Vectores de la incertidumbre, miedo y esperanza

Cándido Mercedes

Una nueva gobernanza ha de cristalizarse, donde el déficit democrático no acuse tanta preeminencia y el deterioro no siga su agitado curso.

“… Cuando buscamos el sentido de la vida, queremos un relato que explique de que va la realidad y cuál es mi papel concreto en el drama cósmico. Este papel me convierte en una parte de algo más grande que yo y da sentido a todas mis experiencias y elecciones”. (Yuval N. Harari).

Época de cambio y cambio epocal se combinan de manera simultánea, instantánea. Creadores de surcos, nos amontonamos tras valles y montañas, desarrollando con una vastedad el dominio de la naturaleza, para constantemente transformarnos a nosotros mismos. Somos, en consecuencia, la única especie que, al transformar las adversidades y los obstáculos, nos transformamos, haciendo historia, que es la trascendencia. Por eso constituimos el constructo que hace cultura con sus acciones y decisiones.

La inestabilidad instalada cursó siempre como habitus de nuestra existencia, empero, nunca antes la velocidad de los cambios se había producido tan velozmente. Es una velocidad que nos deja perplejos, colocándonos en el difícil tránsito de tres vectores que concurren: incertidumbre, miedo y esperanza, no necesariamente de manera armónica, sino en una alta conflictividad. Nuestra génesis y evolución ha contenido a lo largo de la historia, el cambio. El cambio como embrión y parto. En cada espacio fructificaba el futuro y el miedo, miedo y futuro. Lo desconocido nos genera miedo. Sin embargo, lo que vivimos y estamos por vivir es ciclópeo: una enorme revolución de la tecnología, de la información.

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