Abinader y la respuesta de RD a la crisis de Haití

POR OSVALDO SANTANA. El presidente Luis Abinader es el ciudadano más informado de la Nación y como tal debe tener un conocimiento detallado sobre la realidad más allá de la frontera nacional.

El grado de preocupación que muestra cuando aborda la situación de Haití sugiere que ve mucho más de lo que puede saber el común de los dominicanos, lo que podría darle motivos para actuar como lo viene haciendo.
República Dominicana es la otra ala del pájaro antillano compartido por dos países, y necesariamente debe tener más de un ojo enfocado donde muere el ardiente sol quisqueyano.
Es lo que habría que considerar si nos atenemos a sus llamados a la comunidad internacional para que preste atención a lo que pasa en Haití.
No es sólo la cuestión de las amenazas que se ciernen sobre la frontera de 350 kilómetros que separa a las dos naciones, sino el peso que significa para la vida nacional una migración masiva, que termine en campamentos o que se derrame por el territorio. Podría decirse que ya son demasiados los inmigrantes y que los aportes de República Dominicana van más allá de lo que puede soportar la economía, al margen de la contribución que hace la mano de obra barata haitiana que mueve la agropecuaria y la industria de la construcción.

Pero la exhortación al principio de la semana pasada a la comunidad internacional, ya con nombres específicos, Estados Unidos, Canadá, Francia y la Unión Europea para que actúe con urgencia en Haití, sumergido en la mayor ingobernabilidad, podría trascender las convencionales razones de defensa de la integridad del territorio dominicano.
Fue una declaración de Abinader que condujo a una respuesta que podría considerarse inusual y hasta excesiva minutos después por el canciller haitiano Claude Joseph, por Twitter, señalando que República Dominicana vive “un aumento de la delincuencia”, como lo habría señalado el departamento de Estado de los Estados Unidos, que alertó a sus ciudadanos a no viajar al lado este de la isla.
El gobierno dominicano entonces resultó más que reactivo, y una preocupación por la frontera y el territorio nacional devino en acciones que sugerirían una confrontación con las autoridades del inexistente Estado haitiano.

Asimismo, anunció la suspensión indefinida del programa para visas a estudiantes universitarios haitianos. Lo dijo el viceministro de Asuntos Congresuales y Migratorios, Jatzel Román, mediante su cuenta de Twitter. También el Consejo Nacional de Migración aprobó auditar el Plan Nacional de Regularización, mediante el cual 200 mil extranjeros, mayoritariamente haitianos, fueron regularizados.
El miércoles 3 de noviembre, el presidente Abinader reafirmó las decisiones adoptadas por el Consejo Nacional de Migración después de una reunión en el Palacio Nacional y garantizó la seguridad en la frontera, con la adición de 3 mil soldados a los que ya están de puesto en esa comarca.
Fue anunciada la suspensión de los servicios de salud a los ilegales haitianos, excepto en situaciones de emergencia; creación de 38 puntos de chequeo para detectar a los ilegales como parte del programa de auditoría del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros creado en la administración pasada.
Y el jueves 4 se reunió con los actores políticos para escuchar sus opiniones sobre el manejo de la situación haitiana en tanto impacta al país. Un encuentro similar se repitió este lunes 8 de noviembre.
Mientras se degrada la situación en Haití, de este lado el gobierno logra sumarse a la oposición en la “defensa” de un territorio que se considera en peligro. El debate de los problemas nacionales pasa a un segundo plano y la oposición deviene otra vez como aliada. Antes fue por la pandemia del covid-19, ahora por el caótico drama haitiano.
Por fortuna, ha surgido un canal que sugiere el retorno a un diálogo constructivo con las que se pueden considerar autoridades “haitianas” actuales. No hay de otra. Ese sería el eje central en el tratamiento de la crisis de Haití.
Un lenguaje sociopolítico en boca de un bandolero
Ese mismo día 4, el líder de la principal banda armada de Haití, Jimmy Cherizier, alias Barbecue, recorrió el populoso sector de La Saline, donde avanzó en sus proclamas ya con matices políticos y sociales. Vestía de militar.
Dijo: No somos partidiarios del partido de Michel Martelly, el expresidente, ni jovenelistas, seguido del asesinado presidente Jovenel Moise. Somos patriotas. Somos haitianos que luchan por un cambio real.

Mediante un comunicado leído ante periodistas, atacó duramente al gobierno y reclamó la renuncia “inmediata” del primer ministro Ariel Henry.
Aseguró que lucha contra la “oligarquía, el 5% más rico de la población, que junto con los políticos, retiene el 95% de la riqueza de Haití”. En particular se refirió a “la minoría de origen sirio y libanés, que controla importantes empresas y bancos del país.
“Es una batalla contra el sistema, contra los oligarcas corruptos”, dijo. Afirmó que fueron los ricos quienes armaron a los obreros en los barrios, pero ahora “elegimos tomarlas, usarlas contra quienes nos las dieron para liberar el país”. También atacó a las organizaciones de derechos humanos, a las cuales acusa de mentir.
El asentamiento de sirios y libaneses en Haití data de finales del 1800 y el siglo pasado, y en su tiempo fueron atacados o perseguidos. De hecho, en algún momento de la historia, República Dominicana debió brindarles protección y algunos volvieron con la adopción de la nacionalidad dominicana que les fue concedida entonces.
Siguen llegando

Mientras, los haitianos y las parturientas siguen llegando, por todos lados y de diferentes formas. Diariamente alumbran al menos 80 haitianas en el país, según una versión atribuida al director del Servicio Nacional de Salud, Mario Lama. Más del 30% de los partos son de mujeres haitianas, y este año podría acercarse a 40%. 275 mil servicios de salud a haitianos.
A propósito, pese al discurso oficial, que incluye la negación de los servicios de salud no esenciales, el director del SNS dijo que no había recibido ninguna instrucción oficial y que seguiría atendiendo a los extranjeros que se presenten a los centros sanitarios, en emergencia o no.

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