La inflación y el gobierno
Por: Daris Javier Cuevas
Los economistas reconocen que la inflación es muy peligrosa y perniciosa para la actividad económica en sentido general, fruto de que cuando esta afecta el sistema general de precios, sus efectos inmediatos es una pérdida del poder adquisitivo de la moneda local.
Pero es que el fenómeno de la inflación se convierte en un elemento negativa para la dinámica de la economía, haciendo la menos competitiva y generando una barrera para el desarrollo y crecimiento de la economía.
En la actualidad, los bancos centrales de los diferentes países están muy conscientes que predominada un repunte sostenido de la inflación, sin embargo, para no admitir lo inefectiva que están resultando las medidas de política monetaria argumentan que se trata de una inflación pasajera.
En adición, están convenciendo a los gobiernos de que el impacto más relevante de este flagelo es en el corto plazo, aunque en la práctica ejecutan políticas monetarias restrictivas orientadas a contrarrestar las consecuencias de un brote inflación muy riesgoso que olfatean.
Pero, ¿Por qué los bancos centrales están actuando contrario a lo que es su tradición? Pues resulta que fruto de los estímulos y flexibilidad monetaria ante la pandemia global, la masa monetaria ha superado la circulación prudencial del dinero que la economía es capaz de soportar.
Pues se trata de que una de las causas principales de la inflación es fruto de la incapacidad que han mostrado los diferentes bancos centrales para retirar la enorme cantidad de dinero puesto a circular en la economía para cubrir los déficits presupuestarios.
Dado que hablar de inflación es sinónimo de un aumento sostenido de manera general del sistema de precios, entonces, desde un enfoque monetario se interpreta que un incremento de la inflación se traduce en que el dinero tenga menos valor, por su depreciación, para adquirir los bienes y servicios requeridos por los consumidores.
Esto significa una pérdida del poder adquisitivo, en virtud de que existe una desproporción entre los precios y los salarios, ya que en la economía no existe una inflación pura, o sea, que los salarios no se incrementan en la misma proporción que aumentan los precios que, de ocurrir así, los efectos de la inflación fueran neutro.
En el contexto económico, con presencia inocultables del fenómeno inflacionario, los gobiernos están obligados a reorientar su política económica de una manera cautelosa y observando lo variante del ciclo económico.
En tal sentido, las políticas monetaria y fiscal deben ejecutarse con mucha más armonía para evitar que se produzca exceso en la cantidad del dinero que circula en la economía, así como contrarrestar el incremento en los costos de producción, lo que en los hechos desarticula que la economía pueda caer en una situación de bucle negativo.
En una economía con una situación inflacionaria alta es prácticamente imposible contar con un sistema tributario que no castigue de alguna manera al ahorro y la inversión ya que la inflación puede afectar negativamente el crecimiento económico.
En la practica, esto induce a los individuos y las empresas a mantener bajos niveles de efectivo para evitar los costos de la inflación, lo cual disminuyen la cantidad de trabajo disponible para la producción de bienes y reduciendo el crecimiento económico y, a su vez, reduce la capacidad del sistema financiero de llevar a cabo con eficiencia sus funciones de intermediación por el aumento de la incertidumbre sobre la evolución de la política económica.
Las tendencias económicas contemporáneas sugieren que, para lograr un control de la inflación, el Banco Central juega un rol fundamental al orientar su política monetaria con metas de inflación, la cual debe estar en correspondencia con la política fiscal ejecutada por el gobierno. Pues para ajustarse el compromiso con la disciplina macroeconómica, los niveles de inflación no deben superar la meta de inflación del Banco Central y lograr la supremacía de la credibilidad de las cifras divulgadas.