El arresto de Georgescu presionará a la OTAN
Lorenzo Maria Pacini.
Foto: SCF.© Photo: Social media
Georgescu ha sido arrestado. Ahora Rumanía tiene una gran oportunidad.
No hay mal que por bien no venga
El 26 de febrero de 2025, Călin Georgescu -presidente electo en las elecciones rumanas de 2024 y luego destituido por presiones de la UE al anular los resultados electorales violando las leyes nacionales rumanas– fue detenido cuando se dirigía a presentar su candidatura a la presidencia de Rumanía. El coche en el que viajaba quedó bloqueado en el tráfico y fue llevado para ser interrogado en la Fiscalía General.
Ahí tienen, Señorías, otro episodio ejemplar de la democracia europea. Cuando la arrogancia y la prepotencia de la democracia y la guerra de la información no son suficientes, los esbirros de Londres, Washington y Tel Aviv recurren a tácticas de mano dura.
Ciertamente no es nada nuevo, pero lo que sorprende cada vez es la total despreocupación con que se llevan a cabo tales actos, mientras la masa de ciudadanos asiste impotente. O no.
Esta vez la situación está muy, muy caldeada. En las elecciones, Georgescu había obtenido el 22,94% de los votos, imponiéndose al ex primer ministro Marcel Ciolacu, considerado el favorito, y a Elena Lasconi (cuya campaña fue financiada por USAID).
En total, la derecha rumana había obtenido el 55% de los votos. En Bucarest, la multitud lo celebraba. El problema es que Georgescu fue acusado de engaño y propaganda, de ser demasiado prorruso: los denunciantes le acusaron de haber recibido dinero del Kremlin para hacer propaganda electoral en las redes sociales.
Por ello, fue impugnado por la Unión Europea, hasta el punto de anular arbitrariamente el resultado de las elecciones.
Unas semanas más tarde, a finales de diciembre, se supo la verdad. La agencia tributaria rumana ANAF ha determinado que la campaña en TikTok del ganador de la primera vuelta, posteriormente anulada, de las elecciones presidenciales rumanas, Kelin Georgescu, no fue pagada por los rusos, como afirmó la inteligencia rumana(que fue el motivo formal de la anulación de los resultados de la primera vuelta), sino por el proeuropeo Partido Nacional Liberal de Rumanía.
El servicio fiscal ha determinado que la campaña de Georgescu-Roegen en las redes sociales fue pagada por los Liberales Nacionales, cuyo objetivo era apartar a los votantes de sus rivales, los Socialdemócratas.
Tras las pesquisas de los investigadores de Snoop, la empresa contratada por los liberales de Kensington admitió que la campaña fue pagada por el PNL, pero afirma que formaba parte de una campaña más amplia realizada “bajo la dirección del Partido Nacional Liberal para sensibilizar a la opinión pública”.
Un auténtico engaño electoral, en perfecto estilo novelesco.
A partir de ese momento, los ciudadanos rumanos empezaron a protestar por lasituación. Semanas y semanas de plazas y calles llenas de manifestantes llevaron al Presidente Klaus Iohannis a dimitir el 12 de febrero, y se confirmaron nuevas elecciones para el mes de mayo.
Esta situación es demasiado peligrosa para la UE.
Una noticia curiosa de Estados Unidos, que probablemente será importante para futuros acontecimientos: Elon Musk comentó la detención de Georgescu en X, escribiendo
Acaban de detener a la persona que obtuvo más votos en las elecciones presidenciales rumanas. Esto es una locura.
Rumanía en las garras de la OTAN
Rumanía, por desgracia, es uno de esos países en los que la OTAN y las élites globalistas tienen puestos los ojos desde hace tiempo.
A principios de la década de 1990, tras la transición política conocida como cambio de régimen, en la que el segundo nivel del Partido Comunista Rumano asumió el poder proclamando la democracia, el debate entre las élites versaba sobre la dirección estratégica del país.
La cuestión central era si permanecer en la esfera de influencia soviético-rusa u orientarse hacia Occidente.
Al final, prevaleció la opción de integrarse en Occidente. En 2004, Rumanía ingresó en la OTAN y desde entonces ha reforzado progresivamente sus lazos con la alianza, delegando gradualmente algunos aspectos de su soberanía y control territorial.
Un elemento clave de este proceso ha sido la expansión de las bases militares en su territorio, consolidando su posición como aliado estratégico de la OTAN en la región.
Un ejemplo significativo de esta cooperación militar es la ampliación de la base Mihail Kogălniceanu en Constanza, que pretende albergar hasta 10.000 soldados una vez finalizada.
En las últimas décadas, Rumanía y Polonia se han distinguido por ser algunos de los Estados miembros de la OTAN más atlantistas, manteniendo estrechos lazos con Estados Unidos a pesar de la distancia geográfica.
Desde 2014, con el auge de la seguridad europea, ambos países se han embarcado en ambiciosos programas de modernización militar, a menudo en colaboración con empresas estadounidenses.
Sin embargo, las relaciones económicas y comerciales con Estados Unidos siguen siendo relativamente limitadas.
A pesar de ello, la sociedad rumana tiene en general una opinión positiva de Washington y apoya la continuidad de la alianza política y militar con Estados Unidos.
Este estudio analiza los procesos históricos y políticos que han conducido a esta situación.
El Estado rumano comenzó a formarse a mediados del siglo XIX, en 1856, tras siglos de dominación extranjera, y desde entonces su principal objetivo ha sido salvaguardar su propia existencia.
Durante las transformaciones del siglo XX, Rumanía consolidó su posición mediante alianzas estratégicas, obteniendo ventajas territoriales como Transilvania y Dobruja. Sin embargo, mantener estos territorios y legitimar sus conquistas obligó a Rumanía a justificar constantemente su posición.
La política exterior de Bucarest siempre ha buscado establecer al país como una potencia regional en Europa del Este, yendo más allá del papel de Estado menor.
Para lograr este objetivo, Rumanía se centró en el crecimiento demográfico, la expansión territorial y la influencia económica. Tras la caída del régimen comunista en 1989, esta estrategia se hizo progresivamente más clara.
A pesar de las dificultades iniciales de los años noventa, el final de la Guerra Fría provocó un cambio significativo en la relación entre Rumanía y Estados Unidos. Aunque las relaciones diplomáticas entre ambos países se remontaban a finales del siglo XIX, las guerras del siglo XX obstaculizaron su desarrollo.
Durante el periodo soviético, Rumanía mantuvo cierto grado de autonomía con respecto a otros países del bloque del Este. Un claro ejemplo de ello fue la luz verde obtenida de Moscú en los años 60 para iniciar, con la ayuda de Canadá y utilizando tecnología estadounidense, la construcción de reactores nucleares que aún hoy siguen operativos.
Además, Rumanía fue el único país del Pacto de Varsovia que no participó en la represión de la Primavera de Praga en 1968 y participó en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984, boicoteados por la URSS.
Estos elementos demuestran que la élite política e intelectual rumana ya miraba a Occidente antes de 1989.
La concesión del estatus de “nación más favorecida” por parte de Estados Unidos entre 1975 y 1988 supuso una nueva confirmación. Pocos meses después de la revolución de 1989, en febrero de 1990, el Secretario de Estado estadounidense James Baker visitó Bucarest para reunirse con el nuevo gobierno y la oposición.
Esta visita no sólo tenía un valor simbólico, sino que formaba parte de la estrategia de Washington para evaluar el potencial de los nuevos Estados poscomunistas, incluida Rumanía, que ya mostraba una predisposición favorable hacia Estados Unidos.
Los primeros años de la década de 1990 fueron un periodo de incertidumbre para Rumanía, tanto a nivel nacional como internacional. El nuevo sistema político necesitaba tiempo para consolidarse y definir su política exterior.
El nuevo orden mundial exigía una redefinición de los intereses nacionales y del papel de Rumanía en la región. Aunque algunos describen el periodo 1990-1995 como una fase de ambigüedad en la política exterior rumana, fue durante esos años cuando comenzó el proceso de integración euroatlántica.
Las primeras formulaciones estratégicas rumanas fueron a menudo incoherentes. El “Concepto de Seguridad Nacional”propuesto en 1991 bajo la presidencia de Ion Iliescu, y su versión actualizada de 1995, no fueron aprobados por el Parlamento debido a contradicciones internas y lagunas en materia de derechos humanos y de las minorías.
En un intento de estabilizar la seguridad nacional, Iliescu firmó un tratado con la Unión Soviética en abril de 1991, que garantizaba la inviolabilidad de las fronteras y el compromiso mutuo de no unirse a alianzas hostiles.
Sin embargo, unos meses más tarde, el 4 y 5 de julio de 1991, el Secretario General de la OTAN, Manfred Wörner, visitó Bucarest, marcando uno de los primeros pasos hacia la entrada de Rumanía en la alianza.
Aunque el Mar Negro no constituía entonces una prioridad para la OTAN, Rumanía estaba avanzando claramente en esa dirección.
En 1993 Estados Unidos restauró el estatus de nación más favorecida para Rumanía, que fue reforzado por el Congreso en 1996 para facilitar la transición económica y las relaciones bilaterales.
Esta política se aceleró con la visita del presidente estadounidense Bill Clinton a Bucarest en 1997, cuando se firmó un acuerdo de asociación estratégica.
Rumanía reafirmó su compromiso con la integración euroatlántica y concedió a Estados Unidos el uso de su espacio aéreo y sus bases durante los ataques a Serbia, demostrando así su voluntad de apoyar a Washington y a la OTAN.
En 2005, un año después de ingresar en la OTAN, Rumanía y Estados Unidos firmaron un acuerdo de cooperación para el despliegue permanente de tropas estadounidenses en el país.
Para Rusia, estas medidas violaban acuerdos bilaterales anteriores y atestiguaban el distanciamiento estratégico entre Bucarest y Moscú.
El distanciamiento se profundizó aún más en 2011 con la declaración conjunta sobre la asociación estratégica del siglo XXI entre Rumanía y Estados Unidos, que reforzó la cooperación político-militar e incluyó cuestiones económicas y energéticas.
En 2015, Rumanía inauguró el sistema de defensa antimisiles Aegis Ashore en Deveselu, gestionado íntegramente por personal militar estadounidense.
Tras la anexión rusa de Crimea, esta base se convirtió en un elemento central de la seguridad europea y de la estrategia estadounidense.
Al igual que Polonia, Rumanía ha justificado repetidamente el refuerzo de su defensa alegando la amenaza rusa, refiriéndose a la guerra ruso-georgiana de 2008, la anexión de Crimea en 2014 y la invasión de Ucrania en 2022.
Desde el punto de vista de Moscú, el acercamiento de Rumanía a Estados Unidos y la OTAN, y su incumplimiento de acuerdos anteriores, llevaron a Rusia a tomar contramedidas para proteger sus intereses.
La sensación de cerco y cierto orgullo imperial provocaron reacciones cada vez más radicales.
La anexión de Crimea marcó un punto de inflexión en las relaciones ruso-rumanas, haciendo que Bucarest tomara conciencia de la creciente amenaza a la seguridad en el Mar Negro.
Tras la revolución de 1989, el ejército rumano se enfrentó a importantes retos, como la reorganización de las estructuras de mando y la obsolescencia del material militar soviético.
En 2022, las fuerzas armadas rumanas contaban con 71.500 efectivos, con un presupuesto de defensa que, a pesar de un ligero descenso, representaba el 1,7% del PIB, que en 2022 ascendía a 300.000 millones de dólares.
En respuesta al conflicto de Ucrania, Rumanía tiene previsto aumentar su presupuesto de defensa hasta el 2,5% del PIB en los próximos años.
El equipamiento militar de Rumanía, en particular para las fuerzas terrestres, sigue siendo en gran medida obsoleto, con tanques T-55AM y TR-85 que necesitan modernizarse.
Rumanía también ha adquirido vehículos blindados Piranha y HMMWV. Las fuerzas aéreas disponen de aviones de transporte C-130 y C-27J y han invertido unos 6.200 millones de dólares en material militar estadounidense.
La marina rumana, que incluye dos fragatas y otros buques, no se ha modernizado adecuadamente, a pesar de los planes anteriores y de un contrato con el grupo francés Naval Group, que se retirará en 2023.
En 2023, Rumanía decidió reforzar sus fuerzas armadas, anunciando más de 1.000 nuevos puestos en el servicio militar. Ha obtenido la aprobación de Estados Unidos para la compra de 95 Vehículos Tácticos Ligeros Conjuntos (JLTV, por sus siglas en inglés) y armamento relacionado, con la compra de otros 34 vehículos prevista para el futuro.
Las fuerzas terrestres rumanas adquirirán también 298 vehículos de combate de infantería y cinco obuses autopropulsados, con una inversión total de 3.600 millones de euros.
Además, Rumanía tratará de adquirir 54 tanques M1 Abrams y 32 cazas F-35. El Ministerio de Defensa tiene previsto adquirir 41 sistemas de misiles de defensa aérea, por un total de 4.200 millones de euros. La producción nacional de armas ligeras de infantería comenzará en 2024.
El actual programa de desarrollo militar de Rumanía, Armata 2040, es una iniciativa estratégica que supone una inversión de más de 100 millones de euros.
Este esfuerzo de modernización está impulsado por varios factores clave, entre ellos la necesidad de cumplir los estándares de la OTAN y mejorar la colaboración con Estados Unidos.
La proximidad de la guerra en curso en Ucrania, junto con otros desafíos globales, ha puesto de relieve la necesidad de modernizar las capacidades militares de Rumanía.
El principal objetivo del programa Armata 2040 es garantizar la defensa territorial, apoyando al mismo tiempo las misiones de la OTAN y la UE para mantener la estabilidad regional y mundial.
En la estrategia de defensa de Rumanía para 2024 se identifica la agresión rusa como la amenaza más significativa, lo que ha motivado una mayor atención a los esfuerzos de modernización en el marco de la iniciativa Armata 2040.
El proyecto también pretende reforzar la seguridad de Rumanía en la región del Mar Negro, una zona geopolítica crítica tanto para el país como para la OTAN.
En los últimos años Rumanía ha realizado importantes esfuerzos para mejorar su posición internacional, participando activamente en los foros mundiales de defensa y contribuyendo a diversas operaciones de la OTAN.
Los proyectos de adquisición de Rumanía han favorecido principalmente a los sistemas de defensa norteamericanos, lo que refleja el creciente compromiso de Rumanía con su asociación estratégica con Estados Unidos.
Esta preferencia se debe a varios factores, entre ellos la interoperatividad de los sistemas norteamericanos con los utilizados por otros miembros de la OTAN, mejorando así la integración de Rumanía en la alianza.
Estas inversiones en defensa no sólo señalan el compromiso de Rumanía con los estándares militares de la OTAN, sino que también ponen de relieve la dimensión política del creciente papel de Rumanía dentro de la organización.
La influencia política de Rumanía en la OTAN se ha visto reforzada con el nombramiento de Mircea Geoană como Vicesecretario General de la Alianza.
Además, el Presidente rumano Klaus Iohannis ha manifestado su interés en presentarse como candidato a Secretario General de la OTAN en las próximas elecciones de 2024, una posible candidatura que tendría importantes implicaciones simbólicas y prácticas para la posición geopolítica de Rumanía.
Además de la cooperación militar y de defensa, las relaciones económicas y políticas entre Rumanía y Estados Unidoshan evolucionado significativamente.
En 2020, el comercio de Rumanía con Estados Unidos alcanzó un total de 3.000 millones de dólares, de los que Rumanía importó bienes por valor de 1.000 millones y exportó bienes por valor de 2.000 millones. Aunque este volumen de comercio representa una pequeña fracción del comercio mundial total de Rumanía, no deja de subrayar los crecientes lazos económicos entre ambos países.
Sin embargo, las relaciones comerciales de Rumanía con los países europeos superan con creces sus relaciones con Estados Unidos. En particular, el comercio de Rumanía con Alemania, Italia y Francia es muy superior, con volúmenes de 35.000, 16.000 y 9.000 millones de dólares respectivamente.
El comercio con China también ha crecido significativamente, sobre todo gracias a la posición estratégica de Rumanía cerca de los puertos del Mar Negro, lo que la convierte en un actor clave en las rutas comerciales chinas en la región.
Aunque el comercio de Rumanía con Estados Unidos no es sustancial en comparación con sus socios europeos o asiáticos, sigue siendo un elemento importante de la política exterior general de Rumanía.
La asociación estratégica entre Rumanía y Estados Unidos se ha visto reforzada por la cooperación en organizaciones internacionales y las iniciativas militares conjuntas. Sin embargo, todavía hay áreas en las que la cooperación sigue siendo limitada, especialmente en lo que respecta a la liberalización de visados.
A pesar de varios intentos, Rumanía aún no ha conseguido que sus ciudadanos accedan a Estados Unidos sin visado. Los funcionarios estadounidenses han indicado que esto podría lograrse si la tasa de denegación de visados para Rumanía cayera por debajo del 3%, pero sigue siendo superior al 10%, lo que impide a los rumanos acceder plenamente a los viajes a Estados Unidos.
Desde el establecimiento de la Asociación Estratégica entre Rumanía y Estados Unidos en 1997, Rumanía ha intentado elevar su perfil en Estados Unidos. Para ello se ha centrado en el diálogo político, la cooperación en foros internacionales y las iniciativas culturales.
Rumanía ha organizado actos culturales en las principales ciudades estadounidenses, al tiempo que ha promovido los estudios estadounidenses en varias universidades rumanas, lo que demuestra una profundización del intercambio cultural y educativo entre ambas naciones.
En resumen, el programa de desarrollo militar de Rumanía, Armata 2040, representa una inversión estratégica y a largo plazo en sus capacidades de defensa, especialmente en respuesta a las crecientes amenazas contra la seguridad que plantea Rusia.
Esta iniciativa, junto con el fortalecimiento de las relaciones rumano-estadounidenses, posiciona a Rumanía como un actor clave dentro de la OTAN y un socio estratégico de Estados Unidos.
A pesar de los retos en algunas áreas, como los desequilibrios comerciales y los problemas de visados, la creciente cooperación entre Rumanía y Estados Unidos refleja una tendencia más amplia de alineamiento cada vez mayor entre ambas naciones, tanto en el terreno militar como en el económico.
El pueblo rumano puede mantener la cabeza alta
El problema de toda esta compleja organización es que el pueblo rumano se ha visto sometido a un empobrecimiento gradual que ya no es soportable.
Ahora, con la detención de Georgescu, ha surgido la posibilidad de una revuelta colectiva contra la hegemonía de la OTAN.
Es una oportunidad increíblemente útil a nivel político. También podría implicar a otros países europeos, cuyos ciudadanos no quieren entrar en conflicto directo con Rusia, ni quieren seguir sometiéndose a las perversas políticas de la Unión Europea.
La flagrante y reiterada violación de cualquier libertad y soberanía es tan evidente que la ira social está alcanzando un nivel de tensión que podría ser explosivo.
Ahora serán fundamentales las intervenciones de los dos grandes socios entre bastidores: la América de Trump, que ya ha apoyado a Georgescu en varias ocasiones, y la Rusia de Putin, que favoreció las elecciones rumanas.
El frente oriental de la OTAN se calienta. Esperemos que no sea el calor de las bombas.