La estafa

Llevamos más de 60 años resistiendo el regreso a ese sistema de dictadura de la burguesía. Las limitaciones económicas pueden cansar, pero la alternativa capitalista vende prosperidad donde realiza pobreza y la eterniza. La solución a nuestras limitaciones es vencer el bloqueo, superar errores, acertar en lo económico, pero la premisa a una sociedad justa, próspera y sostenible sigue siendo el socialismo. No lo olvidemos

Durante años los bancos capitalistas estaban regulados para evitar catástrofes globales, las regulaciones fueron en respuesta al llamado crack de 1929. El 24 de octubre de 1929, el mercado de valores de Nueva York colapsó, poco después la crisis se extendió al capitalismo global y comenzó lo que se llamó La Gran Depresión. La «solución» vino con la Segunda Guerra Mundial y 85 millones de muertos.

Con la llegada del neoliberalismo y la llamada economía reaganiana, nombrada por el presidente de EE. UU. Ronald Reagan, las regulaciones bancarias fueron cayendo una tras otra. En particular, determinadas defensas puestas para no mezclar el uso de los ahorros de las personas y la especulación financiera fueron derribadas. En 1999, durante la presidencia de Clinton, la mayor defensa frente a la especulación fue finalmente derogada.

El sistema halló una manera nueva de perversidad. Vendieron casas y otras propiedades a las personas bajo promesas de que serían capaces de pagar las hipotecas con bajos intereses que a estos compradores les hacían los bancos. Inversores que compraron casas a precios con bajos intereses, vendían a su vez las propiedades a otros al doble del precio, pero con intereses bajos. Los nuevos compradores iban a los bancos y estos les aprobaban nuevas hipotecas. Y esto se repetía varias veces. Los bancos hicieron préstamos a las dos manos.

La misma casa, después de varias rondas, valía cinco, seis, siete veces su precio original, no se le había agregado valor, no se había pintado, no se le había construido un nuevo garage, ni una piscina, el aumento del precio era resultado de la especulación con los precios. En cada venta, el vendedor no se preocupaba por el préstamo bancario que pedía, en definitiva, al venderla podría pagar la deuda y tener ganancia.

Con la avalancha de hipotecas los bancos se inventaron otra manera de estafar. Los préstamos de muchos fueron agrupados, un proceso que llamaron diversificar, y esos «paquetes de hipotecas» fueron a su vez vendidos a otros. Es decir, vendieron la promesa de que esos préstamos serían devueltos con sus intereses a un mayor precio. Los mayores compradores de tales «paquetes» eran los propios bancos e inversores financieros, que armaron paquetes de paquetes y los volvieron a vender. Después de varias vueltas, el mismo paquete de deudas se estaba vendiendo a diez y 20 veces por encima del precio original. A eso se le llamó la burbuja inmobiliaria. Para garantizarle al público la calidad de lo que se vendía, agencias, que se suponían verificaran el valor de esos paquetes, fueron sobornadas para que siguieran diciendo que eran excelentes productos. Mientras hubiera quien estuviera dispuesto a comprar estas «promesas hipotecarias» la estafa seguía funcionando.

Los espacios económicos de los medios corporativos hablaban de lo maravilloso que será el sistema. La televisión, los periódicos, los blog financieros, los asesores bancarios, los políticos intoxicaban a todos diciéndoles qué fantástico era endeudarse. Los ciudadanos, incluso los de menos ingresos, podían comprar la casa de sus sueños. Los atrevidos que compraban los «paquetes de hipotecas» luego los vendían a mejor precio y ganaban dinero. El dinero fluía. Más aún, el dinero producía dinero. La magia total.

Hasta que la gente en la base no pudo pagar las hipotecas. Los que les vendieron las casas a estos tampoco entonces pudieron pagar sus deudas, y los que le vendieron a estos últimos les pasó lo mismo. La cadena de impagos se fue trasladando a lo largo del esquema de estafa y, de pronto, los bancos no podían pagar a sus deudores, incluyendo en muchos casos los ahorros de millones de personas. En 2007 la burbuja explotó.

Frente a la crisis de impagos, el Gobierno de ee. uu. intervino. Con voz grave y rostros admonitorios, los funcionarios del Gobierno, desde el Presidente hacia abajo salieron en televisión condenando la avaricia corporativa. Y entonces hallaron la solución al problema. ¿Metieron presos a los responsables de la estafa? No, de eso nada. Rescataron a los bancos. A los estafadores los regañaban en la televisión y luego se iban a jugar golf con ellos por la tarde.

Rescatar significa que el Gobierno toma el dinero que tiene, es decir, dinero público, y se lo entrega a los bancos privados para que puedan hacer frente a sus pérdidas. Los ciudadanos comunes con sus deudas y sus hipotecas no recibieron un solo centavo de rescate, la idea de rescatar a los de abajo fue propuesta para algunos, pero con la misma rapidez fue ignorada. Mientras los bancos recibían 700 000 millones de dólares en rescates de la administración Bush, ocho millones de personas perdieron sus hogares, 3,6 millones de personas perdieron su trabajo.

La Florida fue uno de los cuatro estados con más personas que perdieron sus hogares. La revista Fortune declaró a Miami «zona muerta», su peor clasificación de riesgo para lugares afectados por la explosión de la burbuja. En 2009, The New York Times le dedicó un artículo a la tragedia de los desalojos titulado Florida, desespero y desalojos. En el año 2012, cinco años después de explotar la burbuja, el porciento de casas en proceso de ser desalojadas en el estado todavía era el 11,5 %, poco menos de cuatro veces el promedio nacional de 3,3 %. El número de casas cuyas hipotecas tenían atrasos de 90 días o más, y estaban en peligro de entrar en el proceso de desalojo era 16,2 %. Poco más de diez años después, en  2018, menos de la mitad de los descendientes de latinos, lo que incluye a los cubanos, eran dueños de sus viviendas. Una porción mayor tuvieron que vender sus casas para reducirse de tamaño.

En 2017, de acuerdo con el United State Interagency Council on Homelessness, la Florida tenía 32 190 personas viviendo en las calles, en 2020, ese número había disminuido a 27 487, todo un éxito de acuerdo con determinados medios de prensa. El número de personas pobres en el censo de 2016 era de más de tres millones de personas. Para solucionar el problema el estado, ya para 2013, gastaba 31 000 dólares por persona sin hogar para … «salarios de órganos de la ley encargados de detener y transportar a las personas sin hogar, así como el costo de sus estancias en la cárcel, salas de emergencia y atención siquiátrica». Se estimaba que el costo de darles casa a esas personas era de cerca de un tercio de ese dinero per cápita, pero a nadie se le ocurre tomar una medida que puede bajar los precios del mercado inmobiliario. ¿Perjudicar a los burgueses? ¡Cómo se les ocurre!

Mientras todo eso ocurría, los dueños de los bancos se adjudicaron premios millonarios por su estafa. Cuando los bancos tienen ganancias gigantescas, el dinero de esas ganancias se reparte entre sus dueños burgueses. Cuando los bancos tienen pérdidas, las pérdidas son repartidas entre todos a través del dinero público que tiene el Gobierno. Al llegar la administración de Obama, el Gobierno les compró a los bancos dos billones (12 ceros) de dólares de aquellos «paquetes hipotecarios» que se habían inventado para estafar a todos. Cuando el Gobierno rescata a los bancos, los dueños burgueses no son despedidos, celebran embolsándose decenas de millones por su habilidad de estafar. 

Frente a la crisis inmobiliaria de 2007, el Gobierno nunca habló de consultar a los ciudadanos cuál era el mejor curso de acción. No hubo consulta popular, no hubo plebiscito sobre alguna de las leyes que beneficiaron a los ricos. La idea de democracia en lo económico, la base de cualquier democracia, no está en el vocabulario político del sistema.

El liberalismo burgués nos vende la ilusión de una libertad que abarca la lucha de clases. En su venta, la armonía nacional la garantiza, no quienes están en el poder, sino el ideal de un cuerpo de leyes que está por encima de todos. Para ellos, no se trata de justicia económica, se trata de conciliación: amémonos todos, burgueses y el resto. El resto paga a los primeros, los burgueses le agradecen el sacrificio.

Mientras unos venden democracia liberal, los dueños del sistema estafan a todos.

Llevamos más de 60 años resistiendo el regreso a ese sistema de dictadura de la burguesía. Las limitaciones económicas pueden cansar, pero la alternativa capitalista vende prosperidad donde realiza pobreza y la eterniza. La solución a nuestras limitaciones es vencer el bloqueo, superar errores, acertar en lo económico, pero la premisa a una sociedad justa, próspera y sostenible sigue siendo el socialismo. No lo olvidemos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.