La paz social y los partidos en COVID-19

Por Juan Carlos Espinal.

La armonía civil constituye una importante contribución al mantenimiento de las instituciones públicas de la democracia representativa 1966-2020.

Entre 1966-1978, las instituciones públicas de la democracia representativa reflejaban la relativa paz que permitía la sociedad pos trujillista.

República Dominicana había sido desgarrada por la dictadura trujillista 1930-1961 y, tras 30 años de crímenes de estado, inmovilización social y desarrollismo dio la bienvenida a la oportunidad de blanqueo de los asesinatos que ofreció Joaquín Balaguer.

Quizás República Dominicana no fuese una sociedad tan violenta si no hubiese ocurrido el desarrollismo capitalista de los 31 años de Trujillo y Balaguer.

Para evitar otra guerra civil entre 1966-1978 hubo que crear una sociedad de clases medias con desigualdad que a diferencias de las diferentes clases sociales era reducida y mucho más frágil de lo que sería después entre 1978-1986.

La armonía social se derrumbó en 1984 dado que la tensión del conflicto social entre 1980-1982 quebrantó el consenso que gozaba el sistema político. Los 50 años que siguieron a 1966 presenciaron las luchas intestinas del PRD y el PRSC quienes tenían décadas tratando de someter a la población.

Ya sea que la burguesia trujillista ascendiera o cayese o hiciera ambas cosas a la vez, en la sociedad actuaban fuerzas del pasado que continuaban perturbando La Paz social de la democracia representativa.

Los esfuerzos por re establecer La Paz quedaron anulados en las elecciones presidenciales de 1990 ante la intensidad de los conflictos sociales y políticos.

El breve periodo de poder de Bosch en 1963 dio paso a una restauración neo trujillista semejante al equilibrio de poderes durante el régimen del Triunvirato entre 1964-1965. Es probable que dicho equilibrio politico hubiera podido mantenerse mucho tiempo a no ser por la acentuación de las agudas diferencias entre Washington, Bosch y los militantes constitucionalistas de la vuelta a la constitución de 1963.

Tanto los liberales como los conservadores de la derecha dominicana son católicos dada la homogeneidad de su pensamiento político.

Y por paradoja, como señaló Bosch en Composición Social Dominicana pertenecientes a una fase histórica que denominó capitalismo tardío.

En la República Dominicana de los 90s, la modernización y el poder centralizado eran necesarios no solo para mantener La Paz sino también para el progreso. La oposición a Balaguer entre 1986-1994 provenía de los mismos intereses oligarcas que generaron su ascenso en 1966.

El poder centralizado de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional desarrolló nuevas actividades económicas. La clase media era una institución feudal que no tenía capacidad de sacar del poder a Balaguer.

Las diferencias del consenso social en 1996 explican las distintas maneras en que el sufragio se hizo representativo entre 1996-2020. El congreso y del poder judicial se transformaron del constitucionalismo medieval de la constitución de 1966 hacia la constitución de 2010 que a su vez reivindica la constitución de 1963.

La paz social tendió a desarrollar instituciones democráticas más viables aún las desigualdades se mantenían. Esta cualidad estática del sistema político económico contrasta con la vigencia de las leyes electorales.

No obstante, la estructura de gobierno 2000-2004, la inmovilización social de 2003 hizo retroceder la estabilidad y la continuidad política.

Ese mismo proceso histórico se repite entre 2018-2020 y entre 2020-2022 que por supuesto implicó la tradicional hostilidad de la burguesia a la autoridad.

De manera similar se puede advertir que la modernidad del estado no es monolítica. La experiencia de 1984 y 2003 demuestra de manera concluyente que el PRM conserva gran parte de su forma y sustancia tradicionales.

En verdad, es posible que este sea un estado de cosas natural. En algunas esferas de la burguesia el cambio implica continuidad y estabilidad de las instituciones gubernamentales.

Lo que es más, puede afirmarse que las elecciones presidenciales de 2020 fueron el resultado de lo primero.

La sociedad antes que el gobierno del PRM ha sido la principal preocupación conservadora.

Esas actitudes liberales del pensamiento político de 1963 se confunden por completo con las posiciones políticas conservadoras de 2020 y en parte resultan invertidas.

Las necesidades de transformación de ambas actitudes socavan el pluralismo constitucional de la constitución de 2010 y, ante la excepcionalidad del CONFINAMIENTO en COVID-19 apresuran la centralización de la autoridad y la diferenciación estructural de las instituciones en las Fuerzas Armadas.

Esa manipulación de la pandemia COVID-19 puede que anuncie una mayor desmovilización social de una sociedad que reclama transformación.

Y como dice Juan de los Palotes: «..El que no entendió porque llegó no sabrá nunca porque se va..»

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