REFLEXIONES ATREVIDAS #16 Nuestra voraz oligarquía
Por José Francisco Peña Guaba
Al leer el artículo del reconocido sociólogo, Melvin Mañon, titulado “El silencio de la prensa no disminuye la intensidad del enojo”, solo acerté en pensar que alguien por fin le puso el cascabel al gato, y me vi retratado de cuerpo entero con lo dicho por este enjundioso articulista, ¡nada más claro!
Muchos pensarán que estamos atacando, inclusive a relacionados con mi padre en el pasado con nuestra aseveración, pero precisamente no es así, la verdad es que la impronta en vida del liderazgo de Balaguer, Bosch y Peña Gómez fueron una real limitante al desenfreno monopólico que exhibe hoy nuestro alto y tradicional empresariado, casi todos integrantes de nuestra blanca e insaciable oligarquía.
Sin los frenos que les imponían los grandes líderes, estos se ven hoy sin obstáculos, como dueños absoluto de todo, porque sus ambiciones han sobrepasado todos los límites que impone la prudencia, y al parecer sus apetitos voraces con nada se sacia, estos hoy gracias a la indulgencia o connivencia de los últimos gobiernos, han tomado el control absoluto de todo el aparato productivo, comercial y hasta político de la Nación.
Estos son los propietarios de las dos terceras partes de este territorio insular y si no fuera por la condición de Estado fallido de la cuarta parte restante, se engulleran totalmente la isla; para probarles la veracidad de lo que aquí les expreso, solo tenemos que hacer el siguiente ejercicio, veamos:
Es que no hay ninguna actividad comercial por insignificante que esta sea, donde ya no esté la mano larga de la oligarquía, es por ello, que día a día medianos y pequeños comerciantes se van a la quiebra, porqué quién compite en igualdad de condiciones con los poseedores del gran capital.
Su egoísmo es tal que todo lo quieren para sí, porque el que logra un notado éxito en cualquier actividad económica, vera sus esperanzas truncas muy prontamente, cuando un potentado de estos se le atraviese en el medio y le monte una competencia tan atroz que termine sacándolo del mercado a ese emprendedor comerciante, esto en cosas de semanas por las grandes inversiones que realizan sus abusadores competidores.
Como los monopolios empresariales están sin control oficial alguno, se han hecho propietario de todo, actúan como los imperialismos, no respetando territorios o espacios ajenos, estos han llegadodirectamente a intervenir espacios de gobierno, para querer desde ahí controlar hasta la política, para con ello seguir siendo los mayores suplidores o contratista de cuanto compre y contrate el Estado.
Estos se hicieron del control oficial, siendo justo en el anterior gobierno, crearon la base legal para tragarse lo que le quedaba al Estado y ahí llegaron las famosas alianzas público-privadas, y con estás la nueva figura del fideicomiso, que los convierte en mangante de lo poco que le resta como activo al pueblo.
El doctor Balaguer que siempre contó con el respaldo mayoritario del gran capital, siempre supo ponerle sus límites, porque conocía como nadie que si así no lo hacía se tragarían a los pequeños y micros comerciantes, creando con ello una desigualdad desestabilizadora que terminaría con gravísimas disquisiciones sociales.
Es preciso reconocer que el hijo distinguido de Navarrete fue el que en tiempos de la tenencia total de las tierras por parte de los latifundistas, auspició la aprobación de las leyes agrarias, que permitió a medianos, pequeños agricultores y hasta humildes campesinos tener acceso a un pedazo de tierra cultivable.
El bonapartismo que representó aquí el doctor Balaguer, impidió que las grandes cadenas de abastecimiento o supermercados fueran a instalarse a las medianas ciudades, porque él en su papel de mediador social, entendía que había que dejarle un hálito de suspiro por donde respiraran los pequeños y medianos comerciantes pueblerinos de la época.
El Covid-19 le ha abierto los ojos a los ciudadanos, que saben que el capitalismo solo le sirve a lo que más tienen y no al pueblo común, por eso ese despertar telúrico que se expresa a nivel planetario, aún más en América Latina, en los procesos electorales donde las opciones de izquierda están en boga, tal radicalismo existe hoy en los electorados, que los ciudadanos indefensos prefieren hasta un antisistema que le ofrezca arrasar con lo existente.
Solo la sensatez de los grandes señores feudales impedirá que lleguen los vientos radicales de cambios a nuestra sociedad, porque ellos están inoculando un sentimiento de animadversión en la población que puede dar al traste, con que los ciudadanos hastiados de tal nivel de exclusión y de la carga de impuestos que llevan al hombro, se vean tentados en apoyar un outsider de izquierda, que se lleve todo su poder oligárquico y hasta la democracia entera.
La oligarquía ha formado sus hijos en las mejores universidades del mundo, cómo es que no han constituido un grupo de estudio para analizar las tendencias sociales a nivel mundial y el comportamiento actual de los mercados, en lo que los especialistas conocen como economía conductual o del comportamiento para descifrar cómo debe ser su accionar en medio de este caótico temporal que ha traído la pandemia.
Aunque se sabe el papel y el objetivo de las oligarquías a escala planetaria y su evidente interés en proteger sus acaudalados intereses, debieran ser más inteligentes sus integrantes en medio de esta catástrofe mundial y ser más prudentes para garantizarse tranquilidad y sosiego, a los fines de seguir operando sus monopólicos negocios, porque al darle rienda suelta a su propensión acaparadora están llenando los caminos de incertidumbres, ya que están abonando el terreno fértil a los antisistemas, los mismo que lo pueden hacer borrar del mapa nacional con el apoyo ciudadano y militar, bajo la dirección de un autodeclarado redentor, que repita aquí lo que ha sucedido en otros países.
Dejen de presionar al buen intencionado presidente Luis Abinader, para que éste les ceda el patrimonio público, dejen tranquilo con suacelerada intervención en todos los sectores económicos a los pequeños y medianos comerciantes, porque ellos también tienen derecho a crecer, tengan empatía social con su pueblo, que son sus clientes, sus consumidores y aminoren los márgenes de beneficios de los múltiples productos que expenden, para hacer causa común con la ciudadanía, en estos momentos difíciles por los que atraviesa toda la humanidad.
Es preciso que la oligarquía no actúe contra sí misma, ganándose la animadversión de toda población, hagan un esfuerzo por encima de su naturaleza rentista y ponga por primera vez los oídos en el corazón del pueblo, su pueblo, el mismo que los ha hecho inmensamente ricos.