Las actas, cuestión ideologica

Chiqui Vicioso

(y II)

 

La República Dominicana fue el único país que no avaló el documento sobre protección a emigrantes que se firmó en Los Ángeles. No lo hizo porque está bajo la presión de los mal llamados “nacionalistas”, cuya “defensa de la nación” solo se hace contra Haití. La República Dominicana no le pidió permiso a nadie, ni su gobierno consultó a la población, para votar contra ese acuerdo, ni lo hizo ahora “soberanamente”, para constatar si estamos de acuerdo con su posición sobre el asunto de las Actas de Votación en Venezuela.

 

El Tribunal Supremo de Venezuela, como árbitro, se tomó el tiempo estipulado por su Constitución para exhaustivamente revisar las actas y ha proclamado la limpieza de los comicios y sus resultados.

 

El Chavismo, con toda y su mala fama, no se dejó provocar y Maduro dio órdenes a las bases de no salir de sus casas a enfrentar al grupo de tígueres que entró por la frontera, y luego confesó que lo habían contratado y pagado en dólares, para quemar escuelas, hospitales y tumbar estatuas de Chávez.

 

Él sabía que de permitir que la gente saliera a defender sus infraestructuras y hubiera un enfrentamiento Al/mugre iba a acusar al Chavismo de “un baño de sangre”, que justificara la invasión norteamericana para “defender la democracia Gonzales- Corina”.

 

Al margen de las simpatías personales, o ambiciones profesionales (lo siento, Surinam liderará la OEA) es deber de una Cancillería ser prudente.

 

El país podía sumarse a México, Brasil y Colombia en su solicitud de presentar las Actas, que están por cierto en el portal del Tribunal Supremo de Justicia, y conceder el tiempo establecido por la Constitución venezolana para evaluar los resultados, como manda la ley. No sumar Dominicana, a un grupo de países donde el único que si y no sorprende, es Chile porque el partido al cual está afiliado Boric, se sumó a la “oposición” en sus reclamos.

 

Una amiga, residente en USA, me demanda exasperada por qué nunca nos manifestamos como nación cuando la Suprema Corte de Justicia de USA, reforzada por Trump con fundamentalistas de extrema derecha, derogó una ley que tenía más de medio siglo protegiendo los derechos reproductivos de las mujeres.

 

Y, por qué ni nosotros ni nadie en la región, cuestionamos a esa Suprema Corte cuando decidió eximir a Trump de la condena por 34 delitos para convertirse en el primer candidato delincuente a la presidencia y, por qué tampoco nadie de nuestro país se manifestó cuando la misma Corte dijo que decretaría inmunidad para los que asaltaron el Congreso, amenazando de muerte a la Pelossi y al entonces vicepresidente de USA.

 

Me responderán: ¡Ay Ñeñe!

 

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