«El mundo va a cambiar de base, los nada de hoy todo han de ser»

 

 

Oleg Yasinski.

El mundo va a cambiar de base, los nada de hoy todo han de ser». Estas palabras de ‘La Internacional’, el himno oficial de los trabajadores del mundo, lo explican todo. Este revés histórico se entiende mejor, si aprendemos a interpretar nuestros sueños y anhelos de siempre, volteándolos y mirándolos al contrario, o sea, como nos los enseñan los curvos y grotescos espejos del poder.

Hace poco, se hizo famosa la historia de una abuelita china de 70 años, que, con su hábil y oportuno manejo de las redes sociales, durante mucho tiempo se hizo pasar por una muchacha de 17 años o menos, rompiendo los corazones y despertando las fantasías hormonales con sus formas casi infantiles e incluso recibiendo dinero de sus admiradores.

Uno de los nuevos y más masivos fenómenos de nuestros tiempos, es que millones de personas o más (no hay cómo saberlo con exactitud), han encontrado una salida de la rutina o el sinsentido de la vida, las frustraciones, el anonimato, además de la discriminación, el racismo, el maltrato, la pobreza y la exclusión

Aprendieron a hacerse selfis, y con esto, a realizar un minucioso trabajo que implica todo tipo de maquillajes, aprendizaje de poses, filtros y programas de imagen y video, que son capaces de convertir sus caras y sus cuerpos en lo que siempre soñaron ser. Estos seres prefabricados, resultado de la nueva artesanía digital, gracias a las tecnologías del 4G o 5G, ahora en milésimas de segundos, pueden ser transportados a cualquier rincón del planeta para encontrarse con otros hombres, mujeres, (o los que se creen ni lo uno ni lo otro), tan perfectos e irresistibles como la animación manda.

El ‘smartphone’ se convirtió en una varita mágica, que ya no solo convierte a uno en lo que se le ocurra, sino que lo transporta, venciendo los tiempos y las distancias, hasta el Olimpo de los famosos, ricos y poderosos, al lugar sagrado donde, desafinando todas las leyes humanas y divinas, lo único real es la imagen.

Ha nacido una nueva religión para las mayorías excluidas y desclasadas. Su acto de comunión se llamará selfi, su templo mayor será el teléfono inteligente y sus cadenas de oración serán los tejidos de megabytes y kilobytes de Internet.

A diferencia de otras generaciones de nuestros antepasados, que en su enorme mayoría pasaron al olvido sin dejar en este mundo grandes huellas personales, ahora nos inmortalizamos solo apretando un botón, y si además aprendemos a escribir con poco, con ayuda de los correctores electrónicos, podemos llegar a ser blogueros e ‘influencers’.

Si de repente tenemos alma de artista, ya no es necesario aguantar la aburrida rutina para aprender música o a cantar, un par de aplicaciones indicadas harán con su voz lo mismo que las otras hicieron con su cara. Y del pensamiento no tiene ni de qué preocuparse, la búsqueda es otra. Si llegara a encontrarse en un círculo de eruditos o intelectuales, será fácil citar páginas de la web donde usted puede fanfarronear o debatirle a otro con el simple argumento de que «le faltan muchas lecturas». Ellos no le reprocharán la falta de lecturas de libros ni de grandes escritores. Pero como nada en la vida es gratis, claro que habrá inevitables bajas colaterales por hacerse selfis al borde de los rascacielos, acantilados, cráteres de volcanes y otros diferentes lugares arriesgados (según el presupuesto de cada uno), pero se asumirá porque es el costo de la inmortalidad.

Mientras los ricos están cada vez más arriba, más lejos, más inalcanzables, y sin conocer siquiera sus nombres, ellos deciden nuestros destinos como si fuéramos insectos, sin intentar ni siquiera ocultarlo, abajo estamos en la fiesta de la democracia.

La promesa del capitalismo hecha realidad: la muchacha de la casa de cartón a la orilla del basural, se puede convertir con su canal de YouTube gracias a los miles de ‘likes’, en una estrella que alumbra hasta que se corta la luz del barrio, robada de la línea de alta tensión. La mujer anciana que encuentra la oportunidad de ser de nuevo escuchada y valorada porque aparenta los 20 años, y a pesar del abandono, puede revivir sus días felices, aunque sea en una plataforma digital y para pagar Internet, les pide donaciones a sus seguidores jóvenes para salir a la «discoteca».

La niña de 14 años, que trabaja en la cámara web y está segura que es un trabajo honrado y nada tiene que ver con la prostitución, incluso su misma mamá la promueve, obviamente entre sus clientes aparecerá el amor puro y el príncipe azul. El hombre mayor que vive con su madre todavía, que nunca ha salido de su ciudad, le cuenta al mundo de sus increíbles aventuras en su yate. Los chicos que engañaron a todas las chicas porque dijeron que eran chicas, los hombres mayores que encontraron niñas y se hicieron pasar por escolares. Porque incluso alguien que se crea globo también reclama sus democráticos derechos de ser reconocido, tratado y respetado como globo.

Pero la minoría de los que todavía salen a pasear, a pescar, al teatro, leen libros de papel y no suben sus fotos ni tienen redes sociales, simplemente no existen. Son los nuevos perdedores, los raros y sospechosos.

La selección del fragmento de ‘La Internacional’ no es casual. Todo sucede exactamente tal como dice su letra, pero al revés. «Los nada de hoy todo han de ser» para que nada cambie.

La democratización de la ignorancia y los antivalores del sistema se tornan recalcitrantes en las redes sociales

Si antes, en la época de la televisión, a la plebe del mundo solo se le instalaban las imágenes de esos sueños chatarra, de manera pasiva, ahora con las redes este juego llega a ser interactivo, generando la impresión de que hay democracia, participación, igualdad, de que se puede influir en algo, y así las mismas personas creando sus fetiches y productos, intercambiándolos, pero siempre dentro de los marcos de valores, opiniones y sensibilidades permitidos por el sistema, que sigue siendo el amo de todo, se convierten a sí mismas en mercancías.

La increíble facilidad con que nos dejamos atrapar por las redes del sistema, entregándonos con todo nuestro tiempo, anhelos e íntimos deseos, se debió a que creímos que cambiaríamos la base del mundo por medio de su dimensión virtual. ¿Alguien realmente creerá que las arrobas del «lenguaje inclusivo» ayudan a combatir el machismo, al igual que más actores negros en las películas, cambiando las historias para que estos protagonicen, significan un avance en la lucha contra la discriminación racial? Pantallas y más pantallas… Los índices de desigualdad, violencia, drogadicción y locura siguen su vertiginoso aumento hasta reventar. Nos llevaron a un mundo de extrema distracción y máxima anestesia. Pero este territorio de bytes y pixeles jamás será la vida.

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