Los dos coroneles de Abril

Por Farid Kury

En la Guerra de Abril, aquella que empezó el 24 de abril de 1965, el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó se convirtió en Presidente Constitucional de la República en Armas y en el símbolo más alto del patriotismo dominicano. Pero es bueno que las nuevas generaciones sepan que fue el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez quién enroló en el movimiento militar constitucionalista a Francis.

Derrocado en septiembre de 1963 el gobierno democrático del profesor Juan Bosch, Fernández Domínguez, que era el militar de mayor confianza de Bosch, se dedicó a organizar ese movimiento con el objetivo de producir un contragolpe militar que devolviera al gobierno sin elecciones al depuesto presidente.

En esa faena contacta a Francis. Se conocían desde niños y eran amigos. Conocía además de su rechazo a la corrupción del gobierno de facto. El primer encuentro para esos fines conspirativos ocurrió una noche de diciembre de 1964 en una finca de Villa Mella propiedad de la familia de Caamaño. En ese encuentro Fernández Domínguez, sin titubeo, le habla de su interés de reclutar oficiales jóvenes dispuestos a derrocar el gobierno, y que para esa tarea necesita su apoyo. Asombrado, tras una breve pausa, Caamaño, que en ese momento era el jefe de Radio Patrulla, dice: «Bueno Rafael, yo no hago nada sin consultárselo a mi papá. Para un paso así yo tengo que hablar con él. Así es que mañana a esta misma hora nos vamos a juntar y yo te daré una respuesta».

Al otro día y en el mismo lugar volvieron a juntarse. Caamaño dijo: «Dice papá que con un hijo de Ludovino me puedo meter en cualquier cosa; pero no para reponer a Juan Bosch, sino para hacer una junta militar que puedes presidir tú mismo y que convoque a elecciones. Así, si es para eso puedes contar conmigo».

Caamaño aceptaba involucrarse para derrocar El Triunvirato, aunque no para devolver a Bosch al poder. Pero la visión y el propósito de Rafael eran muy diferentes. Para él, lo que proponía Caamaño era rotundamente inaceptable. Su lucha era por el retorno al gobierno de 1963 sin elecciones y en eso no había vuelta atrás.

Con firmeza se lo planteó: «Mira Francis, tú sabes que después de 30 años de dictadura, después del golpe de Estado al primer gobierno constitucional que se elige en el país, este pueblo no le tiene fe a los militares; por bien intencionados que seamos. Si damos un golpe de Estado, este pueblo no va a creer que nosotros tenemos intenciones de dar elecciones ni nada, así es que además será el primer ejemplo en América que lo que los militares le quitaron al pueblo, los militares se los devuelvan».

Eran, sin duda, palabras convincentes, pero Caamaño no las entendía. Tenía ideas diferentes. La posición de Caamaño era un golpe a los planes de Domínguez. Caamaño era una pieza clave para esos planes y Fernández Domínguez lo sabía muy bien, por lo que tenía que empeñarse en convencerlo a aceptar la lucha en los términos planificados por él. Fue entonces, viéndose sin muchas alternativas, cuando recurrió a este recurso: «Mira Francis, esto lo vamos a hacer contigo o sin ti. Si nosotros perdemos la vida, no nos pesará ni a nosotros ni a nuestros hijos, porque consideramos que lo hacemos por una causa justa, honesta. Si triunfaremos, te llamaremos a colaborar y tú serás nuestro jefe de la Policía, porque tú eres un hombre honesto y capacitado, de los que necesita el país».

Caamaño, entonces, comprendió que estaba frente a un hombre que no andaba buscando ningún beneficio personal, sino tratando de restaurar la constitucionalidad interrumpida aquella funesta madrugada del 25 de septiembre de 1963. En ese momento comprendió que debía aceptar la posición de su amigo. Entonces le dijo: «Rafaelito, cuenta conmigo. Donde tú mueras, muero yo. ¿Y qué es lo que tengo que hacer? ¿Cuál es mi misión?.

Así quedó Caamaño formalmente enrolado, integrado, al movimiento constitucionalista. En ese momento, Fernández Domínguez y Francis Caamaño, dos hijos de altos oficiales trujillistas, se juntaban para una acción democrática que tendría una repercusión entonces insospechada para la República Dominicana y más allá.

El destino o la casualidad, que tiene una categoría histórica, convirtió a Caamaño en Presidente Constitucional de la República en Armas y en el símbolo más alto del patriotismo dominicano. A él, a Francis, le tocaría la honrosa tarea de dirigir la resistencia heroica y patriótica del pueblo dominicano frente al imperio norteamericano, que revuelto y brutal, y enarbolando una sarta de mentiras, como la de que el movimiento constitucionalista era comunista o influenciado por los comunistas, mandó sus marines a mancillar nuestra soberanía. Pero esa es otra historia a contar en otro artículo.

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