Una guerra económica
Daris Javier Cuevas
La historia de la economía mundial revela que las guerras han tenido un alto componente económico, no tan solo enfrentamiento entre soldados y armas mortíferas. Se trata de que los conflictos bélicos se convirtieron en la principal perturbación para el comercio internacional cuyas graves secuelas económicas provocaban grandes especulaciones financieras y alteraciones en los mercados de deuda.
También de los conflictos bélicos surgieron los bloqueos navales y el proteccionismo comercial, siendo los empresarios los grandes beneficiarios al incrementarse sus actividades de negocios locales. Es a partir de entonces que en Inglaterra para 1815 se impulsa la ley que prohibía la importación de cereales, en Francia se expandía la industria textil y en toda Europa se pusieron en marcha políticas proteccionistas que terminaron con perjudicar a los productores de caña de las colonias.
A la luz de los hechos, se concibe el criterio de la economía de guerra aplicable para aquellos momentos donde se generan fuertes convulsiones violentas que frena las actividades económicas cuyo mayor impacto se observa en la escasez de bienes, trastorno en el comercio internacional e inestabilidad de los precios.
Por tales razones, las evidencias empíricas ponen en evidencia que los efectos inmediatos de una economía de guerra es que se altera la estructura productiva de los países en conflicto y se trastornan la dinámica de los diferentes sectores productivos.
A pesar de que los conflictos bélicos generan una desorganización del curso de la economía y de la sociedad, estos acontecimientos armados se convierten en oportunidades de negocios expresado en los eslabones de producción, distribución y acumulación de dividendos y capitales monstruosos.
En efecto, la industria armamentista, las compañías de seguro, las empresas tecnológicas, el mercado de deuda y el mercado de combustible son los mayores beneficiados e inician la ruta por el control de la economía global.
Es en ese contexto que puede interpretarse que, en sentido general, los conflictos bélicos tienen una motivación económica cuyo origen se ubica en el interés por el petróleo, las materias primas, el gas y el dominio energético. No es casual que las zonas en conflictos siempre han sido donde abundan esos recursos naturales e incluso la superación de las penurias económicas y sociales postguerra se convierten en un negocio para impulsar la recuperación postguerra.
Los conflictos bélicos por su propia naturaleza son desagradables ya que derivan en crisis humanitaria, crisis alimentaria e interrumpen la rentabilidad de una parte de las empresas que se dedican al negocio de las exportaciones e importaciones de productos. No obstante, otras como las agencias calificadoras de riesgos encuentran su potencial de mercado en estos conflictos ya que son las herramientas con mayor aceptación para medir los riesgos económicos y financieros que se derivan de los enfrentamientos armados.
Pues se trata de que se desconoce con certeza como va a evolucionar un conflicto bélico y sus consecuencias económicas ya que los descontentos sociales se incrementan y los riesgos económicos tienden ampliarse. Es por todo ello que el peso de la opinión de las calificadoras de riesgos tiene una gran incidencia en las estrategias de políticas económicas orientadas a la recuperación ante los desastres derivados de un conflicto armado.
En la actualidad, las guerras son frutos de conflictos por el dominio de espacio geoeconómico, apoyado en situaciones geopolíticas, que más bien evidencian las pugnas entre empresas, cuya confrontación procuran objetivos económicos específicos.
Esta interpretación de los hechos se fundamenta en que cada vez más se emplean herramientas propias de la economía como, bloqueo de activos financieros, sanciones económicas, uso de los aranceles, los ciberataques a los mercados bursátiles y el bloqueo de monedas como armas poderosas contra determinados países para lograr la obediencia.
Ya la tradicional forma de producirse los conflictos armados ha variado de tal manera que el uso de militares son una especie de alerta y amenaza del uso de armas de destrucción masiva. La guerra de hoy es económica, tanto en defensa como en ataques, tal como lo demuestran las potentes medidas con capacidad para neutralizar las actividades económicas.