Los Cascos Blancos regresan al primer plano con patrocinio estadounidense

Sayyed Shebel

Llamó la atención la insistencia de Washington en invitar a la organización Los Cascos Blancos a participar en la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU que se celebró el pasado martes para debatir la situación en Siria.

Esta organización, creada entre 2013 y 2014, tiene como objetivo servir a los intereses coloniales occidentales y apoyar las actividades de grupos extremistas, lo que llevó al representante de Rusia en el consejo a rechazar su participación en la sesión.

El problema con este tipo de organizaciones radica en que utilizan el lema de «trabajo voluntario y humanitario» como una tapadera para ejecutar objetivos que en realidad buscan distorsionar cualquier esfuerzo realizado por los cuerpos de seguridad y las fuerzas armadas en los países del Tercer Mundo para mantener el orden, imponer la estabilidad y defender las estructuras sociales modernas.

Así, se busca incitar a la opinión pública, tanto local como internacional, en contra de los gobiernos que dirigen esos países, lo cual coincide con los objetivos de las administraciones estadounidenses sucesivas en su afán por propagar el caos y redibujar los mapas políticos.

El mismo plan destructivo se repitió en diversos países de América Latina, Asia Oriental y, por supuesto, en Oriente Medio. En cada ocasión, la opinión pública se convierte en víctima de las grandes potencias internacionales, que manipulan a las masas para que adopten posiciones políticas específicas bajo el falso pretexto de un discurso humanitario o religioso.

Y cuando las verdades salen a la luz, la presa ya ha caído en la trampa, siendo sacrificada, y con ello, las masas pierden la oportunidad de corregir el error que cometieron respecto a su presente y su futuro.

Los Cascos Blancos: Fundación y financiamiento

Hace varios años, investigadores independientes destaparon la verdadera naturaleza del rol de Los Cascos Blancos y sus mecanismos de operación, presentando una gran cantidad de pruebas que demuestran que la organización no es tan independiente como afirma, sino que está vinculada a ciertos grupos en sus zonas de trabajo.

Además, tiene fuentes de financiamiento que la obligan a ajustar sus informes para alinearse con los deseos de los patrocinadores, lo que permite que continúe recibiendo fondos.

En 2018, medios de comunicación vinculados a grupos de periodistas de investigación publicaron informes que indicaban que la organización, que operaba en ese momento en el este de Alepo, promovía la violencia o hacía la vista gorda frente a los actos violentos de los grupos afiliados a Al Qaeda, especialmente en lo que respecta al uso de civiles como escudos humanos.

También proporcionaba apoyo de inteligencia a los grupos derivados del pensamiento salafista y yihadista (extremista terrorista), rastreando rutas aéreas sirias y rusas, y proporcionando información sobre los movimientos de unidades encargadas de la lucha contra el terrorismo.

Al investigar el origen de la organización, destaca el nombre de Turquía, donde se gestó la creación de Los Cascos Blancos.

Su fundador fue James Le Mesurier, un exfuncionario de inteligencia del ejército británico, con experiencia previa en organizaciones de seguridad involucradas en actividades sospechosas similares, como Olive Group, una empresa de seguridad estadounidense que más tarde se fusionó con la infame Blackwater, conocida por su historial criminal en Irak tras 2003.

Posteriormente, formaron Constellis, una empresa que, en los últimos años, ha realizado tareas para algunos regímenes del Golfo vinculados a la Casa Blanca en Yemen y otros lugares.

Le Mesurier falleció hace unos cinco años en Estambul, Turquía, aparentemente tras una caída desde su balcón.

Mantuvo durante años una oficina y un apartamento en los que gestionó parte del plan occidental para debilitar al estado sirio, con un objetivo mayor: eliminar cualquier régimen árabe que se opusiera a la hegemonía estadounidense, rechazara la normalización con «Israel» y apoyara actividades regionales de resistencia en Palestina y Líbano.

No tuvo problemas en asegurar el financiamiento para su organización, ya que las capitales occidentales proporcionaron cientos de miles de dólares al inicio, y su cuenta creció rápidamente hasta alcanzar los cien millones de dólares con el arranque de las operaciones.

Además, se abrió a las organizaciones no gubernamentales, que funcionan como una vía indirecta para obtener financiamiento gubernamental. Le Mesurier recibió 4.5 millones de dólares de los Países Bajos, una suma similar de Alemania, y más tarde, la administración estadounidense le entregó unos 150 millones de dólares hasta la primavera de 2018.

Lo interesante es que Los Cascos Blancos y otras organizaciones vinculadas, como la Mayday Rescue Foundation, han sido acusadas de corrupción, fraude y malversación de fondos, con denuncias de que los responsables de su gestión vivieron en un lujo excesivo gracias a los millones que les llegaron desde Europa y Estados Unidos.

Esto llevó a países como los Países Bajos a cesar el financiamiento de varios proyectos de ayuda en bastiones de la «oposición», incluidos Los Cascos Blancos, debido a la falta de supervisión adecuada de sus actividades, y a que los fondos destinados a los trabajadores de rescate terminaban en manos de grupos armados.

Como parte de la campaña de propaganda occidental para destacar el rol de Los Cascos Blancos, la organización fue nominada al Premio Nobel de la Paz, pero parece que las acusaciones de fraude financiero y el escándalo que surgió alrededor de ellas impidieron que la organización obtuviera ese galardón.

Por otro lado, la película The White Helmets, que retrata las «acciones humanitarias» de la organización y su trabajo para «salvar a los civiles», ganó el Oscar al Mejor Documental Corto en 2016.

La sorpresa se representó posteriormente en lo que publicaron medios de comunicación especializados en seguir este tipo de trabajos, ya que se reveló que las operaciones de rescate que realiza la organización son falsas, y fueron dirigidas artísticamente, como es el caso de la famosa película «Robert De Niro», y que algunos niños sirios se mantuvieron heridos sin tratamiento con fines propagandísticos, además, las imágenes de video expusieron a varios miembros de la organización mientras ayudaban a terroristas a enterrar los cuerpos mutilados de los soldados sirios.

El regreso de los Cascos Blancos al escenario… ¿por qué?

Con la intensificación de la situación en el noroeste de Siria y los numerosos ataques terroristas en Alepo, Idlib y otras áreas, se ha reavivado en los medios de comunicación occidentales el discurso sobre el «apoyo a la oposición» y la necesidad de presionar al régimen, ampliando las sanciones económicas, políticas y militares.

Esto confirma que los recientes brotes de violencia durante las últimas dos semanas son parte de un plan más amplio que busca dañar a Siria y su unidad territorial, además de las estrategias que pretenden atacar a Damasco, considerándola uno de los pilares principales del eje de la resistencia a nivel árabe.

Lo que ha cambiado en 2024 con respecto a 2011 es que la opinión pública global está ahora mucho más consciente del peligro que representan los grupos y organizaciones que adoptan ideas extremistas y radicales, sin importar el nombre que adopten o las banderas que levanten.

Estos grupos no pueden formar parte de una actividad política opositora, pues no creen en el proceso político ni en sus resultados, y rechazan el modelo de estado moderno basado en la igualdad total entre los ciudadanos, sin importar otros factores. Además, sus ideas regresivas solo conducen a una división nacional insostenible.

Este despertar progresista, que se basa en la experiencia de la «primavera árabe» y sus secuelas, ha llevado a muchos a rechazar el regreso de Mohammed al-Goulani, líder de Hayat Tahrir al-Sham/Frente Al-Nusra, al primer plano.

Por lo tanto, los líderes occidentales necesitaban una organización que afirmara tener un carácter «moderno» y que realizara «acciones benéficas y humanitarias», a través de la cual pudieran limpiar la imagen de los extremistas de «Al-Qaeda» y «Daesh», para que estos criminales fueran aceptados nuevamente como «un grupo de revolucionarios» que se oponen a las cosas negativas que Los Cascos Blancos afirman que ocurren.

Según esta lectura, el círculo del objetivo requiere, para completarse, la presencia de elementos armados que posean un conjunto de complejos psicológicos y nociones distorsionadas, basadas en ciertas interpretaciones religiosas, que los hacen estar dispuestos a morir por alcanzarlas.

Este aspecto representa la parte de campo del plan, especialmente porque esos elementos son provistos de las armas que necesitan bajo el patrocinio estadounidense, sionista y turco.

El otro aspecto es el lado mediático, cuyos elementos se presentan con trajes elegantes y dan discursos en el Consejo de Seguridad, como hizo Raed Saleh, director de la organización «Los Cascos Blancos» sirios, quien dijo lo que le dictó el enviado estadounidense, dedicando la mayor parte de su discurso a atacar a todos los enemigos de Washington, desde Moscú hasta Teherán.

Aquí, los medios de comunicación comprometidos con la resistencia al proyecto estadounidense en la región deben volver a mostrar los materiales documentados que revelan la verdadera naturaleza de esas organizaciones, que afirman estar vinculadas a la labor humanitaria, mientras que en realidad son una tapadera para los grupos terroristas y operan según el plan occidental.

La batalla no se limita al campo militar, sino que hay otro espacio donde se libra una batalla no menos peligrosa: la lucha por la mente del ciudadano árabe, quien se busca captar y emplear para servir al proyecto de la Casa Blanca en la región, un proyecto que está siendo gestionado por el Partido Republicano, incluso antes de que Donald Trump asuma oficialmente la presidencia el próximo mes.
AL MAYADEEN

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