Vientos de cambio en América Latina
Por Leandro Etchichury
El reciente triunfo de Gabriel Boric en Chile (con el índice de asistencia más alto desde que el voto es optativo en ese país, 55,5%), cierra un 2021 en el que las fuerzas populares y progresistas vuelven a reposicionarse en América Latina. Meses antes lo habían logrado Pedro Castillo en Perú, y Xiomara Castro en Honduras, también con altos niveles de participación electoral.
Para el año que viene, quedan por definir dos elecciones presidenciales importantes para el sur del continente. Colombia, en mayo, y Brasil, en el mes de octubre. Una derrota de las fuerzas neoconservadoras en ambos países podría dar un vuelco político de importancia para la región, claro está que en un contexto distinto al que existió en la primera década y media del presente siglo. Estados Unidos está más atento a lo que sucede al sur de su frontera, en el marco de una disputa con China y Rusia, y además el reciente paso de distintas expresiones políticas de derecha por algunos gobiernos latinoamericanos dejaron sus condicionamientos, como la deuda externa en Argentina o los militares como renovados actores políticos en Brasil.
Colombia
Desde hemos seguido atentamente la fuerte protesta social que se desató en Colombia en la primera mitad del año. Jóvenes de las barriadas populares, estudiantes, indígenas y campesinos, fueron activos protagonistas del Paro Nacional 2021, que tuvo como respuesta por parte del gobierno de Iván Duque una brutal violencia, que incluyó asesinatos y la desaparición forzada de personas. En el último informe brindado por la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, se señala que entre el 28 de abril y el 31 de julio pasado se recibieron denuncias de 63 personas muertas durante las movilizaciones de protesta que comenzaron a finales de abril con el Paro Nacional. A las muertes documentadas se suman reportes de 60 casos de violencia sexual presuntamente a manos de la policía.
La pregunta es si ese ánimo de hastío contra una derecha que se mantuvo en el poder, entre otras cosas, embanderada en el combate contra la guerrilla, tendrá una expresión electoral mayoritaria que abra una grieta en el sistema político colombiano. El actual presidente Duque cuenta con una desaprobación del 69,8%.
De momento, la figura del senador y ex guerrillero del M19, Gustavo Petro, parece encauzar esa expresión de recambio. Una reciente encuesta de Invamer, Caracol y Blu Radio, señala a Petro, principal referente de la coalición Pacto Histórico, ganador en una segunda vuelta contra cualquiera de los otros candidatos.
En Colombia, el presidente es elegido por un período de cuatro años, sin posibilidad de reelección. El sistema prevé dos vueltas. Para ganar en la primera el candidato deberá obtener la mitad más uno de los votos depositados en las urnas.
Serán importantes las elecciones legislativas que previamente se realizarán en marzo del próximo año, en la que se elegirán 108 senadores y 172 legisladores para la Cámara de Representantes.
El Pacto Histórico por Colombia fue conformado, por fuerzas populares y de izquierda, a comienzos del 2021, tales como Colombia Humana (fuerza que lidera Petro), el movimiento Verde, la Unión Patriótica, el Partido Comunista, movimientos indígenas, y hasta se interesaron sectores del Partido Liberal, que para la ocasión decidieron no presentar candidatos.
Colombia aún se debe la irrupción de una fuerza popular que ponga sobre la mesa de la democracia una agenda de la justicia social, intentando terminar con décadas de violencia que se lo ha tragado todo. Un sector del Partido Liberal intentó dos veces discutir esa agenda de manera democrática: con Alfonso López Pumarejo, forzado a renunciar a la presidencia en 1945, y con Jorge Eliecer Gaitán, asesinado en 1948 dando origen al Bogotazo. Miles de muertos y desplazados por la violencia política y del narcotráfico, violencia que aún continúa, y sumado a ello el dato de un 42,5% de colombianos y colombianas sumidos en la pobreza, son causa suficiente para ensayar otro camino.
Mientras tanto las elecciones colombianas remueven el avispero en el Congreso norteamericano, donde en noviembre pasado la legisladora republicana María Elvira Salazar (Florida), cuestionó la postura de la administración Biden respecto a la figura de Petro, en una sesión del subcomité de Asuntos Exteriores de la Cámara baja, en la que participó Brian Nichols, subsecretario de Estado para asuntos del Hemisferio Occidental. En la ocasión, Salazar señaló sobre Petro: “Yo voy a decirles quién es él: un ladrón, un socialista, un marxista, un terrorista y está liderando las encuestas presidenciales de Colombia».
Brasil
De ladrón y corrupto fue también acusado, en su momento, el ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. Detenido y condenado, pasó en prisión 580 días, hasta que la Corte Suprema comenzó a revisar las causas, lo puso en libertad y anuló las sentencias. Su verdugo, el juez Sergio Moro, recibió como premio el Ministerio de Justicia, y el emergente político de ese golpe, Jair Messias Bolsonaro, hoy se encuentra con niveles de popularidad en caída.
Según el Instituto Datafolha, el 70% de los evangélicos votaron por Bolsonaro en 2018. Para finales de junio de 2021, el 59% de quienes dicen adherir a algún grupo evangélico aseguran «no confiar» más en él, señaló el Instituto Brasileiro de Pesquisa em Educação e Cultura. En julio Datafolha relevó, también, que una amplia mayoría de los consultados consideraba a Bolsonaro como “deshonesto, incompetente, falso, sin preparación, poco inteligente y autoritario”.
En este escenario Lula volvió por la revancha y se pasea por el mundo como el estadista que es. Poco antes de su visita a la Argentina, para celebrar el día de la recuperación de la democracia junto a Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner y el Pepe Mujica, Lula recorrió varios países europeos ofreciendo entrevistas, conferencias y codeándose con figuras tales como el francés Emmanuel Macron, el alemán Olaf Scholz y el español Pedro Sánchez. En palabras de Celso Amorim, ex ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Lula fue recibido en Europa como el «representante del verdadero Brasil». Un contundente desplante para Bolsonaro, quien en la reunión del G20 que se llevó a cabo en Italia, en el mes de octubre, se lo vio muy marginado por parte de sus colegas.
El panorama económico tampoco llama al optimismo para el gobierno. Si bien se mantienen las proyecciones de que Brasil podría crecer en 2021, y así intentar superar la profunda recesión provocada por el Covid-19 en 2020, cuando el PIB se desplomó un 4,1%, los últimos datos indican una desaceleración en la recuperación. La expectativa de crecimiento económico para este año, que era del 5,3% en julio, cayó al 4,78%, según el último relevamiento Focus del Banco Central.
«En el tercer trimestre, el PIB varió -0,1% frente al trimestre anterior (…) La actividad agropecuaria cayó 8,0%, la industria se mantuvo estable (0,0%) y los servicios subieron 1,1%», informó el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) en un comunicado. Según datos del mismo Instituto la caída de la producción agropecuaria fue muy significativa en lo que hace a los cultivos de café (-22,4%), algodón (-17,5%) y maíz (-16,0%), con respecto a igual periodo de 2020.
«La combinación de un ajuste monetario reciente por parte del Banco Central, la elección nacional en el horizonte y preocupaciones de los inversores sobre la política fiscal en el largo plazo contraerán el consumo y la inversión en 2022, resultando en un crecimiento del PIB por debajo del 1%», analizó la calificadora de riesgo S&P Global Ratings. Malas noticias para un gobierno que se proclamó amigo del mercado.
Así las cosas, a sus 73 años, y luego de haber superado un cáncer y la prisión, el ex dirigente sindical y referente máximo del Partido de los Trabajadores (PT) se lanza a enfrentar una nueva batalla político-electoral, para reconquistar la adhesión mayoritaria del pueblo brasileño, y volver a colocar a su país en un primer nivel que no debió haber perdido de manera tan patética. De ocurrir, será también un importante respaldo para Alberto Fernández, quien estará atravesando el último y definitorio año de su mandato como presidente de la Argentina.
Ninguna fuerza popular a la que le toque atravesar la experiencia de gobierno la tendrá fácil (en realidad nunca ha sido fácil para el campo popular), pero este viento de cambio bien puede ayudar a avanzar en conjunto frente a una derecha que se muestra con un profundo desenfado antidemocrático.