Pensamiento Crítico. Desde la Unión Europea, una guerra del gas a Rusia en detrimento de las clases populares
Por Geraldina Colotti
Maniobras geopolíticas y especulaciones financieras en detrimento de las clases populares en el contexto de una economía de guerra, en un sistema-mundo dominado por la globalización capitalista, y por las feroces contorsiones de un modelo en crisis estructural. Así se puede resumir el entrelazamiento de intereses presente en el conflicto por el gas ruso entre la Unión Europea y Moscú.
El 9 de septiembre, la presidencia de turno del Consejo de la Unión Europea convocó la reunión extraordinaria de ministros de energía en Bruselas. Los Veintisiete volverán a reunirse un mes y medio después del último Consejo de Energía, que de media tuvo un acuerdo sobre el recorte voluntario del consumo de gas en un 15%. En perspectiva, la posibilidad de fijar un techo temporal al precio del gas importado (price cap), en el marco del G7.
Mientras tanto, la UE prepara un sexto paquete de «sanciones», que prevé cortar el suministro desde Moscú a partir del 5 de diciembre (y desde el 5 de febrero de 2023 para los productos refinados del petróleo), y por ello establecer la prohibición de seguros y financiación de los embarques de petroleo de empresas rusas. Gran Bretaña y la Unión Europea son centros globales para la industria de seguros marítimos, y la prohibición de asegurar o financiar transacciones que involucren petróleo ruso podría causar importantes interrupciones en los envíos de petróleo ruso en todo el mundo.
En el centro de las discusiones, cómo establecer el precio máximo y cómo aplicarlo. El tope de precio, de hecho, crearía una excepción en las sanciones europeas, permitiendo a las aseguradoras otorgar cobertura para el cargamento de petróleo solo si se vendió a un precio determinado o inferior. Un precio que la UE querría establecer dentro de una «amplia coalición internacional», basada en «datos técnicos», inferior al actual pero superior a los costes, para empujar a Moscú a «no renunciar a vender», pero en realidad para eliminar la producción rusa, llevando a su suspensión.
Mientras tanto, los ministros de Finanzas del G7 (EEUU, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Canadá), reunidos virtualmente, definen el plan a implementar a principios de diciembre. En la declaración conjunta, los ministros instaron a «todos los países que tengan la intención de continuar importando petróleo y productos petrolíferos rusos a comprometerse a hacerlo solo a precios iguales o inferiores al precio tope». Así -argumentaron- será posible «aliviar la presión sobre los precios mundiales del petróleo y apoyar a los países importadores de petróleo a nivel mundial, permitiendo el acceso ininterrumpido al petróleo ruso a precios iguales o inferiores al precio tope para los países que continúan realizando dichas importaciones».
En la retórica exhibida por el comunicado, la medida debería ser «particularmente ventajosa» para los países más vulnerables, de ingresos bajos y medios, que sufren el aumento de los precios de la energía y los alimentos, que ya se han disparado a niveles sin precedentes. En realidad, existe el doble interés mostrado por la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen: “Bajar la presión sobre los precios de la energía y negarle a Putin los ingresos para financiar su brutal guerra en Ucrania”.
Tras el acuerdo alcanzado entre los ministros de Finanzas del G7, y cerca de la reunión de la OPEP+ del 5 de septiembre, el precio del Brent se aceleró al alza (+2,11% hasta los 94,25 dólares el barril). En la reunión nro. 31 de los ministros OPEP y no OPEP, que se celebró en agosto en Viena, y que el ministro de Petróleo de Venezuela, Tareck El Aissami, calificó de positivo para la estabilidad del mercado energético mundial, se decidió aumentar la producción de petróleo en 100.000 bpd, que se espera que entre en vigor a partir del 5 de septiembre.
Y el presidente Nicolás Maduro, quien también en esta perspectiva había emprendido un constructivo viaje euroasiático en junio pasado, declaró: “Los países de la Opep+ permanecerán unidos, disciplinados, regulando el mercado petrolero de acuerdo con las necesidades de la humanidad. Nos asumimos como actores influyentes en el mundo multipolar y multicéntrico que se empieza a construir”.
Una visión muy distinta a la que está mostrando el bloque europeo, tan miope y subordinado a Estados Unidos -al que la UE compra petróleo y gas a precio muy alto – para actuar en contra de sus propios intereses.
Rusia ha calificado la propuesta financiera del G7 de «completamente absurda» porque conduciría a «una importante desestabilización del mercado petrolero» cuyo precio serán los consumidores europeos y estadounidenses los primeros en pagar. De hecho, aumentan las encuestas sobre posibles levantamientos populares en los países de la UE, en los que muchas fábricas se verán obligadas a cerrar o suspender la producción.
«Vamos a vender petróleo y gas en otros lugares», reiteró el Kremlin, basándose en que los gobiernos de las tres cuartas partes de la población mundial, empezando por los de China e India (que suman tres mil millones de habitantes), no se adhieren a las sanciones y compran el gas ruso a precios asequibles. Además, los mecanismos especulativos del mercado energético han disparado el precio del gas y han permitido a Rusia ganar más vendiendo menos. Los mecanismos de interdependencia -asimétrica- de la globalización capitalista están haciendo agua por todos lados, y la anarquía del capitalismo hace imposible gobernarlos.
Rusia ha anunciado el bloqueo de los suministros de gas de Gazprom que deberían haberse reanudado desde el gasoducto NordSteam1, que lleva tres días parado por «mantenimiento». NordStream1, dijo el Kremlin, está amenazado por la escasez de piezas de repuesto debido a las «sanciones», suspendidas solo temporal y parcialmente este verano para permitir la entrega del material por parte de la UE después de una revisión realizada en Montreal, Canadá.
Para garantizar el cumplimiento del cap price, los países del G7 deberían imponer la adhesión a medidas coercitivas al resto del mundo con la amenaza de sanciones secundarias contra las empresas que transgredan y violen la orden del G7. La tensión se extendería así mucho más allá de las fronteras de la guerra en Ucrania, dando un paso más allá del conflicto financiero a la guerra. Mientras tanto, Estados Unidos ha decidido nuevos suministros militares para Ucrania. “A estas alturas, una línea muy delgada separa a EE.UU. de convertirse en parte del conflicto -advirtió el Kremlin-. No se hacen ilusiones de que todo permanecerá sin cambios una vez que se cruce esa línea”.