Origen y causas de la situación actual de la democracia neoliberal
Por Juan Carlos Espinal. Los orígenes de la deuda externa en América Latina y el Caribe han generado una bibliografía incomparablemente más reducida que las tasas del subdesarrollo, y ello por una razón evidente. Con muy raras excepciones, ningún analista sensato – pienso ahora en los análisis socioeconómicos del PNUD – ha puesto en duda que en el período de pos guerra, el status quo latinoamericano y su élite, el FMI, el Banco Mundial y menos claramente el BID fueron los transgresores.
Las economías latinoamericanas y caribeñas que se vieron arrastradas al endeudamiento fácil- contra las políticas asociales y antisociales de los tres antes citados y la mayor parte de los gobiernos nacionales sucumbieron a las politicas fondomonetaristas o no hicieron cuanto estuvo a su alcance para evitarlo. Si se pregunta quien o que causo la crisis sistémica del capitalismo neoliberal, se puede responder con toda contundencia: EEUU y el G-7. Ahora bien, las respuestas de los gobiernos nacionales de pos-guerra a los interrogantes históricos no son tan sencillas.
Como hemos visto, la situación internacional creada por la deuda externa hispanoamericana era intrínsecamente inestable en los países satelitales de Washington, especialmente en República Dominicana pero también en Centro y Suramérica y, por consiguiente, no se creía que la paz social pudiera ser duradera. La insatisfacción de las clases medias y los trabajadores con el status quo y su élite no la manifestaban sólo los estados fallidos, aunque estos, especialmente Haití. Creían tener motivos sobrados para el resentimiento, como así era.
Todos los partidos tradicionales latinoamericanos y caribeños, desde los comunistas, situados en la extrema izquierda, hasta los neoliberales nacionalistas de Chile, atrincherados en la extrema derecha, coinciden en condenar – al status quo y su elite al G-8, al FMI, por ejemplo, como injusto e inaceptable – Pienso ahora en la socialización de las perdidas de las crisis financieras. Paradójicamente, de haberse producido una revolución social genuinamente latinoamericana, la situación del Hemisferio Occidental no habría sido hoy tan explosiva.
Los grandes estados en los que si se había registrado una revolución, Brasil, Venezuela y Argentina, estaban demasiado preocupados por sus propios asuntos, entre ellos la defensa de sus intereses, entre sus prioridades la defensa de sus fronteras – Pienso en una posible conflagración armada Colombo- Venezolana planificada por el comando Sur del gobierno de los Estados Unidos como para poder desestabilizar la situación internacional.
En los años ochenta ambos países eran factores de inestabilidad y, de hecho, la Venezuela de Carlos Andrés Pérez, permaneció neutral en el conflicto geopolítico de EEUU con Latinoamérica y el Caribe. Sin embargo, también México y Perú, aunque integrados al FMI, se sentían insatisfechos; los mejicanos con más justificación que los peruanos, cuyos anhelos expansionistas superaban en mucho la capacidad económica de su país para satisfacerlos. De todas formas, Perú había obtenido de Washington importantes anexiones comerciales en el TLC e incluso en bonos soberanos, aunque no había conseguido todo cuanto le habían prometido sus aliados del Norte a cambio de su adhesión comercial. Sin embargo, el triunfo del socialismo del Siglo XXI, movimiento revolucionario y, por tanto, integracionista y popular, subrayo la insatisfacción latinoamericana.
En cuanto a Brasil, su considerable fuerza militar y naval lo convertían en la potencia más formidable de la geopolítica Sur-Sur especialmente desde que la Venezuela chavista entrara en escena. Esa condición fue reconocida a nivel internacional por la introducción de Venezuela en el Mercosur estableciéndose naturalmente una proporción de intercambio comercial que puso fin a la supremacía geopolítica de EEUU en la región. Pero sin duda Brasil, cuya industrialización progresaba a marchas forzadas, – aunque la dimensión de su economía seguía siendo modesta – a finales del Siglo XX representaba el éxito de las teorías sociales del crecimiento macro económico, la equidad y el desarrollo humano. Además, los teólogos los fondo monetaristas eran perfectamente conscientes de la vulnerabilidad de sus recetas económicas, que carecían prácticamente de todos los principios sociales necesarios para una economía integral moderna, cuyas políticas de crédito podían verse impedidas por la acción de los monopolios corporativos y cuyas políticas estaban a merced del mercado estadounidense.
La presión social para forjar nuevas democracias en el Hemisferio Occidental-pienso en una sociedad igualitaria con un estado de derecho que conceda garantías constitucionales- acortaría las líneas estratégicas fondo monetaristas con las clases medias y los trabajadores, que de otra forma resultarían totalmente vulnerables. No obstante, por muy saludable que fuera la estabilidad macroeconómica en Santo Domingo y por muy grandes las posibilidades de que fuera quebrantada, es innegable que la causa inmediata del subdesarrollo fue la deuda externa, primero, la agresión militar de las potencias en el conflicto Norte-Sur, segundo, vinculadas a EEUU por diversos tratados desde mediados de 1907. Y en tercer lugar, los episodios que impulsan el camino hacia la expansión capitalista de EEUU en el Caribe fueron la guerra hispanoamericana en 1898 contra España, la invasión norteamericana de Haití en 1914 y 1920; En República Dominicana en 1916 y 1965, la intervención militar en el conflicto Irán-Contras en Nicaragua en 1979, la mutilación de la independencia de Puerto Rico en las últimos meses del año 2000, el conflicto cubanoestadounidense entre 1959-2009, que desencadeno el estallido de la guerra fría y el clásico proceso imperialista del Siglo XX y principios del Siglo XXI. Se pueden mencionar también otros impulsos de forma negativa: la decisión del Comando Sur de actuar contra el gobierno constitucional de Manuel Zelaya en Honduras; la decisión del Departamento de Estado de no responder a la denuncia unilateral y, especialmente, a la reocupación militar de Colombia, su negativa a intervenir seriamente en la guerra contra el narcotráfico, en el hemisferio, -especialmente en Méjico – su decisión de no reaccionar ante la ilegal ocupación militar de la MINUSTAH en Haití, su rendición ante el chantaje de la extrema derecha republicana con respecto a las políticas – anti inmigrantes – y la oposición de EEUU al proyecto ALBA y Petrocaribe, – pacto firmado entre Estados y Presidentes Latinoamericanos y Caribeños – con la finalidad de suplir petróleo a las antiguas colonias de la periferia. Sin embargo, si bien es cierto que el FMI no deseaba la desestabilización de la de la sociedad latinoamericana y caribeña aunque hizo todo lo posible por potenciarla, y en el caso del Banco Mundial, la deseaba activamente, ninguno de los casinos agresores, el BID, por ejemplo, la deseaba tal como se produjo y en el momento en que estalló y tampoco deseaban luchar contra algunos de los enemigos con los que tuvieron que enfrentarse.
Venezuela a pesar de la influencia económica en la vida política del país, habría preferido alcanzar sus objetivos – en esencia, la creación de una potencia geopolítica en el Caribe, sin tener que participar en una guerra asimétrica, en la que sólo intervino cuando lo hicieron los EEUU.
El tipo de diplomacia que deseaba EEUU, así como cuando y contra quien, son todavía objeto de controversia, pues Trujillo, por ejemplo, no era un hombre que plasmara sus decisiones en documentos, pero dos cosas estaban claras: Una intervención militar contra Venezuela – a la que apoyaban Colombia y Perú – no entraba en sus previsiones, y la crisis económica en la que Wall Street se vio envuelto, era la pesadilla que atormentaba a todos los economistas del Banco Central. El FMI – y más adelante la US AID – necesita desarrollar una rápida ofensiva de información por las mismas razones que en 1990.
A efectos prácticos, en el Siglo XXI, la crisis socio política en el Caribe apenas había comenzado. Aun si EEUU no podía invadir a Cuba por el doble obstáculo que suponían el mar y el voto hispano, no se veía como la Unión Europea podría retornar al hemisferio, y mucho menos derrotar a EEUU. Mientras tanto, el Banco Mundial estaba estructurando el mapa latinoamericano. De cualquier forma ¿Qué importancia tiene la exactitud estadística para las clases medias y los trabajadores cuando la realidad del subdesarrollo capitalista maneja cifras negativamente astronómicas? ¿Acaso el horror del subdesarrollo capitalista será menor si los historiadores del Banco Central llegaran a la conclusión de que la deuda externa exterminó la posibilidad de 6 millones de personas – estimación aproximadamente original y, casi con toda seguridad exagerada, sino a 7 u 8 o incluso a 9 millones? ¿Es posible captar el significado real de las cifras del Banco Central más allá de la realidad socio cultural que se ofrece a la intuición de la opinión pública liberal? ¿Qué significado tiene para quién lea estas líneas que de los 9 millones de ciudadanos; ¿10 millones? 5 ó 6 viven por debajo de la línea de la pobreza? El único hecho seguro respecto a los efectos colaterales de las políticas fondomonetaristas en economías latinoamericanas y caribeñas es que la brecha social se disparó.
En República Dominicana, todavía en el Siglo XXI, el analfabetismo no había sido erradicado. Una vez terminada la guerra civil de 1965 fue más fácil para EEUU y el FMI la reconstrucción de los edificios que la de las vidas de millones de seres humanos. Si EEUU representa hoy el extremo de las consecuencias económicas del fraude capitalista, hay que situar al resto de las economías del Hemisferio Occidental en una situación intermedia entres esos extremos, pero en conjunto más próxima a la posición del Sur-Sur que a la de los EEUU.