Los árboles tienen sentimientos

Altagracia Paulino

Mi origen campesino ha permitido cierta conexión con la naturaleza. Desde muy pequeña les daba seguimiento a las nubes, las estrellas, la rotación de la luna, las lluvias, el movimiento de los árboles, su inclinación hacia donde sale el sol y la tristeza de estos en los tiempos de sequía.

Las hojas amarillas sin ser otoño, me hablaba de que algo pasaba y mi padre me decía “cuando las cuaresmas son secas, los árboles se entristecen y arrojan las hojas”. Claro, al no tomar agua del subsuelo se deshidratan y para rehidratarse necesitan mucha agua.

Recientemente los científicos han descubierto que los árboles se comunican entre sí mediante un sistema de las raíces, que se transmiten mensajes, que se estresan cuando hay peligro, que se protegen entre sí y más recientemente, se ha informado que emiten sonidos distintos cuando son agredidos. Un sistema de baja frecuencia, puesto al alcance del oído humano, permitió escuchar los “gritos” de los arboles cuando eran cortados. Estos eran diferentes dependiendo de la magnitud de los diferentes cortes que sufrían.
En la comunicación por las raíces, los árboles también advierten del peligro, no solo de la mano mortífera del ser humano, su principal depredador, sino de los químicos que pueden dañarles.
Hay quienes usan el aceite quemado para “secar” un árbol cuyas raíces dañan las aceras; es que también sembramos sin tener el cuidado necesario para que cuando crezca no estorbe.

Aprendimos de los árboles-y esto fue con el padre Julio Cicero, sacerdote jesuita y científico-que las ramas se inclinan por donde van las raíces, por lo que no debe ser sacrificado el árbol por completo, pero sí la rama por donde podría dañar si es que la raíz estorba. Si se corta la rama, las raíces cambian de lugar.

Estoy viviendo una experiencia que me estremece. Son dos matas de mango de la casa vecina a donde vivo. Desde hace mas de 17 años, esas matas dieron cantidad de mangos, de la especie “banilejos” muy sabrosos. Los dueños han vendido la casa, desde que se fueron los árboles cambiaron de una manera muy visible, tanto que me ha llamado la atención como para compartir la experiencia.

Este año, casi no florecieron, de las pocas flores cuajaron algunos mangos muy raquíticos. Las ramas lucen tristes, sin hojas nuevas y algunas ramitas están secas.

Es como si las matas percibieran que están solas, que no tienen dueños y sintieran la amenaza de que serán cortadas porque están rompiendo la casa para construir una torre.

Los árboles me sorprenden. Hace un tiempo en Semana Santa me iba de vacaciones con mis hijos y olvidé regar una planta de “Palo de Brasil” que tenia en mi casa, cuando regresamos el lunes siguiente, la planta estaba con todas las hojas bajadas, como cuando dejamos los brazos quietos señalando el suelo.

Me apresuré a regarla y fue mágico todo. Sentí cuando comenzaron a “subir las hojas” escuché el sonido que emitían, hasta captar mi atención. “clac, clac, clac”. Estaba sola en la casa, todos habían salido, a las 2:00 de la tarde ¡todas las hojas estaban erguidas!

Si todos comprendiéramos esto, tal vez no hubiera tantos incendios, los ríos estuvieran con vida y la falta de agua no fuera una amenaza tan grave como la que sentimos en estos días.

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