Los laboratorios de la guerra cognitiva
Geraldina Colotti
Analizando desde una perspectiva histórica la obstinada intención del imperialismo de apoderarse de Cuba, este libro de Ernesto Limia Díaz – Patria y cultura en revolución, publicado en Italia por la editorial Pgreco y a la venta desde el 15 de febrero – ofrece claves para reflexionar incluso más allá del tema abordado. La introducción de Abel Prieto, escritor y político cubano de talla internacional, permite darnos cuenta, desde las primeras líneas, de que se trata de una obra incisiva y argumentada: alineada, pero carente de retórica.
“La subversión y el desarrollo de las comunicaciones – escribe Limia – alimentan y sostienen la batalla ideológica más formidable que el país haya tenido que afrontar. No se puede ganar con sectarismo o consignas. Necesitamos audacia y la articulación de todo el arsenal forjado por la Revolución en sus universidades y escuelas”: sea cual sea la latitud, porque el propósito es unir “a todos nuestros aliados de izquierda que toman a Cuba como una cuestión personal”.
Palabras que recuerdan las de José Martí, el Apóstol de la independencia cubana y uno de los más grandes escritores del mundo hispánico, nacido el 28 de enero de 1853 y muerto combatiendo el 19 de mayo de 1895: “Quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos”.
Además, la referencia a Martí es constante en el volumen, a partir de la introducción de Prieto, titulada “La guerra más grande que se nos libra”. De esta manera, en efecto, Martí definió los ataques que utilizan el “pensamiento” como arma principal y que -agregó- “hay que vencer con el pensamiento”.
Un modo de guerra “diseñado durante décadas en los laboratorios del imperio”, afirma Prieto.
Limia, historiador y ensayista cubano, especialista en Análisis de la Información, reexamina las bases conceptuales de estas técnicas, en relación con el desarrollo de las fuerzas productivas. Gracias a la difusión de las redes sociales, las clases dominantes están lanzando ahora una ofensiva más amplia y generalizada para derrocar conceptos y símbolos.
Crean así un cortocircuito incluso en los sectores populares, como se ve en el llamado Movimiento de Artistas de San Isidro, creado desde fuera pero encajado en las dificultades existentes, analizado en el volumen.
En 65 años, dice Limia, los adversarios de Cuba “no se han tomado un día libre para sembrar confusión y mentiras. Estados Unidos ha invertido fondos multimillonarios para crear una plataforma entre los medios tradicionales y las nuevas formas de comunicación.”
Para comprobarlo, sin embargo, es necesario rastrear las numerosas máscaras, organizaciones, periódicos, centros de estudio o centros de poder en los que estas estrategias se han encarnado y siguen estando encarnadas.
Nombres que rebotan de un país a otro, incluso de un continente a otro, atravesando las puertas giratorias del poder económico, político, mediático y militar. Sobre esto se han escrito importantes libros en Cuba, Venezuela y otros países latinoamericanos, a los que se suma el volumen de Limia.
Sin embargo, las obras casi siempre son subestimadas en la Europa sofisticada, o son tildadas de “teorías de la conspiración”: incluso en Italia, donde las teorías de la conspiración a menudo suplantan la complejidad del análisis histórico, relegando los intentos revolucionarios a la damnatio memoriae.
“La sabiduría de Europa y la prosperidad de Estados Unidos son dos enemigos de la libertad de pensar en América”, escribió Simón Rodríguez, filósofo y político venezolano (1769-1854), maestro del Libertador Simón Bolívar (1783-1830).
A 200 años de la Doctrina Monroe, basándose en la pretensión de ser una nación elegida y destinada a expandirse desde las costas del Atlántico hasta el Pacífico e imponer su hegemonía en el mundo, Estados Unidos confirmó la profecía de Bolívar, escrita en 1829: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miseria en nombre de la libertad.”
Limia evoca la “barrera moral” levantada por Carlos Manuel de Céspedes, presidente de la República en Armas, fundada en 1869 durante la primera guerra de independencia de Cuba contra el imperio español, quien indignado retiró al embajador de Washington: setenta años después de la proclamación de La Doctrina Monroe.
Sin embargo, fue Martí, organizador de la guerra de 1895, quien enfrentó el mayor desafío. Limia escribe al respecto: “El capital financiero surgió de la crisis económica mundial de 1873, y en la reconfiguración de las esferas de influencia se reactivó la expansión colonial, el militarismo generó una industria bélica que necesitaba guerras para sostenerse y surgió el imperialismo. El Apóstol se anticipó a todos los pensadores revolucionarios de su tiempo. Sus Escenas norteamericanas, con las que dio a conocer la grandeza de los Estados Unidos como nación, le llevaron a estudiar la sociedad y a descubrir su germen corrosivo: ‘De esta aristocracia pecuniaria nació una aristocracia política, y domina los periódicos, gana las elecciones, y está acostumbrada a gobernar en asambleas’, advirtió”.
El profundo vínculo que une al pueblo con sus líderes y el sistema de ideas que forma su conciencia tiene sus raíces en la historia de orgullo, esperanzas y redención finalmente alcanzada por la revolución cubana el 1° de enero de 1959. Los mercenarios de ayer y de hoy, impulsados por la ambición de dinero, “no saben calcular hasta qué punto la independencia, la igualdad, el socialismo y el rechazo visceral a los abusos han penetrado en la cultura política de los cubanos, de las oligarquías y del imperialismo”.
Un concepto repetido, el 1° de enero de este año, por Miguel Díaz-Canel, el primer presidente de Cuba nacido después de la revolución, quien apareció junto a un dirigente histórico como Raúl Castro, significando la continuidad de esos ideales.
“Es hora de volver a rectificar. La rectificación es un proceso inherente a la Revolución”, dijo Díaz-Canel, volviendo a referirse, sin pretensiones, a las dificultades que enfrenta la isla.
Según datos oficiales, en 2023, la economía creció menos del 2% cuando se esperaba un 3%, la inflación alcanzó el 30%, los salarios presentaron problemas de poder adquisitivo, hubo una disminución del empleo del 4%, hubo “profundas distorsiones” en los planes de manejo. Datos que fueron discutidos a fondo durante la última Asamblea Nacional del Poder Popular – el Parlamento cubano.
Hay momentos -dijo el presidente- en los que se produce una especie de tormenta perfecta, en la que se junta el deseo de superar la situación adversa, la correlación entre las variables económicas, el compromiso de preservar los logros sociales y las muy limitadas y a veces nulas disponibilidad de divisas extrangeras, y no es fácil producir una solución integral.
En el origen, sin embargo, permanece la ferocidad insaciable del bloqueo, que empuja a los EE.UU. hasta a incluir a Cuba en la lista de “patrocinadores del terrorismo”, cuando, como demuestra Limia, la isla es víctima de un ataque tenaz y multifacético, el cual intenta derrotar la revolución por cualquier medio.
Un aspecto destacado por algunos senadores demócratas de Massachusetts que, en una carta a Biden, pidieron que se revocara la medida coercitiva unilateral.