Se trata un frente abierto más en la política del presidente izquierdista mexicano que podría complicarse aún más en momentos en el que el propio Joe Biden está por entrar en los próximos meses a un periodo político en el que se juega su reelección en el cargo.
Los estados agrupados en el llamado cinturón del maíz —Iowa, Illinois, Indiana, Nebraska, Kansas, Misuri y Minnesota, en el medio oeste de EEUU, eventualmente los más golpeados por la prohibición mexicana— podrían jugar un papel determinante en los comicios de noviembre de 2024. Ohio, por ejemplo, el octavo estado productor de maíz, es considerado como uno de los estados bisagra o determinantes en las elecciones norteamericanas.
El propio Tom Haag, de la Asociación Nacional de Cultivadores de Maíz, lo dijo claramente en el panel del pasado 6 febrero en el Capitolio: la controversia con México sobre el maíz «está generando la percepción entre los estadounidenses de que los tratados comerciales no sirven; de que otros países se están aprovechando de nosotros»,
dijo Haag. Una línea discursiva empleada por los republicanos de línea dura y que fue uno de los ejes de la campaña que llevó a
Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos en 2016, cuando insistió en que el extinto Tratado de Libre Comercio de América del Norte (
TLCAN) era perjudicial para su país.
«Biden no le había querido entrar, pero claro que le interesa su electorado y no lo va a dejar perder porque se le echen encima. El secretario de agricultura [Vilsack], que aunque es demócrata, es de Illinois, también parte del cinturón maicero, y por eso está diciendo que está desilusionado con ese decreto», dijo a Sputnik Ana de Ita, directora del Centro de Estudios para Cambio en el Campo Mexicano, una organización en defensa de la soberanía alimentaria.
El problema, señala De Ita, es la propia firma del T-MEC, que se hizo sin consultar a la población, sin una discusión con la sociedad, sin foros. «Lo firman fast-track, sin analizar sector por sector cuáles eran las implicaciones que esto iba a tener […], entonces ahora tienen firmado un T-MEC y Estados Unidos te pone la pata encima y te reduce la soberanía al mínimo».
EEUU no quiere dejar su gran negocio
México no es el único país que está restringiendo el uso de
maíz transgénico y también del
agroquímico glifosato. Países europeos como el
Reino Unido han prohibido su utilización e incluso algunos estados dentro de EEUU también han emitido leyes regulatorias para restringir el uso de esta substancia,
identificada como probable carcinogénico en humanos por la Agencia Internacional de Investigación de Cáncer.
Además, en el marco del T-MEC, en los artículos 24.3 y 24.15 se reconoce el derecho soberano de cada país a establecer protecciones a su medio ambiente y biodiversidad, explicó en conversación con Sputnik Viridiana Lázaro Lembrino, especialista en agricultura y cambio climático en Greenpeace México.
«Ningún tratado de libre comercio puede estar por encima de los derechos humanos, que en este caso es el derecho a una alimentación adecuada y también el derecho a un medio ambiente sano el que estamos protegiendo», señala Lázaro, licenciada en biología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con especialidad en ciencias ambientales en la Universidad de Salamanca, España.
«Estados Unidos debería respetar la
soberanía alimentaria, la soberanía de México, y sabemos que empresas multinacionales como
Bayer-Monsanto, entre otras, que son oligopolios que controlan el mercado de semillas, están detrás de todo esto, presionando tanto al Gobierno de Estados Unidos como a productores y productoras, porque incluso también hay productores y consumidores en Estados Unidos que están pidiendo la transición a la
agricultura ecológica”, puntualiza la activista de Greenpeace.
Para la doctora Yolanda Massieu, experta en biotecnología agrícola» de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), llama la atención que los productores estadounidenses hayan tenido una reacción tan virulenta y que estén tan enojados con este decreto. En realidad en cuanto a importaciones de maíz transgénico amarillo quedamos igual; está autorizado importarlo […], el artículo octavo habla de la sustitución gradual en el país de maíz genéticamente modificado [..], pero yo veo que esa meta está lejos de cumplirse», dice la doctora Massieu. «Están haciendo muy buen negocio y claro, no quieren dejarlo».
Y vaya que el negocio ha aumentado en las últimas dos décadas. Según un estudio de PG Economics, tan solo entre 1996 y 2015 el uso de este tipo de alimentos aumentó la producción global en más de 357,7 millones de toneladas. Este incremento se tradujo en un aumento en los ingresos agrícolas de 261.000 millones de dólares para los principales países productores (EEUU, Argentina y Brasil), acorde con un estudio realizado por también por PG Economics. El mismo informe indica que, de no haberse usado transgénicos, estos países habrían necesitado 274 millones de hectáreas extras para lograr la producción obtenida entre 1996 y el 2020.
A la doctora Massieu le llama la atención que en Estados Unidos no se cuestionen «para nada» cambiar a otro tipo de maíz para poder seguir vendiendo a México. «Ya está muy instalada la tecnología transgénica con consecuencias sociales y ambientales bastante fuertes, y no lo quieren dejar ni ellos, ni las grandes empresas que venden la semilla, el glifosato, la maquinaria», dijo la especialista.
Pero para los cultivadores de maíz en Estados Unidos la posición es muy clara. Andy Jobman, un productor de Nebraska invitado al panel del 6 de febrero con los congresistas del Capitolio, habló de la hipotética posibilidad de dejar de usar semillas genéticamente modificadas en sus procesos productivos: «Sería como deshacerse de la electricidad y volver a las velas, básicamente», dijo.
Y es que en el escenario de penumbras que ven los cultivadores de maíz de Estados Unidos también asoma el problema de qué hacer con las más de 16 millones de toneladas del grano genéticamente modificado que están mandando cada año a México en caso de una eventual prohibición.
En este escenario,
China podría jugar un papel clave como eventual comprador, pero las recientes tensiones entre Washington y Pekín, aderezadas ahora con
el derribo de globos presuntamente empleados para espionaje, complica las posibles soluciones para los cultivadores del medio oeste de Estados Unidos.
Una guerra comercial con varias bandas en la que «México se encuentra entre la espada y la pared», opina la doctora Massieu.