo llevar a un cambio de régimen en Rusia y en China. Eso está escrito en un documento llamado “el largo telegrama” en el que se hace un análisis parecido al que estamos haciendo y advierte que es el momento de frenar a China, contenerla y acosarla.

Luciano Chanique: ¿Cómo observa la situación europea en este escenario?

Monereo: El gran problema que trajo esta crisis es que la Unión Europea se convirtió en el brazo político de la OTAN, perdiendo capacidad de decisión al margen de esta y de Estados Unidos. De hecho, está propiciando una crisis económica por su alineamiento con Estados Unidos. El gran problema de las elites europeas es que son incapaces de tener una analítica y política independiente de Estados Unidos: la seguridad de Europa siempre estará relacionada con Rusia y pensar que se va a resolver aniquilando a Rusia es no tener idea de lo que está pasando. Esto significa un problema para la Unión Europea y sus gobiernos cuando llegue el invierno y se vea inflación, recesión y desempleo.

Lo que pase en Italia será clave porque es patente la debilidad de Alemania, la debilidad de Macrón. Por lo pronto, lo que hizo Europa fue propiciar una crisis que terminará en crisis de deuda y, por consiguiente, en crisis política que va a poner en cuestión a Europa misma y a su futuro porque el eje franco-alemán dejó de ser el punto dirigente de Estados Unidos y la dirección política está en Europa del Este. La vieja nueva Europa, la verdadera, la reaccionaria, la anticomunista. La otra periferia de Europa es la que saldrá vencedora.

El problema es fácil de exponer. Para la izquierda, para América Latina, es mejor un mundo multipolar. El único imperialismo que hay de verdad es el colectivo de la tríada de la que hablaba Samir Amín: el que marca el destino del mundo, los demás se sublevan contra él. Cada cual lo hace por razones diferentes pero ese mundo da posibilidad a la izquierda a recomponerse que no sucedería en el mundo unipolar.

¿Qué queda la izquierda europea? ¿Qué queda de los movimientos de liberación nacional? El único lugar del mundo donde se sigue luchando contra el neoliberalismo es en América Latina. No hay perspectivas de lucha de izquierda de verdad fuera de allí. La izquierda necesita un mundo que le permita respirar y reorganizarse y eso sólo sucederá en un mundo multipolar pero va a costar guerras, como siempre se hizo. Lo que tiene que hacer la izquierda es tomar nota, apostar a que el mundo unipolar se termine y ganar posiciones estatales, políticas y sacar a relucir algo que antes era importante: el internacionalismo. Eso es lo que requiere esta etapa. Valorizar la soberanía popular, la independencia nacional, la economía auto-centrada, los mecanismos de integración regional. Todo esto está en el documento entre Putin y Xi Jinping.

Si somos capaces de generar un movimiento pacifista y antiimperialista que unifique las naciones y los pueblos, podemos conseguir que el fin de la hegemonía norteamericana no sea el fin de la humanidad tal como la conocimos.

Omar Gejo: Sabemos lo que significa la destrucción creativa para el capitalismo. En la versión casi positiva es la idealista pero en la realista es que las guerras son la destrucción creativa del capitalismo. El orden de posguerra no es otra cosa que el orden surgido luego de la destrucción creativa de esa guerra imperialista. Los marxistas o la izquierda también tienen su destrucción creativa que no son las guerras sino las revoluciones y Lenin fue un pensador que sintetizó eso para definir la época imperialista: una época de guerras y revoluciones. Durante muchas décadas la izquierda occidental abandonó la posibilidad o perspectiva de la revolución como destrucción creativa. ¿Puede cambiar esto?

Monereo: En la teoría marxista la crisis significa una doble cosa inevitablemente: la desvalorización del capital y la restructuración de la clase trabajadora. La primera no es más que la destrucción de las fábricas, del capital constante, del trabajo acumulado. Pero desde esa perspectiva, toda crisis económica es una destrucción creativa.

Otra cosa es la destrucción creativa organizada desde el poder. Ahora se está organizando desde el poder: el reset que Davos representa muy bien con las nuevas tecnologías disruptivas que destruyen el terreno productivo y generan uno nuevo. El capitalismo está planificando esa destrucción porque entiende que hay que cambiar la sociedad cambiando las tecnologías y organización económica y social del poder. Eso hace que los únicos revolucionarios que quedan en el mundo son los neoliberales porque nosotros dejamos de serlo y los únicos que hablan de revolución son ellos: les ponen nombres más lindos pero, al final hablan de una revolución por venir realizada por ellos, paradójicamente, desde el poder del Estado y en contra de las clases trabajadoras.

Esto reaviva un viejo conflicto entre la sociedad y las tecnologías que nos viene a decir que el cambio tecnológico se puede utilizar para mejorar las condiciones de vida de la gente o se puede usar contra la gente y contra el movimiento obrero. Se planifica una organización tecnológica que golpee sus condiciones de vida y salariales alumbrando un nuevo mundo. En ese marco de reestructuración general, ¿por qué no pensar que la guerra es un instrumento beneficioso que podría resolver problemas del sistema? Hay quienes piensan, por ejemplo, que la crisis ecológica se resuelve reduciendo la población y dejando espacios libres a la naturaleza ‘salvaje’ para que se autogobierne y recomponer así el equilibrio global del planeta.

Me interesa particularmente la situación y el futuro de África que tiene que ver con el mundo europeo. Ver a miles de personas que, por razones perfectamente comprensibles, desean dejar sus países para ir a Europa y verlos en manos de mafias, soportando malos tratos; se percibe que es un problema muy serio. Hace unos días Bill Gates en Davos decía una cosa muy seria: el primer motor demográfico del mundo va a ser África y que dentro de 30 años la mayor parte de la pobreza del mundo estará concentrado en Nigeria y el Congo. Esto para Europa significa presión demográfica y para la OTAN esto es objetivo político militar principal.

El gran problema que tenemos en Europa es que hemos perdido identidad de izquierda, no tenemos un proyecto serio de transformación social sino que además hemos perdido el norte analítico. Si no cambian las relaciones de dependencia económica y política con África, las cosas irán mal para el modo de vida en Europa. Es un suicidio no prestar atención a África y pensar que poner un Estado gendarme como Marruecos resuelve el problema.

Hace unos días el Estado de Malí denunció a Francia ante las Naciones Unidas porque está rearmando a las fuerzas yihadistas. Esto nos habla de lo que está pasando y de cuál es el poder de países imperialistas que van de buenos por el mundo santificando los Derechos Humanos y luego no solo montan fuerzas contrarrevolucionarias, sino que además agreden a pueblos enteros por el dominio geopolítico. Se enojan con China y es entendible porque China les condonó la deuda  a 17 países de África con rebajas de miles de millones de dólares. Está servido el conflicto y los países africanos, hartos de las potencias colonizadoras, se interesan en China por razones obvias económicas y no internacionalistas.

Hay un mundo que ganar que está delante de nosotros, que es positivo. Vamos por primera vez en mucho tiempo a ver una victoria global en una transición hacia un mundo multipolar que tiene problemas fuertes y que falta definir pero que da posibilidades, más margen de maniobra y más capacidad de intervención a los pueblos, a los que luchan contra el neoliberalismo, contra el dominio imperial. Eso es lo que nos viene ahora y lo que tenemos que hacer nosotros es lo que históricamente hizo el movimiento obrero: una lucha pacifista, una práctica seria del internacionalismo, liberarse, por vía democrática o por lucha armada, y conducir a una lucha antiimperialista. Los pueblos tienen que intervenir para tener un mundo multipolar, diverso, inclusivo porque los blanquitos no somos el mundo.


Gracias a la colaboración de Martín Martinelli para Observatorio de Trabajador@s en Lucha.

*Martín Martinelli es Doctor en Ciencias Sociales y Humanas y profesor de Historia en la Universidad Nacional de Luján (Argentina). Es coordinador del Grupo Especial Revista Al-Zeytun / CLACSO «Palestina y América Latina» por el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Universidad de Buenos Aires).

Transcripción: Martín Martinelli (UNLu/Al-Mustafa/CLACSO) y Valentina Taberna (UNLu/OGH)

Fuente: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales CLACSO y la Universidad Nacional de Luján

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