Escritos sobre Partidos Políticos

Juan Carlos Espinal (II)

La mayoría de los precandidatos presidenciales del PRSC, Jacinto Peynado  Garrigosa, por ejemplo, habían aceptado el orden político institucional de la corte del Dr. Joaquín Balaguer Ricardo porque en realidad no tenían alternativa. Balaguer seguía en el poder tan sólo en virtud del vacío electoral que había creado a su alrededor, que no había dejado otra alternativa al abstencionismo. Los funcionarios públicos con energía, talento y ambición, Carlos Morales Troncoso, por ejemplo, trabajaban dentro del sistema presidencialista, ya que cualquier puesto que requiriese estas características, y cualquier expresión pública de talento, estaba dentro del ajedrez político del caudillo o contaba con su permiso, incluso en campos totalmente diferentes a la política, como los sindicatos y las religiones tradicionales.  

Esto se aplicaba también al PLD de Juan Bosch y a la oposición tolerada, sobre todo, en el ámbito de las izquierdas tradicionales  y los grupos liberales del PRD, que florecieroncon el declive del sistema electoral cuando, entre 1990 y 1994, José Francisco Peña Gómez fue tratado por Balaguer y la derecha oligarquica como colaboracionista de los norteamericanos. No es extraño que la mayor parte de los dirigentes de base del PRSC optara por una vida burocrática tranquila que incluía asambleas formales de apoyo a unas manifestaciones democráticas en las que nadie creía, excepto los funcionarios públicos reeleccionistas, incluso cuando caer en desgracia por disentir dejó de ser una pena tolerada.  

Pero es casi seguro que nadie en el país, creía en la democracia representativa incluyendo al periodista Rafael Herrera,  en la institucionalidad democrática de los partidos políticos, por ejemplo , o sentía lealtad alguna hacia ella, ni siquiera los que gobernaban. Es casi seguro que el Dr. Leonardo Matos Berrido, un estratega político inteligente, no se sorprendiera cuando en 1978 las masas abandonaron finalmente su pasividad con los fraudes del Dr. Balaguer  y manifestaran su disidencia a la dictadura de la derecha corporativa.

El  momento de estupor fue captado para siempre en la figura del Gacetazo, con las imágenes de video a blanco y negro que mostraban al Presidente de la Junta Central Electoral ante una opinión pública que, en lugar de aplaudirle lealmente, le abucheaba, pero lo que le sorprendió al Ing. Ramón Pérez Martínez no fue la repulsa social a los doce anos, sino tan sólo su manifestación. Entre 1973 y 1990, por ejemplo, en ningún organismo del PLD hubo grupo alguno de radicales que se preparase para inmolarse en el bunker de su fe, ni siguiera con el historial nada desdeñable de 30 años de oposición a Trujillo del profesor Juan Bosch, incluyendo al Dr. Rafael Alburquerque.

¿Qué deben defender los candidatos presidenciales de la democracia representativa del Siglo 21? ¿Sistemas de partidos políticos de elites en decadencia, cuya inferioridad respecto al  constitucionalismo de América Latina salta a la vista, sistemas electorales internos que habían demostrado ser irreformables y según el Danilo Medina Sánchez, incluso donde se habían realizado esfuerzos serios e inteligentes para reformarlos, carecian de un padron de registro confiable? ¿Quién de los precandidatos presidenciales de los diferentes partidos políticos del sistema podía seguir creyendo en este tipo de democracia presidencialista, aunque todo lo que sucede hoy hubiese parecido plausible en los años setenta  hasta en los noventas? Desde el momento en que los partidos políticos dejaran de estar unidos, y hasta llegaron a enfrentarse en conflictos de interes, ni siquiera se podía hablar con propiedad de transparencia.  

Con la excepción tal vez del Dr. Marino Vinicio Castillo, todos los aliados del Dr. Joaquín Balaguer Ricardo, y un buen número de movimientos externos y de personalidades independientes, sabían muy bien cuanto debían a la existencia del contrapeso político del Profesor Juan Bosch y del PLD, al predominio hegemónico y estratégico de la Cruzada del Amor. En cualquier caso, en el ano 2000, tanto en el Comité Político del PLD, por ejemplo, como en el Comité Central, los ortodoxos peledeístas que se habían movido por sus viejas convicciones institucionales eran ya una generación del pasado.  

En 1996 por ejemplo, pocos líderes de cincuenta años podían haber compartido la experiencia que había unido a Balaguer y la resistencia humanista y política de Bosch, y muy pocos menores de treinta años podrían hoy tener siquiera recuerdos vividos de esos tiempos. Para la mayoría, el principio legitimador del continuismo de Balaguer era poco más que miles de dosis de asistencialismo, abstencionismo, corrupción endémica del aparato, asistencialismo, retórica oficial o anécdotas de progreso.

Era probable, en el Siglo 21, incluso, que los miembros más jóvenes del PRD, por ejemplo, no fuesen democratas, sino simplemente hombres y mujeres, no muchas mujeres, por desgracia, que habían hecho carrera en partidos que resultaron estar irónicamente bajo el dominio ideológico de la derecha capitalista, o en todo caso de la sociedad civil. Cuando los tiempos cambiaron, los reformistas, estaban dispuestos, de poder hacerlo, a mudar de chaqueta a la primera ocasión.

En cualquier caso, quienes gobernaban los partidos políticos, o bien habían perdido la fe en su propia democracia o bien nunca la habían tenido. En 2004, cuando quedó claro que Hipólito Mejía Domínguez les abandonaría a su suerte, los del PRSC de Amable Aristy Castro de Higüey, por ejemplo, intentaron con éxito una transición política al PLD aunque los partidarios de línea dura del Comité Político trataron de resistirse hasta que se hizo evidente que los dirigentes medios y de base ya no les obedecían, aunque “La Estructura” de Andrés Vanderhorst y el PQDC de Elías Wessin Chávez siguieran haciéndolo.  

En ambos casos los “estructuralistas” y los “pecudeístas” se marcharon pacíficamente del PRD cuando se convencieron de que su tiempo allí se había acabado. El fracaso político del PRSC y el consiguiente rechazo ciudadano a las propuestas liberales de izquierdas o no, eran cada vez más evidentes, aunque no se advirtiese en las encuestas, donde la popularidad del poder Ejecutivo seguía siendo muy alta.

El caudillismo neo liberal redujo las alternativas y la posibilidad de maniobra de los movimientos sociales. Las alianzas cambiantes con los distintos grupos políticos y de poder que habían surgido de la parlamentación constitucional de la política, con lo que el sistema presidencialista se ganó la desconfianza tanto de la sociedad civil pro EEUU, que inicialmente se había agrupado alrededor de Participación Ciudadana, y los que desde la opinión pública en manos privadas habían convertido la imagen del capital en una auténtica fuerza para la continuidad cuya influencia mediática se había roto.  

Los precandidatos presidenciales del sistema capitalista eran paradójicamente individuos demasiado identificados con el sistema que los había creado; eran hombres demasiado de comité como para las acciones históricas decisivas; demasiado alejados de las experiencias de la república urbana e industrial, en cuya dirección no habían participado como para tener el sentido de las realidades de la calle que tenían los Jefes de la democracia.  

La comparación del Dr. Joaquín Balaguer Ricardo Presidente, con el Dr. Leonel Fernández Reyna Presidente, con otros dirigentes cincuentones, de diferentes épocas y de multiplicidad de intereses y valores, guardando las distancias, resultaba instructiva.  

El camino a la candidatura presidencial del PLD al 2016, por ejemplo, y puede que al éxito político al 2020 y , en verdad, a un lugar especial en la historia política contemporánea, no está pavimentado con buenas intenciones sino con los duros principios del realismo. Pero, en realidad, ¿Existía alguna opción política alternativa al 2020 diferente al planificado empuje del plan estratégico de la continuidad en el Progreso? Ojalá pudiera decir que sí, pero no puedo. No soy capaz de encontrar una respuesta.

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