La educación en tiempos de Trujillo (3)
Por Jesús De la Rosa. En febrero de 1938, con motivo de la inauguración del Parque Ramfís de esta capital, se organizó un aparatoso homenaje del Magisterio Nacional al hijo mayor del dictador en el que participaron más de 10 mil estudiantes y cerca de dos mil profesores.
Es justo reconocer que también en la épocao a la cual nos estamos refiriendo, se les rindieron homenajes y se les otorgaron distinciones a maestros sobresalientes, incluyendo algunos que eran conocidos como personas desafectas a la dictadura como el caso de la profesora Ercilia Pepín, quien fue galardonada en el año 1937 con la Medalla del Mérito, que era la más alta distinción que otorgaba el Gobierno de Trujillo.
Durante la gestión del licenciado Díaz Ordoñez al frente de la cartera de Educación se crearon en la Capital de la República y en los municipios cabeceras de las principales provincias país un número apreciable de bibliotecas escolares.
También, se aumentó el número de colaboradores de la Revista Educación. Y, aunque repletos de alabanzas al dictador y a los familiares de éste, circulaban periódicos y revistas elaboradas por estudiantes de liceos y de escuelas normales.
El 16 de noviembre de 1939, el licenciado Arturo Logroño fue nombrado por decreto del presidente Jacinto Peynado, Secretario de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos. Por cierto, fue muy discreta la labor de éste al frente de dicha Cartera. La misma se redujo a dictar unas que otras normas de procedimiento administrativo cuya relevancia no vale la pena destacar.
En la primera década de la dictadura trujillista estuvieron al frente de la Superintendencia General de la Instrucción Pública o de la Secretaria de Educación como fue bautizada después, un conjunto de personas a las cuales bien vale la pena referirse.
Las labores de los hermanos Max y Pedro Henríquez Ureña al frente de la Superintendencia General de Instrucción Pública se circunscribieron a la preparación de informes acerca del Estado en que se encontraba el sistema de instrucción pública de entonces y a la formulación de proyectos que a juicio de estos dos destacados intelectuales debían implementarse.
En realidad, Ramón Emilio Jiménez y Víctor Garrido fueron los mayores realizadores de la escuela trujillista de la primera década de la dictadura. El primero, dándole sentido de lo nacional a su gestión y de paso trujillizando la escuela; el segundo, reorganizando, tecnificando y ampliando los servicios de educación.
Muchas bibliotecas se crearon durante la gestión de Díaz Ordoñez
Arturo Logroño fue nombrado secretario de Educación en 1939
Ramón Emilio Jiménez y Víctor Garrido fueron los más destacados