Pena, tristeza y tristumbre: una mirada desde el análisis literario (5 de 5)

Virgilio López Azuán

Muchos sentimientos humanos tienden a ser maravillosos. Eso depende como dominemos la magia de moverlos, de trascenderlos y alcanzar conscientemente a través de ellos estados esenciales de plenitud.

La tristeza puede ser un elemento más del espectro, del tránsito donde los sentimientos viajan y se van expresando. Hay personas que son capaces de pasar del llanto a la risa con una facilidad que pasma. Otros, no son capaces de trascender esos estados. Quizá el teatro en su concepción más completa de ese arte, obra-actuación, es donde se puede apreciar estas transiciones con más facilidad. El teatro no exagera si no hay sobre actuación, el teatro revela los tránsitos de los sentimientos que necesariamente no son de tipo hiperbólico. Por medio del arte se conocen los caminos de los sentimientos humanos y esa es una de las importantes facetas que debe dominar todo escritor, todo artista. Saber dónde están los límites, cómo se puede fluir y retratar esos sentimientos para hacerlos florecer. Necesariamente no tiene que generar iguales estados en el lector como lo hace con la tristeza la obra María de Jorge Isaac o que provoque sensación de frío como las narraciones de la estepa siberiana de Julio Verne. No, es tanto así, es que logre simplemente conmover al lector, eso es suficiente, digamos para iniciar.

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