Nerón, el que quemó «Tel Aviv»
Rana Abi Jomaa
El primer ministro de «Israel», Benjamín Netanyahu, pertenece a la generación de los “Sabra”, en referencia a los nacidos en la entidad de ocupación. Esta generación tiene características que no se asemejan a las de los primeros colonos establecidos en Palestina.
Un antiguo estudio sobre la «personalidad israelí» del doctor Mohamed Khalifa Hassan describe algunos rasgos de esta generación y señala:
«La generación Sabra se ha librado de la mayoría de los complejos del gueto y de la diáspora que marcaron a la generación fundadora. Estos individuos se caracterizan por su arrogancia, exceso de confianza en sí mismos y una inclinación hacia el militarismo. Son guerreros confiables en tiempos de guerra, toman decisiones rápidas y muestran una tendencia a la individualidad, en claro desafío al espíritu colectivo que definió a la generación fundadora e impregnó todos los niveles, como los kibutz. Por lo tanto, esta generación se distingue por su egoísmo, materialismo, desinterés por la ética, y su inclinación hacia el crimen y la transgresión de las leyes».
Sobre la personalidad de Netanyahu, quien pertenece a esta generación, afirma: «Sus políticas representan el modelo de gobierno en ‘Israel’, independientemente de la afiliación partidaria del gobernante. En cuanto a su carácter, se define por una actitud altiva, arrogante, una total falta de culpabilidad y un ensimismamiento extremo. Algunos escritos israelíes lo han descrito como un megalómano que se ve a sí mismo como un emperador al mando de una superpotencia».
Con esta introducción algo extensa, podemos vislumbrar el estado actual de «Israel» bajo el liderazgo de la generación Sabra y la personalidad de Netanyahu, quien no cree en nada más que en el poder puro (aunque sus predecesores en «Israel» también lo valoraron, su margen de maniobra política era mucho más amplio que el de Netanyahu). Este último desmanteló la estrategia de «paz» engañosa y armada de Isaac Rabin y Shimon Peres, para sustituirla por una estrategia de guerra abierta y declarada contra todo aquel que se interponga en su camino.
Esta personalidad ha expuesto al mundo el verdadero rostro del entidad y sus ambiciones desmesuradas (su ministro de Finanzas, Smotrich, ha hablado de anexionar Líbano, Siria, Jordania, Egipto y Arabia Saudita al «entidad»), además de convicciones de la Torá que justifican matar al niño antes que al anciano.
La historia consignará que, bajo el mandato de Netanyahu, tuvo lugar la operación Diluvio de Al-Aqsa, que desnudó la falsedad de la supuesta superioridad de su aparato de inteligencia y seguridad. La evidencia más reciente es la conclusión del comité de investigación civil de que Netanyahu llevó a la entidad a la mayor catástrofe de su historia.
También quedará registrado en los anales de la historia que él hundió a su entidad en el pantano de la asediada Franja de Gaza, cometiendo crímenes de genocidio documentados en audio y video en un intento por recuperar la «disuasión».
Como resultado, por primera vez, la Corte Penal Internacional emitió órdenes de arresto contra funcionarios israelíes, colocando a Netanyahu y al destituido ministro de Defensa (Guerra), Yoav Gallant, a la cabeza de la lista de criminales de guerra buscados. Todo esto sin un plan político claro para la posguerra.
Asimismo, la historia anotará que la guerra contra Líbano, que Netanyahu esperaba ganar incluso antes de empezar mediante masacres como las de los mensáfonos y dispositivos de radio y el asesinato de líderes, incluido el secretario general de Hizbullah, el mártir Sayyed Hassan Nasrallah, estalló días después de haber lanzado su agresión.
El resultado fue una guerra que duró cerca de 60 días y culminó con bombardeos de «Tel Aviv», «Nahariya», «Petaj Tikva», Haifa y «Kiryat Shmona». Sí, los libros del conflicto con «Israel» registrarán que el 24 de noviembre de 2024, la Resistencia de Líbano (Hizbullah) lanzó más de 350 misiles contra el «entidad».
En su libro «Un lugar entre las naciones», el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu intenta exculpar a los romanos de la expulsión de los judíos, cargando la responsabilidad a los «invasores ismaelitas», quienes, según él, aplicaron una política destructiva hacia la existencia judía.
Sin embargo, lo que Netanyahu ignora es que la historia lo recordará como uno de los responsables de poner los cimientos para la migración inversa de judíos desde Palestina, un fenómeno que no habría avanzado a tal ritmo en tan poco tiempo de no ser por su obstinación y su constante huida hacia adelante a través de guerras más cercanas a un pantano.
En realidad, él mismo fue quien «incendió Tel Aviv» con su testarudez y su intransigencia, ganándose merecidamente el título de Nerón de «Israel»… cuyo destino, quizá, será el asesinato o el suicidio en su intento de escapar del castigo.