La matica de Karmadavis: el espejo del Trujillo que aún llevamos dentro.
Por Lily Ayala.
En la 31ª Bienal Nacional de Artes Visuales, la obra» Lo no que se saca de raíz vuelve a crecer» de David Pérez Karmadavis —la ya célebre “matica”— no solo ganó un premio de escultura. Ganó algo más profundo: dejó al desnudo la herida colectiva que arrastramos como nación.
La palma real, símbolo de identidad pero también de dictadura, fue presentada como escultura viva. Con ese gesto, el artista no solo evocó la persistencia de la historia, sino que provocó una reacción social que terminó convirtiéndose en parte de la propia obra.
La reacción fue inmediata y feroz: artistas, críticos y públicos se volcaron contra la pieza y contra su creador. En lugar de un debate sereno sobre arte contemporáneo, vimos un linchamiento simbólico. Esa ola de rechazo reveló un rostro inquietante: el “Trujillo interior” que aún late dentro de muchos dominicanos. Ese impulso autoritario que nos lleva a reaccionar en masa con agresividad, a censurar lo que no entendemos, a sofocar la diferencia.
La “matica” fue un espejo. En él se reflejó no solo la memoria de una dictadura, sino el eco de lo que aún somos: intolerantes, verticales, marcados por una cultura de imposición y de miedo a lo distinto. Lo que parecía ser una simple palma en un macetero terminó mostrando que no hemos superado del todo las raíces de la violencia y el autoritarismo.
Y esa es, justamente, la grandeza de la obra. Porque el arte contemporáneo no siempre busca complacer ni embellecer: busca incomodar, provocar, abrir heridas para que puedan mirarse de frente. Karmadavis logró que toda una sociedad se pusiera frente al espejo. Y el reflejo, hay que admitirlo, no nos gustó.
Al final, Lo que se saca de raíz vuelve a crecer quedará como un hito en la historia del arte dominicano, no por la palma en sí, sino por lo que despertó en nosotros. Porque mostró que el dictador no murió del todo: todavía habita en nuestra manera de pensar, en nuestra violencia colectiva, en nuestra dificultad para aceptar lo nuevo.
La “matica” no es una planta. Es un testimonio de lo que somos. Y mientras reaccionemos con furia ante la diferencia, seguirá creciendo lo que creímos arrancado de raíz.

