COVID: látigo electoral de los gobiernos

 

 

 

Por José Francisco Peña Guaba. Desde el inicio de la pandemia en el 2019 a la fecha, solo uno de los gobernantes ha logrado mantenerse contra viento y marea en el poder: Daniel Ortega, de Nicaragua.

Me motivo a escribir este artículo, un análisis publicado el 27 de este mes en el periódico El Caribe, de la autoría del sesudo analista Nathanael Concepción, Director del Observatorio Político Dominicano de FUNGLODE, titulado: El impacto electoral de la pandemia.

En dicho artículo, el doctor Concepción suministra datos irrefutables e irrebatibles sobre las terribles consecuencias que está produciendo para los gobiernos la pandemia de la COVID-19, al parecer no importan las buenas acciones, inversiones y campañas de concientización que realicen las administraciones de los estados para convencer a los ciudadanos de la pertinencia de reelegirlos; existe una racha impresionante de derrotas que hacen advertir que los tsunami antigobierno vendrán, y que los incumbentes deben prepararse para estrategias anticovid, que les permitan por lo menos de no ganar, negociar su salida digna del poder.

El peso de la situaciones exógenas que dejan como secuelas sanitarias, sociales y económicas la COVID-19 impiden que puedan ser bien valoradas las acciones gubernamentales por más esfuerzo local que se haga, el grave problema de salud pública que acarrean a los gobiernos que no les hacen ver todavía el fin de la pandemia, los acuciantes y asfixiantes problemas económicos que lastran las economías y las cuentas públicas, los aumentos desproporcionados de los productos de primera necesidad, de los combustibles, del transporte, o sea del costo de la vida en general de los ciudadanos, convierten a los mismos automáticamente en opositores y se suman a opciones contrarias a los que detentan el poder y en algunas ocasiones se radicalizan tanto que votan por candidatos outsider, sin experiencias, aventureros que le venden propuestas inalcanzables y soñadoras a sus pueblos.

El aumento del precio de la mayoría de los commodities, especialmente los agrícolas, los precios exorbitantes de los fletes marítimos, causados en parte por la todavía crisis de los contenedores, los grandes gastos en salud para atender a la población infectada por el coronavirus, el posible aumento de la tasa de interés a los préstamos, y el casi seguro aumento de los combustibles deparan un panorama desolador, sobre todo a las débiles economías latinoamericanas.

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