Orlando, trayectoria y ejemplo
Por Lilliam Oviedo
Conferencia en San Juan de la Maguana el 18 de marzo de 2025
En febrero de 1973, en luto por el coronel Caamaño y por los demás patriotas caídos en las montañas de Ocoa, Orlando Martínez citó a los grandes poetas de América y del mundo para hablar sobre la muerte y sobre el heroísmo.
En la conmemoración del cincuenta aniversario del asesinato de Orlando Martínez, cabe citar al peruano universal César Vallejo, al reconocer que “¡Hay golpes en la vida tan fuertes!”.
Vallejo los presenta:
“Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte”.
A soltar una lágrima, hay derecho, pero hablar de derrota no es opción. Hay que hablar de futuro y de esperanza, de apego a la verdad e irrenunciable compromiso.
Porque eso fue Orlando Martínez.
Su apego a la verdad y su condición de revolucionario, hoy son fuentes de inspiración para sembrar y cultivar conciencias.
Porque su trayectoria es ejemplo.
Hablando de historia y de compromiso, Pablo Neruda en Alturas de Machu Picchu, envolvió en un recuerdo una trascendente reflexión:
“Déjame olvidar hoy esta dicha que es
más ancha que el mar
porque el hombre es más ancho que el
mar y que sus islas,
y hay que caer en él como en un pozo,
para salir del fondo
con un ramo de agua secreta y de
verdades sumergidas”.
Hablemos, pues de Orlando, el revolucionario, el periodista, el ser humano incapaz de ignorar el sufrimiento de sus semejantes y dispuesto a luchar por la esperanza, aunque en esa lucha tuviera que enfrentar a los potros de bárbaros Atilas.
En Las Matas de Farfán (un municipio de la provincia San Juan), en septiembre de 1944, Orlando Martínez vino al mundo como el último hijo de Mariano Martínez y Adriana Howley.
Marcado por los acontecimientos de 1965 y en contacto con la juventud revolucionaria de la década de 1960, Orlando Martínez asume militancia en el Partido Comunista Dominicano y viaja al exterior (su más prolongada permanencia fue en Hungría) a representar a la organización en la Federación Mundial de Juventudes Democráticas.
Amplía su formación política y recibe entrenamiento militar. Buscaba llegar a la gente y enfrentar, cuando fuera necesario, a los esbirros del balaguerato.
No hay que olvidar que Joaquín Balaguer recibió del poder estadounidense el encargo de encabezar un gobierno entreguista y criminal… Y lo hizo.
Su sólida formación, junto a la asesoría de Marco Rodríguez y a su condición de revolucionario sin vacilación, explica la profundidad de sus exposiciones y su disposición a buscar la información, darla a conocer e interpretarla.
Laboró en el vespertino El Nacional y en la revista ¡Ahora!, donde se convirtió en el columnista más leído e influyente del momento.
Recibió amenazas, pero no renunció a sus posiciones.
Cuando el 17 de marzo de 1975, seis meses antes de cumplir los 31 años, las balas asesinas segaron su vida, Orlando Martínez había dejado material escrito suficiente para editar 3 tomos, que, en el marco de la conmemoración de los 50 años de este hecho, han sido reeditados y serán puestos próximamente en circulación.
La lucha contra la impunidad del delito de Estado, la condena al saqueo de los recursos naturales, el rechazo al entreguismo de los gobernantes nacionales y a la genuflexión ante el imperialismo en cualquier lugar del planeta, hallan inspiración en esta obra y en la ejemplar trayectoria de Orlando Martínez.
¿Cómo no evocarlo cuando transnacionales mineras pretenden clavar sus garras en la provincia donde nació y el gobierno de Luis Abinader, como sus antecesores, se propone ofrece garantías para ese sucio y condenable ejercicio?
¿Cómo no evocarlo cuando el contenido basura avanza hacia el predominio en la prensa dominicana con el consentimiento y el apoyo de la dirección política del Estado y de las corporaciones que controlan los medios?
La vigencia de su pensamiento, sus pronunciamientos contra las transnacionales y contra el abuso en todas sus formas, ha convertido a Orlando en símbolo y lo mantiene vivo entre los hombres y mujeres conscientes.
Lo contrario ha sucedido con quienes le dieron muerte.
El 8 de enero del año 2021, a propósito de la muerte de Enrique Pérez y Pérez, exgeneral, creador de la sangrienta Banda Coloría y siempre agente de la CIA, fue profusamente citado en las redes y en los medios alternativos el Obituario con hurras, despedida en versos compuesta por Mario Benedetti para decir adiós a un canalla en cualquier zona del planeta.
En la negativa, incluso de las figuras más desacreditadas, a identificarse con la desgracia de Chinino, su participación en el asesinato de Orlando Martínez fue determinante.
Joaquín Balaguer, en defensa de su propio nombre, utilizó su preeminencia en el sistema político para impedir que Chinino fuera juzgado en el año 2000 (alegaron cáncer agravado, aunque Chinino murió 22 años después cuando, nonagenario, sufrió un infarto) y lograr que solo fueran condenados quienes se presentaron como autores materiales del asesinato de Orlando Martínez (Joaquín Pou Castro, Mariano Durán Cabrera, Rafael Alfredo Lluberes Ricart y Luis Emilio De la Rosa).
Falleció hace casi 15 años Ernesto Cruz Brea, quien llevó material de lectura a la reunión de generales en que Chinino y sus colegas acordaron dar muerte a Orlando; falleció Joaquín Pou Castro, falleció nonagenario Pérez y Pérez, y es larga la lista de enviados al pasado y de entierros sin honores, como fue el caso de Manuel Logroño Contín, quien en 1975 era jefe de la Marina.
Hoy, cuando los medios controlados por el gran capital apañan la podredumbre y el sistema político ha logrado comprometer a periodistas que se autodefinen como independientes en la defensa de la figura de un presidente como Luis Abinader, elitista, millonario y con evidente vocación de jefe autoritario, rendir homenaje a Orlando es denunciar a esa derecha corrupta que segó su vida.
La página en blanco que dejó Joaquín Balaguer, jefe indiscutible de los esbirros y mentor de los corruptos de hoy, ha de servir para demandar que sea presentado a las nuevas generaciones tal como quien recibió el encargo de unificar a la clase dominante para coordinar la aplicación de la política imperialista en el país.
En las Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo no figuran los nombres de los asesinos de Orlando Martínez, pero este pueblo ha identificado a los esbirros y conoce al propio cortesano, el padre de la podredumbre, el mentor de los corruptos, el jefe de los bandoleros.
Parafraseando a Mario Benedetti, hay que decir que, “el cruel no tiene nombre, y en cambio tiene nombre su destino”.
Hay que insistir en el caso de Balaguer. La escuela y los medios de comunicación dominados por corporaciones presentan hoy a la juventud una figura edulcorada.
En términos políticos, Balaguer fue, en realidad, un entreguista, arrodillado siempre al imperialismo. En lo operativo, fue el jefe indiscutible de los bandoleros a quienes él mismo llamó incontrolables, y el mentor de los corruptos de hoy.
Para recordar a Orlando con orgullo y alegría, para dar respuesta de conciencia al golpe que hace 50 años asestaron a este pueblo, a la libertad de expresión y al movimiento revolucionario los grupos más recalcitrantes de la derecha, hay que levantar la bandera de la esperanza y asumir sin vacilación el compromiso con el futuro.