«Menos diplomacia y más amenazas»: el regreso de Trump visto desde América Latina
Sergio Pintado
El segundo Gobierno de Donald Trump parece apuntar, desde el inicio, a «fortalecer una línea ideológica de derecha» en América Latina, dijeron a Sputnik los analistas Silvina Romano y Manuel Rayran. Los expertos coincidieron en que el estilo Trump se caracteriza por una «espectacularización» que, en muchos casos, no se traduce en medidas concretas.
Si bien América Latina podría seguir sin ser la prioridad de la política exterior estadounidense en los próximos cuatro años, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca sí promete marcar un nuevo tiempo en las relaciones entre Washington y la región latinoamericana, dividida entre derechas pro Trump y gestiones progresistas muy alejadas de su estilo.
Las invitaciones que el mandatario número 47 de los EEUU envió hacia el sur parecen dar una buena pista de la visión que el Departamento de Estado tendrá de América Latina: el argentino Javier Milei, el ecuatoriano Daniel Noboa y el salvadoreño Nayib Bukele serán los mandatarios latinoamericanos directamente invitados por Trump, ya que el paraguayo Santiago Peña concurrirá gracias a un convite extendido por el Congreso. La lista de invitaciones dejó expresamente por fuera al brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, a la mexicana Claudia Sheinbaum, al colombiano Gustavo Petro y al chileno Gabriel Boric.
«Ya desde la victoria electoral de Trump se sabía que los gobiernos latinoamericanos ‘fanáticos’ de Trump iban a ser el de Milei en Argentina, el de Bukele en El Salvador y el de Noboa en Ecuador, cuyos perfiles coinciden con esa estética de espectacularización de la política y su relato antipolítico«, dijo a Sputnik la politóloga argentina Silvina Romano.
Para la experta, compiladora del libro Trumperialismo, la guerra permanente contra América Latina, estos gobiernos coinciden con las ideas de Trump en que son «de derecha conservadora en términos políticos y culturales» pero se distancian del nuevo mandatario en lo económico: mientras los latinoamericanos pueden ser catalogados como neoliberales, Trump tiene una postura económica más proteccionista.
Así las cosas, la académica puso en duda «qué tanto se beneficiarán» gobiernos como los de Milei gracias a la sintonía política con Trump, más allá de los acuerdos de cooperación que EEUU siempre ha mantenido con América Latina, especialmente en cooperación para el desarrollo o acuerdos en materia de seguridad.
También consultado por Sputnik, el analista internacional colombiano Manuel Rayranconsideró que la gestión de Trump buscará, en un eje político, «fortalecer una línea ideológica de derecha radical. Sin embargo, señaló, es probable que no acompañe ese trabajo con acuerdos concretos a nivel comercial o de inversiones, salvo en casos concretos en los que «vea a China como una amenaza importante». Como ejemplo, mencionó el acercamiento que el gigante asiático ha tenido con Perú con la inauguración del megapuerto de Chancay para concentrar allí las mercaderías enviadas desde Asia. De la misma manera, podría limitar sus esfuerzos hacia la región en temas que son sensibles específicamente para la política interna estadounidense como la migración, el narcotráfico y especialmente la distribución ilegal de fentanilo.
Sanciones y amenazas: el estilo Trump
La antesala de la asunción de Trump estuvo marcada por reiteradas amenazas del magnate estadounidense acerca de anexarse o tomar control de otros territorios como el propio canal de Panamá, la isla de Groenlandia o incluso el territorio canadiense. Para Rayran, se trata de una retórica «expansionista» que, en el fondo, «es el reflejo de un declive relativo de EEUU en su competencia con China».
«Se trata de una estrategia política y comunicativa con la que Trump quiere dejar advertido al mundo de cuál va a ser el tono y cómo va a tratar los temas internacionales. Pero también es una estrategia para plantear sus propuestas maximalistas y a partir de ahí comenzar a negociar», diagnosticó.
Para Romano, la aplicación de sanciones unilaterales ha sido una característica de la primera gestión de Trump que tampoco ha sido flexibilizada por la gestión demócrata de Joe Biden. Por eso, y a pesar de que se trate de una política «ilegal», advirtió que es poco probable que el nuevo Gobierno de Trump levante sanciones contra Cuba o Venezuela.
Sin embargo, la analista apuntó que la «espectacularización de la política» que caracteriza a Trump puede hacer que algunas de sus recurrentes amenazas de deportaciones masivas o colocación de aranceles no terminen concretándose, tal como ocurrió con otras medidas de su primer período.
En ese sentido, ambos analistas señalaron la distancia que suele haber entre los discursos duros del trumpismo con las medidas que finalmente se terminan adoptando y consideraron que ese fenómeno podría llegar a ser una regla del nuevo Departamento de Estado, en manos del excongresista Marco Rubio.
«Creo que Marco Rubio seguirá acusando a Venezuela y Cuba públicamente porque sabe que eso le da réditos pero en un segundo nivel los funcionarios del Departamento de Estado saben que hay que mantener algunas relaciones e intereses, como los contratos de empresas petroleras estadounidenses en Venezuela», ejemplificó Rayran.
Para Romano, tanto Rubio como los designados como subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Carlos Trujillo, y el enviado especial para América Latina, Mauricio Claver-Carone, son dirigentes puramente «trumpistas» que responden más al presidente que al Partido Republicano. Haberse rodeado de dirigentes propios le permite a Trump «un poder específico importante» que puede proyectarse hacia su política exterior hacia América Latina a partir la condición de «anticomunistas» y «antiprogresistas» de estos dirigentes, provenientes del estado de Florida o de familias disidentes cubanas.
En ese contexto, para Romano es esperable que la política exterior trumpista tenga «menos diplomacia y más amenazas» y que mantenga su reivindicación de la Doctrina Monroe, aquella que desde el siglo XIX reivindica el axioma de América para los americanos. La analista consideró que, más allá de la distancia entre las amenazas y los hechos bajo un Gobierno de Trump, vuelve a incrementarse el riesgo de intervenciones directas en países como Venezuela o Cuba.
De Brasil a México: los contrapesos a Trump
En el otro extremo de los gobiernos afines al trumpismo, la segunda Administración de Trump encontrará países relevantes de América Latina con gobiernos poco afines a su figura o directamente capaces de enfrentarse diplomáticamente, como los de Brasil, México o Colombia, además de los ya discordantes Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Para Rayran, un ejemplo destacable es el de Sheinbaum en México porque, si bien recién ha comenzado su mandato, la política exterior mexicana lleva el respaldo de la Doctrina Estrada —que desde 1930 pone el énfasis en la autodeterminación de los pueblos y la no injerencia en conflictos externos—, lo que le ha ganado al país «saber negociar y llevar a EEUU«. Para el analista, la respuesta de Sheinbaum a las amenazas de Trump sobre el nombre del golfo de Méxicodemuestra que la mandataria mexicana es capaz de afrontar una «disputa discursiva» con el estadounidense.
Rayran señaló que Lula, en tanto, lleva en sus espaldas ser «uno de los presidentes insignia del progresismo latinoamericano» y la experiencia de haber afrontado dificultades con gobiernos estadounidenses anteriores. «Creo que Lula por su experticia podría llevar bien al Gobierno de Trump», sintetizó. En la misma línea, consideró clave la influencia de Lula en los BRICS y cómo la construcción de estas alianzas le brindan «oxígeno» al gigante sudamericano para «no depender tanto de EEUU».
En el caso de Colombia, Rayran consideró que las diferencias ideológicas de Trump con el presidente Gustavo Petro podrían matizarse con «las relaciones históricas» que ambos países mantienen más allá de sus gobiernos. Al respecto, afirmó que Washington y Bogotá aún tienen «una agenda comercial y de inversiones directas clara y estructural» que hace que los empresarios de ambos países se necesiten.
El otro campo de posibles tensiones entre los gobiernos latinoamericanos y la nueva gestión de Trump estará en los organismos continentales como la Organización de Estados Americanos (OEA) o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Romano admitió que Trump sorprendió durante su primer mandato al darle importancia a estos espacios, «ubicando a gente muy cercana a él en instituciones clave«. Por eso, la experta no descarta que Trump pueda volver a formar un fuerte lobby para ejercer control sobre este tipo de espacios.
Rayran, por su parte, consideró que la Cumbre de las Américas —que en 2025 tendrá lugar en República Dominicana en el mes de octubre— será un buen «termómetro» para medir cómo se dará el relacionamiento entre Trump y una América Latina «muy dividida entre derechas y progresismos».