Rafael Fernández Domínguez (4/4)
Por Farid Kury
Pero en ese momento ya no había nada que hacer. El golpe estaba consumado. Cualquier intento de tomar el Palacio y liberar al Presidente o cualquier otra acción militar, hubieran terminado en un inútil baño de sangre. Juan Bosch así lo entendió, y por eso no autorizó la acción, con lo cual preservó la vida del coronel Fernández Domínguez.
Consumado el golpe, el presidente fue deportado en la fragata Mella a Puerto Rico. Una Junta Cívico-Militar fue instalada. El 28, el mismo día en que Bosch era deportado, Fernández Domínguez era sustituido del cargo de Director de la Academia «Batalla de las Carreras», y el 3 de octubre era nombrado Agregado Militar en España. Era indudablemente un exilio involuntario.
Con todo, las bases del movimiento constitucionalista estaban sembradas. Su fundador salía para España, pero dejaba en el país la idea de que el gobierno debía ser derrocado para reponer al presidente Bosch.
En España, el coronel Domínguez, aunque a veces la represión lo empujaba a desear abandonar el ejército, nunca perdió la fe. En diciembre de 1964 fue relevado de su cargo, pero no se le permitía entrar al país. El gobierno de facto, conociendo su liderazgo, lo quería lejos. Sin embargo, haciendo diversas diligencias y ejerciendo presiones, logró un permiso para entrar al país por sólo 72 horas.
Al primero que buscó para involucrarlo en los planes fue al coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, que era jefe del departamento Radio Patrulla. Tras muchas pláticas, Caamaño puso una condición: respaldaba sólo si era para instalar una junta cívico-militar. Pero en eso Fernández Domínguez era inflexible. Quería reponer el gobierno constitucional de Bosch, y en eso no cedía un ápice. Tampoco Caamaño. Finalmente, desesperado y en cierto modo molesto, Fernández le señaló a Caamaño lo siguiente: «Mira Feancis, esto lo vamos a hacer contigo o sin ti, si nosotros perdemos la vida, no nos pesará ni a nosotros ni a nuestros hijos, porque consideramos que lo hacemos por una causa justa, honesta. Si triunfamos, te llamaremos a colaborar y tú serás nuestro jefe de la Policía, porque tú eres un hombre honesto y capacitado de los que necesita el país».
Tan categóricas y convincentes fueron esas palabras que Caamaño no pudo más que aceptar los planes en los términos propuestos por el coronel Domínguez. Con su decisión se enrolaba el hombre que cuatro meses después sería Presidente Constitucional de la República en Armas, cargo que ejercería con dignidad y gallardía.
En coordinación con Caamaño, Hernando Ramírez, Manuel Lachapelle Díaz y otros oficiales, se organizó un plan para iniciarse el plan de enero de 1965. El coronel Domínguez llegaría al país clandestinamente por vía marítima, y sería recibido en el muelle por el coronel Caamaño. Pero el gobierno se enteró del plan, y hubo de posponer la acción. Desvelada la trama, Domínguez se trasladó a Chile donde había sido designado Agregado Militar.
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En Chile estaba el 25 de abril cuando supo que en Santo Domingo el movimiento constitucionalista se había iniciado de manera intempestiva, y prácticamente había derrocado al Triunvirato. El capitán Mario Peña Taveras, para evitar el apresamiento de oficiales comprometidos con la causa constitucionalista, armado de valor, había arrestado al jefe del ejército, General Marcos Rivera Cuesta, acción con la cual se iniciaba la Guerra de Abril, en la que el valor de los dominicanos alcanzaría dimensiones internacionales al enfrentar en suelo patrio la grosera intervención de los marines norteamericanos.
Ese mismo día viajó a Puerto Rico a comunicarse con el profesor Bosch y seguir a Santo Domingo para ponerse al frente del movimiento. Pero no pudo hacerlo. El aeropuerto dominicano estaba cerrado, y además las autoridades norteamericanas dificultaban su regreso. Diversas alternativas se barajaron infructuosamente. La frustración y la desesperación se apoderaron de él. Le molestaba estar lejos de la patria en esa hora crítica. Tal era su inquietud cuando el 13 de mayo el profesor Bosch, usando argumentos lógicos, como el de que si para derrotar al enemigo hay que usar su propia arma, no habría razón para no hacerlo, lo convenció a regresar en un avión del ejército norteamericano, en el que venían, además, representantes del presidente Lyndon B. Johnson.
Ese mismo día llegaría a la base de San Isidro y de allí se trasladaría inmediatamente al edificio Copello, sede del gobierno en armas. Tan pronto vio al presidente Caamaño le hizo el saludo militar, pero éste le dijo: «Rafael, ven que a quien le corresponde estar aquí es a ti» a lo cual contestó: «No señor. Yo estoy frente al Presidente de la República».
El fundador del movimiento constitucionalista no había venido a reclamar puestos ni honores. Había venido, fundamentalmente, a convencer de parte del profesor Bosch a Caamaño, de la viabilidad de la llamada Fórmula Guzmán, con la cual se pretendía ponerle fin al conflicto. Y había acordado regresar a Puerto Rico inmediatamente cumpliera esa misión. Pero Fernández Domínguez tenía sus propios criterios y planes y no pensaba regresar. El había venido a cumplir con la misión, pero también a quedarse en el país combatiendo la intervención norteamericana. Y a seguir la lucha por el retorno de Bosch al poder.
Eso era lo que lo movía. Se quedó, y fue designado, por el presidente Caamaño, a sugerencia de Bosch, como Ministro de Defensa.
Siete días después, solo siete, el coronel caía en combate cuando trataba de tomar el Palacio Nacional. Viendo que tenía un valor simbólico importante, entendió correcta la decisión de tomarlo. A pesar de la oposición de Manuel Monte Arache y del propio Caamaño, el coronel Domínguez organizó la que sería conocida como la Operación Lazo, en la que balas de una ametralladora calibre 59 manejada por tropas norteamericanas, le alcanzaron mortalmente cuando intentaba avanzar al Palacio Nacional por la calle 30 de Marzo.
Allí había caído en plena calle de Santo Domingo el fundador y líder del movimiento militar constitucionalista. Al saber la dolorosa noticia, Juan Bosch pidió que se le rindiera honores de general muerto en combate. Porque lo que ese día había caído en la Santo Domingo mancillada era un diamante de luz que consagró su vida al bien de la patria.