Presencia del FMI en Santo Domingo: 2020-2028. Anatomía de una quiebra moral, socioeconómica y política.
Por Juan Carlos Espinal. 3/3.
Por más rigurosas líneas analíticas que se puedan escribir comparando procesos históricos, para cualquier persona será difícil describir la mega-crisis socioeconómica.
Para cualquier observador sensato será cuesta arriba entender el carácter cosmético de la estabilidad democrática o entender las justificación política de la pérdida adquisitiva del peso dominicano.
Por más esfuerzos de comprensión de los rebotes estadísticos qué pudiese tratar de establecer el Banco Central buscando maquillar la difícil situación de la economía fondomonetarista, nadie en su sano juicio podría negar la desestabilización a la que nos condujo la inversión pública más baja en los últimos 42 años de democracia representativa 1966-2024.
Como para los teóricos neoliberales del Banco Central cualquier explicación será insuficiente, ya nada de lo que a partir de ahora pudiese ocurrir a los dominicanos se descarta.
Una vez más ensayamos de manera crítica e impersonal los acontecimientos, mirando desde el principio de la desaceleración económica, la degradación de los servicios públicos, el avance de la extrema pobreza y la pérdida de la aprobación de la democracia por parte de amplios segmentos de la población.
Durante los 8 años que permanecerá el control del gobierno del presidente Luis Abinader 2020-2028, éste se involucró en un amplio espectro de actividades fideicomisarias significativas muy alejadas de los publicitarios esfuerzos médiaticos de progreso en salud pública, obras públicas, energía, transporte y educación.
Mientras que la mayoría de los ministerios estaban relacionados directamente con el presupuesto déficit ario, la hiper corrupción o el endeudamiento externo, la economía fondomonetarista, la agricultura, las políticas comerciales, el desarrollo de la agropecuaria, la naturaleza de la integración de la economía al mercado global, los sistemas penal y judicial, y hasta cuestiones sociales como la tarjeta Superate marchaban al ritmo de la devaluación.
Esta situación de la economía inflacionaria reforzó el patrón básico que persiste de manera consistente en los hogares dominicanos, que por lo general reportan escasez de alimentos o toman prestado para comer.
Por décadas, la agricultura, el comercio, el turismo, las zonas francas y las remesas fueron los motores de la economía dominicana.
Dominando el mercado estaban los sectores de las tres exportaciones principales de azúcar, cacao y tabaco. Otras exportaciones de importancia secundaria, incluyendo el café y guineos estaban enfrentados a los vaivenes del mercado internacional.
También de menor importancia económica las cosechas de hortalizas qué producen los campesinos para el consumo local.
Aparte de la caída de los mercados agropecuarios, la única otra producción de la República Dominicana provenía del sector industrial qué fabrica una diversidad limitada de bienes de consumo.
Las empresas, en lugar de fabricar la mayoría de los bienes industriales qué necesitaban los dominicanos, tendían a importarlos.
Las manufacturas, principalmente los productos del hierro, del acero, oro y los textiles, así como productos alimenticios de consumo corriente qué no se producen en el país, constituían una gran parte de las importaciones totales.
En última instancia, todos los sectores de la economía dominicana eran dependientes de las exportaciones agrícolas.
El dólar escaseaba influyendo este fenómeno de incertidumbre entre los productores locales, los profesionales liberales, las Pymes, los agentes comisionistas, artesanos, pequeños propietarios informales y trabajadores.
En los 2 períodos de gobierno del presidente Abinader la estabilidad de los servicios públicos dependía del éxito de la colocación de bonos de deuda en el exterior.
La política exterior había estado dominada durante mucho tiempo por el FMI y el comercio de importación qué a su vez competía con el mercado especulativo de monopolios locales.
Durante el gobierno del presidente Abinader, la estructura de la economía fondomonetarista se consolidó básicamente en el endeudamiento externo, las altas tasas de interés, los bajos salarios, la especulación de precios, la fuga de capitales y la falta de competitividad de las empresas dominicanas.
La mayor parte de los esfuerzos del Banco Central estuvieron orientados a introducir restricciones en el aparato productivo que el gobierno del presidente Abinader había encontrado en franco crecimiento.
Los numerosos efectos adversos de la pandemia en la economía crearon mayores dificultades. En primer lugar, los exportadores se vieron crecientemente aislados de sus mercados tradicionales, un hecho especialmente dramático dada la escasez de divisas.
En segundo lugar, la economía dominicana, tan dependiente de las importaciones, y exportaciones, sufrió las consecuencias.
En tercer lugar, el mercado, especialmente el comisionista experimentó una aguda especulación de precios.
La pérdida de confianza de los agentes económicos dejaba al ministerio de Hacienda con pocas opciones. Los exportadores reportan dificultad para acceder a las divisas.
Como resultado, ese tratamiento diferencial augura mayor pobreza para algunos segmentos poblacionales.
Para finales del año 2024 y principios del año 2025, los dominicanos habían comenzado a sufrir el efecto de choque de la economía fondomonetarista.
Los artículos de los precios de la canasta básica familiar aumentaba, especialmente la harina. Igualmente, la guerra civil en Haití se expandió por toda la Isla en forma de ingobernabilidad cuando no se cortó el flujo de materias primas a algunas de las empresas subsidiarias fronterizas, reduciendo el intercambio de bienes y servicios.
Es posible que, ante el cierre forzoso de la frontera, oficiales militares y funcionarios del ministerio de agricultura hayan tratado de diseñar sus propias soluciones a éste problema transfronterizo, afectando a miles de productores agropecuarios.
No obstante, es obvio que la sociedad Dominicana en su conjunto se encuentra sufriendo privaciónes, que el gobierno estaba perdiendo ingresos y como respuesta a las demandas de los consumidores autorizaba indiscriminadas importaciones disparando la inflación.
El relajamiento de las normas legales significó un retorno parcial a las condiciones pre pandemia.
Para profundizar el proceso de estancamiento, la devaluación incrementó el costo de los combustibles fósiles, disparó el precio del GLP, aceleró el aumento de los peajes y los pasajes de transporte público.
La inflación de un 34% acumulada fue uno de los peores aspectos del periodo 2020-2024. Los alimentos básicos importados se incrementaron afectados por la subida de las tarifas de los fletes.
Para combatir la ola de violencia y criminalidad, el Gobierno del presidente Abinader emitió órdenes ejecutivas fideicomisando la Policía Nacional. Tan solo logró aumentar las ejecuciones extrajudiciales, justificando esas órdenes ejecutivas desde el Ministerio de Interior, alentando la quiebra de la democracia representativa.
Finalmente, debe agregarse qué el impacto de la guerra civil haitiana sobre la economía implicaba 1 millón de desplazados.
Cuando este período gubernamental termine, y los obstáculos al desenvolvimiento normal de la vida económica de los dominicanos sea removida, entenderemos que el nivel de estabilidad no se podría igualar nuevamente hasta décadas después.