“Aquí lo más que podemos pescar es pampers y fundas”

EC. El olor putrefacto y lo turbia de sus aguas reflejan el grado de contaminación que afecta a los ríos Ozama e Isabela. A consecuencia, sus ecosistemas se ven fuertemente golpeados, y ya no son ni sombra de lo que fueron. Producto de esta degradación, la flora y la fauna de estas dos importantes fuentes naturales se redujeron fuertemente. Con ello, desaparece una actividad económica que años atrás representó el sustento de cientos de familias allí: la pesca. Hace diez años, aún en estado avanzado de descomposición, el río Isabela todavía congregaba a pescadores. Hoy tirar un anzuelo, y sacar un pez parece un golpe de suerte.

“Si pescamos aquí lo más que podemos sacar es pampers y fundas”, expresa Daniel Jiménez, quien ha sido testigo de la depredación de estos ríos.

Para poder llenar sus redes, estos pescadores deben entrar de 40 a 50 kilómetros mar adentro o trasladarse a la parte este del país. “Aquí no hay pesca. Hace aproximadamente 10 años que la contaminación acabó con todo. Antes tu salía y encontraba la comida, pero ya ni la comida, tendremos que comer lila,(planta acuática invasora) si queremos comer”, expresa a modo de ilustrar la situación.

Las lilas obstruyen las principales vías fluviales y representan un desafío constante para la navegación, la irrigación, el drenaje y la pesca. Un estudio, presentado por el programa Ribera Verde, evidencia la presencia en estos ríos de residuos sólidos, plástico, compuestos orgánicos, microorganismos patógenos, nutrientes, carbono orgánico, aceites, grasas y productos químicos derivados de las industrias, desechos domésticos e industriales, metales pesados, pesticidas e insecticidas, insumos agrícolas, restos de animales.

De acuerdo con la investigación, “los ríos Ozama e Isabela tienen una demanda biológica de oxígeno entre 6 y 43mg/l (en un río que no debe sobrepasar los 4mg/l). La contaminación microbiológica, coliforme en su mayoría, tiene valores de hasta 24,000 coliformes/100ml (muy por encima de la norma nacional que los valores no deben sobrepasar los 1000 coliforme/100ml)”.

Una actividad en decadencia

“Antes uno traía hasta dos quintales de peces, pero por la contaminación que tienen los ríos, usted no trae 20 libras, porque el pez instantáneamente llega la contaminación se va para alta mar. Ningún pez puede vivir aquí”, comenta el también tesorero de la Unión de Junta de Vecino y demás Organización de La Zurza.

De su lado, Ramón Reyes, presidente de la Asociación de Pescadores del río Isabela, Mar Caribe, señala como causa de la contaminación las descargas de aguas no tratadas y los lixiviados procedentes de vertederos a cielo abierto. Asegura que la mayor carga de estos líquidos descompuestos provienen de Duquesa.

“Aquí se pescaba mucho, lo que pasa es que el agua del vertedero contaminó al río de tal manera que todas las especies han desaparecido”, cuenta a un equipo de elCaribe.

Recuerda que en los tiempos de esplendor del río, los pescadores terminaban sus jornadas cargados de una amplia variedad de peces, entre ellos sábalo, róbalo, tilapia, lisa y mojarra, por mencionar algunos.

Explica que actualmente, quedan especies invasoras como pez bagre y rara vez se tiene la fortuna de atrapar tilapias. La pesca de camarones de río y cangrejos era una actividad artesanal llevada a cabo en las márgenes, cursos afluentes y humedales de la cuenca de los ríos Ozama y Haina y que hoy en día prácticamente ha desaparecido, destaca el documento Proyecto GEO Santo Domingo, Perspectiva de Medio Ambiente Urbano.

Actualmente, pescadores de la zona piden se aclaren los términos de una resolución que limita la pesca y uso de determinados artefactos usados en esta actividad.

“Tenemos embarcaciones que pagan su matrícula (RD$7,500 anual), y no podemos pescar. También cobran los impuestos de los trasmallos y no nos dejan pescar”, denuncia Ramón Reyes.

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